Pol¨ªtica de la sabana
Los pol¨ªticos se han acercado tanto a nosotros que ahora forman parte de nuestro c¨ªrculo de amigos y, claro, enemigos
Dicen que el problema de las democracias contempor¨¢neas es que los pol¨ªticos se han distanciado de los ciudadanos, pero en realidad es lo contrario. Los pol¨ªticos se han acercado tanto a nosotros que ahora forman parte de nuestro c¨ªrculo de amigos y, claro, enemigos.
En psicolog¨ªa evolutiva, el ¡°principio de la sabana¡± dice que, como nuestros rasgos f¨ªsicos y mentales responden a las condiciones ambientales en las que surgieron, nuestro cerebro tiene dificultades para lidiar con entes y situaciones que no exist¨ªan en ese momento. Satoshi Kanazawa lo ilustr¨® con un experimento en el que los sujetos que ve¨ªan dramas televisivos se mostraban, despu¨¦s, m¨¢s satisfechos con sus amistades del mundo real. Sus mentes hab¨ªan procesado a los personajes de ficci¨®n como amigos verdaderos. Y es que, como para nuestros ancestros cualquier imagen realista de una persona era un ser real, todav¨ªa nos cuesta distinguir, a nivel subliminal, entre amistades aut¨¦nticas y televisivas. Otros expertos han se?alado que, tras ver series de ficci¨®n, los telespectadores desarrollamos ¡°relaciones sociales imaginarias¡± con sus protagonistas.
Hoy, el complejo pol¨ªtico-industrial de spin doctors y televisiones dedicadas 24/7 a comentar declaraciones pol¨ªticas ha logrado que los pol¨ªticos penetren dentro de nuestro per¨ªmetro emocional de allegados. S¨¢nchez, Casado, Yolanda D¨ªaz, Abascal y dem¨¢s son, gracias a su continuada exposici¨®n medi¨¢tica, nuestra suegra, cu?ado, primo del pueblo, rival del trabajo o amiga de la infancia. Odiados o amados no por ideas concretas, sino por emociones complejas.
Otro efecto del principio de la sabana tambi¨¦n ayuda a explicar la actual polarizaci¨®n pol¨ªtica. Hoy nuestro inter¨¦s personal no siempre coincide con el de nuestra familia, empresa o asociaci¨®n. Pero, en la sabana, s¨ª. Para nuestros antepasados, pertenecer al grupo lo era todo. Fuera solo hab¨ªa muerte. Y esa r¨¦mora resuena a¨²n en nuestros cerebros, con lo que, a menudo preferimos la lealtad a la tribu (ejemplo PP o PSOE) antes que nuestro propio inter¨¦s. Quiz¨¢s una determinada pol¨ªtica de pensiones, o educaci¨®n, est¨¢ inicialmente m¨¢s pr¨®xima a nuestras convicciones que la de nuestro partido, pero acabamos defendiendo esta con u?as y dientes.
Esta es la paradoja de nuestra era: cuanto m¨¢s audiovisuales y modernos son los pol¨ªticos, m¨¢s emotiva y ancestral es la pol¨ªtica. @VictorLapuente
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