Psiquiatr¨ªa y salud mental: ?palabra o acci¨®n?
La atenci¨®n a los trastornos mentales no requiere grandes planes, sino soluciones complejas y a largo plazo que deben empezar por una mayor inversi¨®n en profesionales
En Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes, Mario le dice a su madre: ¡°?No te parece significativo, por ejemplo, que el concepto de lo justo coincidiera siempre sospechosamente con nuestros intereses?¡±. En estos meses en los que la salud mental ha saltado a la palestra y est¨¢ presente en la esfera pol¨ªtica y medi¨¢tica, el acercamiento ideol¨®gico a problemas pr¨¢cticos del d¨ªa a d¨ªa de las personas hace esta frase m¨¢s relevante que nunca. El legislar sobre lo que se considera justo, en este caso relacionado supuestamente con la salud mental, desde la ideolog¨ªa (o ¡°nuestros intereses¡±) no ha hecho m¨¢s que fomentar el enfrentamiento.
De confrontaci¨®n y ganancias secundarias a trav¨¦s de la misma los psiquiatras sabemos un poco. Existe un conocido mecanismo de defensa al que como profesionales estamos acostumbrados, es el de la escisi¨®n. Aparece frecuentemente en trastornos como el trastorno l¨ªmite de la personalidad y consiste en dividir entre buenos y malos lo que genera malestar y conflicto. Divide y vencer¨¢s. En el campo de la psiquiatr¨ªa no podemos permitir que irrumpa la escisi¨®n entre todos los agentes interesados, empezando por usuarios y profesionales. Nos va mucho en ello.
Nos preocupa y nos ocupa estas ¨²ltimas semanas la Ley General de Salud Mental que se aprob¨® a tr¨¢mite en septiembre de este a?o. Hemos vivido lo suficiente como para conocer que un abordaje espec¨ªfico de las personas con trastornos mentales, al margen del resto del sistema sociosanitario, se vuelve en su contra. Mirando atr¨¢s sabemos d¨®nde no queremos volver.
Por cierto, se?ores pol¨ªticos, se llaman trastornos mentales. As¨ª, con todas las letras. Como con todas las letras se llama c¨¢ncer al c¨¢ncer, o sida al sida. No hablar de algo o intentar ocultar con eufemismos una realidad dura no la har¨¢ menos dura. No hablar de personas con esquizofrenia, personas con discapacidad intelectual, personas con autismo o personas con trastorno bipolar no har¨¢ que no existan esas personas ni sus necesidades. El intentar esconderlas bajo eufemismos como malestares de la vida ps¨ªquica o mala salud mental, no disminuir¨¢ su carga, ni la de sus familiares. Es este otro ejemplo de c¨®mo estigmatizar diciendo que se busca lo contrario.
La completa integraci¨®n de la atenci¨®n sanitaria de las personas con trastorno mental dentro del sistema p¨²blico de salud es una reivindicaci¨®n que ha requerido d¨¦cadas de trabajo por parte de m¨²ltiples colectivos. Se han dado en las ¨²ltimas d¨¦cadas importantes y decisivos pasos que han permitido una mejora en la atenci¨®n sanitaria a las personas con trastorno mental. Todav¨ªa queda mucho que conseguir y mejorar. Sin embargo, no creemos que lo que le falta a la salud mental y m¨¢s concretamente a las personas con trastornos mentales (s¨ª, a esos que la OMS dice afectan a uno de cada cinco europeos) y sus familias sea una legislaci¨®n espec¨ªfica. Los trastornos mentales, aceptando de inicio la complejidad bajo el paradigma biopsicosocial de los mismos, precisan de la integraci¨®n de m¨²ltiples agentes. La segregaci¨®n lo que hace es estigmatizar. Identificar a un colectivo y hacer con ¨¦l mismo lo que no se har¨ªa con otros (personas con enfermedades neurol¨®gicas, oncol¨®gicas o cardiovasculares) no deja de ser una forma de estigma. Legislar a espaldas de los propios usuarios, sus familias y asociaciones no parece la ruta a seguir, a no ser que se haga para intentar conseguir un pu?ado de votos, esos que vienen de la mano de la confrontaci¨®n.
Es importante no confundir s¨ªntomas con trastornos, para eso la Organizaci¨®n Mundial de la Salud publica peri¨®dicamente sus clasificaciones diagn¨®sticas para todas las ¨¢reas de la medicina, incluida la psiquiatr¨ªa, en la que se engloban los trastornos mentales. Personas con ¡°malestar ps¨ªquico¡± o ¡°malestares de la vida cotidiana¡± a los que se refiere la propuesta de Ley General de Salud Mental somos todos. Los servicios p¨²blicos de salud deben promocionar la salud, prevenir trastornos y detectarlos y tratarlos cuando sea necesario. Todo ello para disminuir la incidencia y prevalencia de trastornos mentales y mejorar su pron¨®stico.
Cualquier persona que conozca la situaci¨®n de los trastornos mentales en nuestro pa¨ªs sabr¨¢ que lo que hace falta ahora son menos leyes y m¨¢s inversi¨®n. Lo que se precisa es reducir las listas de espera, una mayor frecuencia de visitas, posibilidad de acceder a tratamientos basados en la evidencia, incluyendo las psicoterapias, mayor n¨²mero de recursos intermedios, facilitar el acceso al trabajo para personas con trastorno mental, el acceso a pol¨ªticas relacionadas con la dependencia desde la enfermedad mental, etc.
Los problemas complejos requieren soluciones complejas, y a nadie se le escapa que los trastornos mentales deben englobarse bajo el paradigma de lo biopsicosocial. El reduccionismo no funciona en psiquiatr¨ªa. Atribuir a la pobreza los trastornos mentales, al margen de la evidencia de una similar incidencia de los trastornos mentales graves en pa¨ªses ricos y pobres, o ignorar que los trastornos mentales producen una deriva social en qui¨¦n los padece que les lleva a la pobreza son buenos ejemplos de ello. Confundir relaci¨®n con causalidad es un error f¨¢cil del que no es experto en la materia, m¨¢xime si no consulta con quien sabe del tema.
En un pa¨ªs en el que la inversi¨®n en salud mental en relaci¨®n al gasto total sanitario es casi dos puntos porcentuales inferior a la media europea y con una de las menores tasas de psiquiatras, psic¨®logos cl¨ªnicos y enfermeras de salud mental por poblaci¨®n de Europa, urge traducir las necesidades en presupuestos. M¨¢xime cuando sabemos por los estudios cl¨¢sicos de la Escuela de Econom¨ªa de Londres (LSE) que la inversi¨®n en salud mental y que la detecci¨®n e intervenci¨®n temprana se traducen a medio y largo plazo en retorno econ¨®mico para los Estados, para el sistema p¨²blico, para todos. El cortoplacismo no funciona en las pol¨ªticas relacionadas con nuestra especialidad. Pero eso a algunos poco parece importarles.
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