Econom¨ªa pol¨ªtica de la pandemia
Cabe pensar que Espa?a no est¨¢ aprovechando como podr¨ªa la ventana de cobertura excepcional que est¨¢ ofreciendo el BCE y que el ajuste estructural que proponen las actuales cuentas llega demasiado pronto
Para bien o para mal, en materia econ¨®mica, a los gobiernos no se les juzga por su gesti¨®n sino por los resultados. Y no es una boutade. El mejor gestor puede hundirse en una crisis econ¨®mica sobrevenida y el peor Gobierno puede salir adelante si las circunstancias le son favorables.
No es una cuesti¨®n de voluntad, que se presupone. Ni la diferencia fundamental reside en la pericia administrativa o burocr¨¢tica, aunque sea una condici¨®n necesaria. Y tampoco se trata de paradigmas, t¨¦rmino del que los economistas abusamos: la caja de herramientas y los fundamentos que explican el funcionamiento de la econom¨ªa no cambian de un d¨ªa para otro, al menos en lo esencial.
Obviamente, hay que querer, poder y saber, respectivamente. Pero para salir bien parado de una crisis econ¨®mica no basta con eso. No basta porque los resultados pueden tardar en llegar, incluso si la gesti¨®n es impecable, y porque, cuando se transita por un camino desconocido y en condiciones ambientales adversas, como est¨¢ ocurriendo durante la pandemia, es f¨¢cil desorientarse, dudar y perder el rumbo. Hace falta, adem¨¢s de lo anterior, contar con un hilo de Ariadna eminentemente pol¨ªtico. Y quien dice pol¨ªtico dice ideol¨®gico, aunque el t¨¦rmino provoque rechazo (por asimilaci¨®n incorrecta a dogma o sectarismo).
Tener una visi¨®n pol¨ªtica importa. De hecho, si la respuesta a la crisis econ¨®mica provocada por la pandemia est¨¢ siendo tan diferente a la crisis financiera internacional de hace 10 a?os es sobre todo porque vemos las cosas de distinta manera. No pensamos lo mismo de la austeridad, ni de las secuelas econ¨®micas, pol¨ªticas y sociales que acarrea la desigualdad, ni del papel de los bancos centrales, ni del salario m¨ªnimo, ni de la fiscalidad de los grandes gigantes digitales, ni somos igual de sensibles a los costes de la transici¨®n ecol¨®gica o a las brechas de g¨¦nero o digital, por citar solamente algunos ejemplos. Nunca sabremos cu¨¢l habr¨ªa sido la pol¨ªtica econ¨®mica de 2020 sin el precedente inmediato de 2010.
Los mecanismos que mueven la econom¨ªa no han cambiado. Pero s¨ª ha cambiado nuestra mirada. Y mucho. El consenso econ¨®mico, desde el FMI hasta la Comisi¨®n Europea, pasando por el BCE, la OCDE y el Banco Mundial, o economistas de la talla de Blanchard y Pisany-Ferry, o banqueros centrales como Lagarde o Hern¨¢ndez de Cos, o medios de comunicaci¨®n como The Economist y Financial Times, o think tanks como Brueghel y PIIE, o Funcas en Espa?a, y un largo etc¨¦tera han venido repitiendo el mismo mensaje, verbalizado de distintas maneras: que, entre d¨¦ficit y gasto, el momento aconseja gasto.
A?¨¢danse a esto dos escuelas que han ganado credenciales acad¨¦micas e intelectuales en la ¨²ltima d¨¦cada: el estudio de la desigualdad, con Piketty, Zucman, Milanovic y tantos otros autores aportando evidencia, y una nueva manera de entender la colaboraci¨®n p¨²blico-privada, con Mazzucato como destacada referente.
Tener una visi¨®n importa y adaptarse a un entorno ideol¨®gico cambiante tambi¨¦n. La ortodoxia es un camino balizado que reduce la incertidumbre, da confianza y facilita la toma de decisiones. Es incluso la raz¨®n de ser de la heterodoxia, que surge como reacci¨®n a algo. Pero la ortodoxia evoluciona, como cualquier canon, especialmente en los momentos m¨¢s convulsos, de manera que quienes no se mueven con ella dejan de ser ortodoxos para ser conservadores. Draghi ha sido un maestro en la cuesti¨®n: primero con la orientaci¨®n de la pol¨ªtica monetaria desde el BCE y ahora con la pol¨ªtica fiscal desde el Palazzo Chigi. Los marcos mentales r¨ªgidos no est¨¢n hechos para situaciones de crisis, mucho menos si son tan disruptivas como la actual.
Y aqu¨ª es donde surgen, en el caso de Espa?a, algunas dudas. Nuestra lectura del momento pand¨¦mico no acaba de estar en sinton¨ªa con un consenso internacional abrumador que constituye, precisamente, uno de los rasgos singulares de esta crisis: a diferencia de lo que ocurri¨® hace una d¨¦cada, esta vez los economistas no nos hemos desangrado en debates existenciales sobre qu¨¦ conviene hacer.
El esfuerzo realizado durante la primera ola de la pandemia fue encomiable y estuvo a la altura de unas circunstancias a todas luces excepcionales: ERTEs, prestaciones por cese de actividad, l¨ªneas de avales ICO, fondo covid-19 a las comunidades aut¨®nomas para reforzar gasto sanitario y educativo, y toda una bater¨ªa de medidas para proteger a los m¨¢s vulnerables.
Sin embargo, desde entonces se han ido acumulando sucesivos episodios que no casan con ese hilo de Ariadna. El primer s¨ªntoma fue la ¡°renta puente¡±, que no lleg¨® a ver la luz y que habr¨ªa complementado (no sustituido) al ingreso m¨ªnimo vital en un momento de extrema necesidad. Sucedi¨® algo parecido con las l¨ªneas ICO, dise?adas para facilitar liquidez a las pymes y, simult¨¢neamente, controlar el riesgo bancario. Desde ese punto de vista cumplieron, pero no abordaron los problemas de solvencia a los que se enfrentaban transitoriamente muchas empresas, especialmente en el sector de la hosteler¨ªa. Las ayudas directas, reclamadas insistentemente durante el oto?o e invierno de 2020, no vieron la luz hasta la primavera de 2021, con una ejecuci¨®n tard¨ªa y decepcionante. Tampoco hemos sido capaces de agilizar el fondo de apoyo a la solvencia de empresas estrat¨¦gicas que gestiona la SEPI, cuyo plazo ha prorrogado la Comisi¨®n Europea hasta el pr¨®ximo 30 de junio. S¨²mese a todo lo anterior la muy lenta ejecuci¨®n de los 27.000 millones de euros de los Fondos europeos presupuestados para este a?o, que muy probablemente generar¨¢n cuellos de botella con los 27.000 millones presupuestados para el a?o que viene.
El colof¨®n ha venido con la evaluaci¨®n que la propia Comisi¨®n ha hecho de nuestros Presupuestos Generales. La econom¨ªa espa?ola sufri¨® en 2020 la mayor recesi¨®n de la zona euro y est¨¢ todav¨ªa lejos de recuperar el nivel de actividad previo a la pandemia. Sin embargo, estando las reglas fiscales europeas en suspenso, somos el ¨²nico pa¨ªs de los 19, junto con Eslovaquia, que ha presentado unos presupuestos contractivos.
Es discutible el uso que la Comisi¨®n hace del concepto ¡°contractivo¡± pero, como quiera que hasta el momento nuestro PIB evoluciona m¨¢s lentamente de lo previsto y se desacopla de la recuperaci¨®n observada en el resto de Europa (incluso con una eventual revisi¨®n al alza por parte del INE, que no cabe descartar), el riesgo asumido parece elevado.
Tomados de uno en uno, todos estos episodios tienen explicaci¨®n propia (pol¨ªtica en unos casos y t¨¦cnica o procedimental en otros), pero tomados en conjunto inducen a pensar que tenemos un problema con el gasto como herramienta de pol¨ªtica econ¨®mica. Y el momento es inoportuno. Cabe pensar que no estamos aprovechando como podr¨ªamos la ventana de cobertura excepcional que nos est¨¢ ofreciendo el BCE y que el ajuste estructural que proponen nuestras cuentas llega demasiado pronto y con m¨¢s intensidad de lo que ser¨ªa conveniente en el contexto econ¨®mico actual, sujeto todav¨ªa a elevada incertidumbre.
Cuando tengamos perspectiva suficiente, la superaci¨®n de esta crisis puede ser una historia de ¨¦xito, con toda su dureza, pero no lo ser¨¢ por la gesti¨®n contable, burocr¨¢tica o administrativa en s¨ª misma, sino por las ideas que guiaron esa gesti¨®n. Y en eso no est¨¢ permitido errar. La pol¨ªtica econ¨®mica tiene que ser econ¨®mica, pero ante todo tiene que ser pol¨ªtica.
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