Las amenazas de Putin
Rusia finge mantener sus compromisos multilaterales, pero ha entrado en la senda de su constante vulneraci¨®n
Al presidente de Rusia, Vlad¨ªmir Putin, se le entiende todo, incluso cuando miente. Es l¨®gico cuando se llevan 21 a?os en el poder y no hay intenci¨®n alguna de dejarlo. Su conferencia de prensa anual de cuatro horas de duraci¨®n el jueves no ofrece dudas. La t¨¦cnica es conocida: el gigante abusador se lamenta porque se siente d¨¦bil y amenazado. Ha contado con la complicidad de Lukashenko, el dictador europeo m¨¢s veterano, para crear artificialmente una crisis de refugiados en las fronteras europeas. Tampoco ofrece dudas su historial anexionista y desestabilizador en el exterior, y autoritario y sanguinario en el interior. Ahora est¨¢ acumulando tropas, carros de combate y armamento en las fronteras con Ucrania. Pero se?ala a la Alianza Atl¨¢ntica como una organizaci¨®n amenazante, mientras sus medios oficiales redoblan los tambores de una propaganda que atribuye las intenciones guerreras precisamente a quienes se hallan sometidos a sus intimidaciones.
Putin sigue el viejo consejo del presidente de Estados Unidos, Theodor Roosevelt: habla con suavidad sin dejar de esgrimir el enorme bast¨®n de la intervenci¨®n militar. Cuando dice que los europeos tienen garantizado el gas durante los meses de invierno, todo el mundo entiende que cerrar¨¢ el grifo si se contrar¨ªan sus designios. Lo mismo sucede cuando atribuye instintos guerreros a Estados Unidos, a la Uni¨®n Europea y a la OTAN. El mundo est¨¢ cambiando y Putin cuenta que este es el momento para aprovechar las debilidades de Washington, con su democracia amenazada en casa, y de una Europa dubitativa y dividida, cuya seguridad depende de Estados Unidos, sus calefacciones de Rusia y de los pa¨ªses ¨¢rabes y sus fronteras de la cooperaci¨®n no siempre diligente de sus vecinos autoritarios.
El objetivo, abiertamente esgrimido en p¨²blico y con plazos perentorios, es obtener garant¨ªas escritas y vinculantes de que la Alianza Atl¨¢ntica no seguir¨¢ ampli¨¢ndose hacia el Este y Ucrania jam¨¢s se unir¨¢ a esa organizaci¨®n. Quiere un nuevo reparto de Europa como el que Stalin obtuvo en Yalta en 1945. La propuesta significa corregir la historia y dar por buena la vulneraci¨®n de los acuerdos multilaterales del ¨²ltimo medio siglo de la que ¨¦l es el primer responsable, concretamente los de Helsinki de 1975, sobre la integridad de los Estados firmantes y la invulnerabilidad de sus fronteras, y el memor¨¢ndum de Budapest de 1994, firmado por Mosc¨², por el que se manten¨ªa la soberan¨ªa y las fronteras de Ucrania, con Crimea incluida, a cambio del desmantelamiento de su arsenal nuclear y bal¨ªstico.
La Rusia de Putin es una potencia revisionista, que finge mantener sus compromisos multilaterales, pero ha entrado en la senda de su constante vulneraci¨®n. Esgrime unos compromisos sobre la fijaci¨®n de las fronteras de la OTAN y la creaci¨®n de una zona gris entre Rusia y Alemania de los que no hay rastro alguno escrito y firmado. En cambio, desatiende los acuerdos multilaterales vinculantes, al igual que China ha hecho con Hong Kong.
Tal actitud evoca inevitablemente las lecciones extra¨ªdas de los a?os treinta del pasado siglo, cuando las pol¨ªticas de apaciguamiento de las potencias europeas ante las amenazas de Hitler condujeron primero a las anexiones de Austria y Checoslovaquia y luego, a la invasi¨®n de Polonia y a la guerra.
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