Discretas, prudentes y humildes
La carrera judicial no es diferente a la sociedad y mientras las mujeres no confiemos en nuestras capacidades seguir¨¢ habiendo una parad¨®jica relaci¨®n entre las j¨®venes generaciones y quienes ocupan los altos cargos
El otro d¨ªa se produjo en Barcelona la entrega de los 188 despachos de la 70? promoci¨®n de jueces, de los cuales 134, un 71%, eran mujeres. El creciente n¨²mero de juezas a?o tras a?o contrasta con la impert¨¦rrita y congelada c¨²pula judicial, donde los varones siguen siendo una abrumadora mayor¨ªa.
Curiosamente, algunas opiniones que se vertieron en redes sociales y ¨¢mbitos period¨ªsticos acerca del real evento fueron de preocupaci¨®n por la posibilidad de que, en unos a?os, no accediesen apenas hombres a la carrera judicial, como si los siglos de exclusividad varonil no hubieran sido en s¨ª mismos una irregularidad. Tan normalizado tenemos el oligopolio de la masculinidad que se llega a percibir como amenazante la posibilidad de que pueda producirse una inversi¨®n de los porcentajes.
Se ha hablado tanto del ¡°techo de cristal¡± que me niego a aburrir al personal con datos, hip¨®tesis, acusaciones o lamentos. Ni los m¨¢s recalcitrantes negacionistas de la desigualdad por raz¨®n de g¨¦nero pueden ignorar el hecho de que las mujeres seguimos teniendo poca representatividad en las directivas de las empresas y de las organizaciones, tanto p¨²blicas como privadas. Solo hay que darse un paseo por eventos empresariales, saraos profesionales y entregas de premios para apreciar emp¨ªricamente el lobby testoster¨®nico que los puebla ¡ªcon honrosas y heroicas excepciones¡ª.
Esta realidad no solo se produce entre los togados. En el sector de la enfermer¨ªa, pese a que un 84,2% de los profesionales son mujeres, su principal sindicato, SATSE, est¨¢ presidido por un hombre, en una ejecutiva en la que el porcentaje de mujeres es de solo un 62%. Algo parecido sucede en el mundo de la ense?anza, donde la proporci¨®n de mujeres maestras es de cuatro frente a cada hombre, y, sin embargo, cerca del 40% de los directores de colegio son varones.
Discusiones en airados enfrentamientos tratan de explicar con respuestas facilonas el porqu¨¦ de tal falta de f¨¦minas en las c¨²pulas de poder. De entre todas ellas hay que destacar el incontestable dato de que apenas hay candidatas que opten a puestos de responsabilidad. Las cargas familiares y, sobre todo, las apetencias personales de uno y otro g¨¦nero, son las excusas m¨¢s utilizadas para justificarlo. La primera de ellas empieza a ser poco cre¨ªble, porque Espa?a es ¡ªjunto con Luxemburgo¡ª el pa¨ªs de la Uni¨®n Europea con la maternidad m¨¢s tard¨ªa y donde la tasa de natalidad ha descendido en 10 a?os casi tres puntos hasta situarse en un 7,15%. No se puede justificar todo lo que se refiera a las mujeres con nuestra capacidad biol¨®gica de gestar.
En cuanto a las preferencias de las mujeres, es cierto que generalmente reivindicamos nuestro derecho a llevar una vida tranquila, sin estridencias, sin desear realmente asumir cargas m¨¢s all¨¢ de las propias de nuestra profesi¨®n. Desde los sectores m¨¢s liberales se defiende el derecho de las mujeres a ser diferentes a los hombres, a no tener por qu¨¦ presentarse a candidatas de nada, culpando en ocasiones al feminismo de presionarlas e impedirles decidir con libertad. L¨®gicamente, las ganas de complicarse la vida van en el car¨¢cter de cada uno, pero no hay raz¨®n biol¨®gica que lastre este deseo en unas a la vez que lo potencia en otros. En el caso de existir una diferente forma de abordar los retos a los que enfrentarnos, tendr¨ªa un origen cultural, no org¨¢nico.
En el caso de la carrera judicial, solo aproximadamente un 34% de los candidatos a cargos discrecionales han sido mujeres, lo cual limita enormemente la posibilidad de que estas sean designadas. M¨¢s de la mitad de los jueces espa?oles son mujeres en la franja de edad de menos de 60 a?os, por lo que es preocupante que haya un porcentaje tan peque?o de magistradas que decidan dar el paso. Por otra parte, teniendo en cuenta las edades que suelen gastarse los elegidos (en el Tribunal Supremo, por ejemplo, la media de edad est¨¢ en los 63 a?os), resulta harto improbable que el motivo de tal falta de postulaci¨®n sean las cargas familiares. Aunque no podemos soslayar el hecho de que durante la carrera profesional las mujeres puedan verse perjudicadas frente a sus compa?eros a la hora de mejorar su curriculum por dedicarse tradicionalmente al cuidado del hogar, esta diferencia cada vez es menor entre las generaciones m¨¢s j¨®venes y, sin embargo, persiste la ausencia de mujeres que piden ser tomadas en cuenta en los procesos selectivos.
La Comisi¨®n de Igualdad del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) ¡ªcuyo papel en el eterno mandato de este caducad¨ªsimo ¨®rgano ha pasado sin pena ni gloria¡ª finalmente no ha encargado el prometido estudio por el que se iban a investigar con medios demosc¨®picos y sociol¨®gicos los motivos por los que las mujeres no optaban a cargos discrecionales. Una pena: desconocemos cu¨¢l es la ra¨ªz del problema, y, por tanto, no podremos trabajar eficazmente para atajarlo. Mientras tanto, la utilizaci¨®n de instrumentos artificiales de igualaci¨®n seguir¨¢ siendo rechazada por unos y otras, potenciando el s¨ªndrome del impostor que atenaza a muchas mujeres, que se muestran incapaces de reconocer su propia val¨ªa y sus logros.
Intuitivamente, me inclino por pensar que el problema es como una pescadilla que se muerde la cola, en una mec¨¢nica circular de causa que produce un efecto que, a su vez, se convierte en la causa. El opaco sistema de nombramientos y la preferencia para insacularse de entre los miembros del mencionado lobby masculino, lleva a que las pocas mujeres que se postulan, finalmente no sean elegidas, lo que justifica las prevenciones de posibles candidatas futuras. Una din¨¢mica de dif¨ªcil ruptura, alimentada por un sistema de nombramientos entre nepotista y arbitrario, y donde el papel preferente de la mujer, a¨²n formando parte de un poder del Estado, sigue siendo el de la discreci¨®n, la prudencia y la humildad. Como muestra de la asunci¨®n de roles tradicionales femeninos por parte (tambi¨¦n) de los jueces hay que destacar el dato de que solo un 2% de las excedencias por el cuidado de un hijo concedidas por el CGPJ fueron solicitadas por varones.
La carrera judicial no es diferente a la sociedad a la que sirve, sino que es fiel reflejo de esta, para lo bueno y para lo malo. Pese a ostentar un poder del Estado y dictar a diario sentencias que resuelven situaciones de desigualdad de g¨¦nero en diversos ¨¢mbitos del derecho, las mujeres seguimos sin querer asumir un mayor protagonismo en la Justicia. Nos sentimos c¨®modas en los juzgados, en los cargos a los que se accede por antig¨¹edad y donde no pueden cuestionarnos, pero no nos atrevemos a presentar m¨¦ritos evaluables en procesos selectivos en los que tengamos que competir con hombres y ser examinadas. Lamentablemente, mientras las mujeres no confiemos colectivamente en nuestras capacidades de la misma forma en la que lo hacen los varones, seguir¨¢ habiendo una parad¨®jica relaci¨®n entre las j¨®venes generaciones y quienes ocupan los altos cargos judiciales. Quiz¨¢ lo primero que haya que hacer sea dejar de considerar como m¨¦ritos femeninos la discreci¨®n, la prudencia y la humildad frente a las valoradas cualidades masculinas de la popularidad, la audacia y el liderazgo. El lenguaje inclusivo sirve de poco si la sem¨¢ntica de las palabras cambia en funci¨®n del g¨¦nero.
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