Pandemia con ¡®p¡¯ de pol¨ªtica
La falta de solidaridad de nuestros dirigentes, incapaces de superar fanatismos ideol¨®gicos incluso en momentos tan graves como los que vivimos, es desesperante
Solo s¨¦ que no s¨¦ nada. Esta frase, atribuida a S¨®crates, es la m¨¢s famosa de toda la historia de la Filosof¨ªa y quiz¨¢ por ello asistimos a los intentos de eliminar semejante disciplina del curr¨ªculum estudiantil. Corren tiempos en que la mayor¨ªa de las clases dirigentes no desea reconocer errores ni asumir responsabilidades. Con ocasi¨®n de la actual pandemia, por ejemplo, el presidente Pedro S¨¢nchez declar¨® hace a?o y medio que hab¨ªa ¡°vencido al virus¡±. Sucesos posteriores pusieron de relieve lo infundado de esa jactancia, lo que no evit¨® que en noviembre de 2020 asegurara que est¨¢bamos ante el principio del fin de la pandemia. Incluso hace apenas semanas que prestigiosos cient¨ªficos europeos pronosticaron que la pesadilla terminar¨ªa m¨¢s o menos en la primavera pr¨®xima, lo que funcionarios gubernamentales de varios pa¨ªses se apresuraron a poner de relieve como si ese previsible final feliz se debiera a su gesti¨®n. Para su desgracia y la nuestra el optimismo acab¨® d¨ªas despu¨¦s cuando la Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) avis¨® de la seria amenaza que constituye la variante ¨®micron del SARS-Cov-2, que incorpora hasta m¨¢s de 30 mutaciones del virus original. Las bolsas mundiales se desplomaron y cundieron las alarmas en numerosos pa¨ªses, al tiempo que volv¨ªan a restringir la movilidad de los ciudadanos. El cansancio popular generado por las pol¨ªticas tendentes a eliminar riesgos ya hab¨ªa generado manifestaciones y protestas en la mayor¨ªa de las naciones desarrolladas, donde el negacionismo frente a las vacunas es sorprendentemente grande trat¨¢ndose de sociedades cultas. Ahora cunde el desconcierto porque los cient¨ªficos demandan m¨¢s tiempo para analizar el impacto de la ¨®micron en el devenir de la enfermedad. Mientras unos consideran que constituye un riesgo superlativo, otros se atreven a denominarlo como un regalo de Navidad, pues aunque sea m¨¢s contagiosa sus efectos sobre la salud parecen por el momento m¨¢s leves, lo que indicar¨ªa que en el futuro cercano no venceremos al virus, pero aprenderemos al menos a convivir con ¨¦l.
Asist¨ª d¨ªas pasados en Rep¨²blica Dominicana a un congreso organizado por el Foro Global del Conocimiento a instancias del ya legendario expresidente del pa¨ªs, Leonel Fern¨¢ndez. La reuni¨®n trataba de responder a preguntas que los ciudadanos se hacen sobre las consecuencias de la epidemia para la vida de las personas, y sus efectos sobre la econom¨ªa mundial. Contribuyeron al debate, mediante conexiones virtuales, el director general de la OMS, Tedros Adhanom, y el famoso doctor Fauci, asesor especial del presidente Joe Biden. Tanto ellos como otros cient¨ªficos presentes coincidieron en el ¨¦xito de los procesos de vacunaci¨®n y en la necesidad de acelerarlos y expandirlos. Pero con honestidad intelectual digna de encomio reconocieron, siguiendo a S¨®crates, que apenas sabemos nada, y no tenemos respuestas fiables para las interrogantes ciudadanas. Aunque muchos gobernantes, entre ellos los nuestros, hayan pronosticado repetidas veces la consecuci¨®n de la inmunidad de reba?o y el fin de la epidemia, la conclusi¨®n generalizada fue que la pandemia durar¨¢ no sabemos cuanto tiempo, ni cuando ni en qu¨¦ modo se podr¨¢ lograr la susodicha inmunidad. Todos coincidieron en la necesidad de aplicar una tercera dosis a la poblaci¨®n, ni?os incluidos, y hasta una cuarta, y cuantas m¨¢s sean necesarias, al tiempo que aguardamos a conocer los efectos reales de la ¨®micron y la respuesta a sus efectos de las diversas vacunas. El doctor L¨®pez Carretero, bien conocido por los telespectadores espa?oles, confes¨® sus iniciales dudas respecto a la adjudicaci¨®n inmediata y masiva de dicha tercera dosis, preocupado como est¨¢ por la ausencia de vacunaci¨®n en los pa¨ªses en desarrollo, abandonados a su suerte por los m¨¢s ricos. Al parecer la opini¨®n de sus colegas le convenci¨® de su pertinencia, por lo que se?al¨® que la ciencia cambia y evoluciona, normalmente para bien. De cualquier modo qued¨® claro que las llamadas evidencias cient¨ªficas, tan enarboladas por los pol¨ªticos para argumentar sus cuestionables decisiones, son tambi¨¦n algo relativo.
A la sana honestidad intelectual de los vir¨®logos correspondieron tambi¨¦n los economistas. La inflaci¨®n es la principal preocupaci¨®n en los dominios de su especialidad, sobre todo cuando la deuda global supera el 330% del PIB mundial. Casi nadie se atreve ya a decir que nos encontramos ante un fen¨®meno estrictamente coyuntural. El crecimiento de nuestras econom¨ªas no es en realidad tal, sino un efecto rebote tras las ca¨ªdas en la producci¨®n, y est¨¢ por ver si a la actual crisis de oferta no le sucede otra de demanda, caso de que las variantes del virus vuelvan a presionar sobre la movilidad ciudadana y el comercio mundial.
El caso es que en estos dos ¨²ltimos a?os ya han muerto 5,2 millones de personas a causa de la covid-19, aunque probablemente el n¨²mero sea mayor, dada la debilidad y el falseamiento de las estad¨ªsticas en muchos pa¨ªses. M¨¢s de 100.000 eran ciudadanos espa?oles. No se descarta que la cifra global pueda llegar al doble si no somos capaces de extender la vacunaci¨®n cuando apenas el 5% de los habitantes de ?frica ha recibido la dosis completa. Los gobiernos de todo el mundo se han encontrado y se encuentran ante un desaf¨ªo formidable que no siempre han sabido confrontar. El crecimiento del nacionalismo, impulsado por el cierre de fronteras y el miedo al extranjero, ha deteriorado los comportamientos democr¨¢ticos. ?C¨®mo promover la sociedad abierta cuando lo ¨²nico que sabemos hacer para salvar vidas es cerrarlo todo? Muchos pol¨ªticos pensaron que encaraban una coyuntura favorable para sus expectativas electorales. Vencer al virus era como ganar la guerra. ?Se nos han olvidado las im¨¢genes de los condecorados uniformados informando a la poblaci¨®n sobre las operaciones militares contra el bicho? El comportamiento est¨²pido de algunos dirigentes agrav¨® la situaci¨®n. El ejemplo de Jair Bolsonaro en Brasil explica mejor que nada que en Am¨¦rica Latina, con el 8% de la poblaci¨®n mundial, se contabilice ya el 32% de las v¨ªctimas mortales. No pocos partidos de oposici¨®n, por su parte, so?aron que el desastre ser¨ªa su oportunidad para derribar al poder.
La politizaci¨®n de la lucha contra la pandemia y de la eventual victoria contra ella muestra la falta de ¨¦tica de muchos pol¨ªticos. En nuestro caso, la situaci¨®n hubiera requerido una respuesta solidaria que siguen siendo incapaces de implementar. La adopci¨®n por el gobierno de medidas anticonstitucionales a fin de escapar al control parlamentario de sus actos solo es comparable al guirigay generado por las diferentes decisiones auton¨®micas, en una competici¨®n obscena que ha traficado con el riesgo de sus poblaciones. La falta de solidaridad de nuestros dirigentes, incapaces de superar fanatismos ideol¨®gicos incluso en momento tan graves como los que vivimos, es desesperante. Los ejemplos, tan numerosos que no merece la pena evocarlos. No s¨¦ si estaremos a tiempo de atajar esta situaci¨®n, no presumir tanto de las pol¨ªticas de emergencia ni echar en cara los inevitables fracasos de algunas de ellas. Semejante polarizaci¨®n, que algunos tachan de guerracivilista, es una recurrente verg¨¹enza nacional que da?a el prestigio de la democracia y sus instituciones. No cabe la menor duda de que los responsables pagar¨¢n por ello.
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