?D¨®nde han ido a parar el infierno, el purgatorio y el limbo?
La Iglesia siempre ha evolucionado con mayor lentitud que la sociedad civil y, sin embargo, siempre entre bastidores, ha sido m¨¢s abierta de lo que parec¨ªa en la superficie oficial
No s¨¦ si los cat¨®licos se han dado cuenta de que la Iglesia hace a?os que no habla de lo que llamaba los nov¨ªsimos o postrimer¨ªas, como el infierno gobernado por los demonios, donde iban los que mor¨ªan en pecado mortal, lo que inspir¨® la Divina Comedia de Dante Alighieri con las famosas calderas de fuego hirviendo; el purgatorio, un lugar de espera para quienes hab¨ªan cometido pecados veniales; el limbo de los ni?os que mor¨ªan sin bautizar, un lugar donde ni sufr¨ªan ni gozaban, y por fin los jardines del cielo donde todo era gozo. Se trata de una doctrina que, en realidad, nunca fue dogma de fe, pero que la Iglesia us¨®, sobre todo en la Edad Media, para atemorizar a los fieles y alejarlos del pecado, sobre todo del relacionado con el sexo.
Esos nov¨ªsimos fueron objeto de los m¨¢s disparatados detalles como que el purgatorio pod¨ªa durar entre 36 y 48 horas, mientras le resultaba dif¨ªcil a la Iglesia explicar el sentido del limbo de los ni?os muertos sin bautismo, ya que nunca podr¨ªan ni sufrir ni gozar.
Poco a poco los ¨²ltimos Papas, desde el conservador polaco Juan Pablo II al no menos conservador Benedicto XVI, el alem¨¢n Ratzinger, fueron vaciando de contenido desde el limbo al infierno, al que creo que el liberal Francisco nunca ha nombrado.
El proceso de ir vaciando de contenido esos nov¨ªsimos lo inici¨® Juan Pablo II con una historia que pocos conocen. Comenz¨® por eliminar el limbo del nuevo Catecismo posconciliar. Y es que resulta que a Wojtyla le hab¨ªa nacido una hermana muerta. Sus padres eran ultracat¨®licos. Su pap¨¢ era un militar muy r¨ªgido. Supimos lo de su hermana porque un d¨ªa nos cont¨® que hab¨ªa querido recoger en una sola tumba a toda su familia y a?adi¨®: ¡°menos a mi hermana que naci¨® muerta¡±. En aquellos tiempos, entre los cat¨®licos, cuando un ni?o nac¨ªa muerto, al estar con el pecado original y sin bautismo, no pod¨ªa ir al cielo y por ello no se le enterraba sino que se le echaba a la basura.
Quiz¨¢s por ello, llegado a Papa, Juan Pablo II quiso quitarse la pesadilla de que su hermana nacida muerta pudiera estar en el limbo y lo elimin¨®. Se coment¨® entonces ir¨®nicamente que Wojtyla, ya Papa, hab¨ªa querido vengarse y elimin¨® el limbo. Y Juan Pablo II no se par¨® all¨ª, sino que sorprendi¨® un d¨ªa al afirmar que el infierno ¡°no era un lugar f¨ªsico sino un estado de ¨¢nimo¡±. Fue un paso de gigante en la teolog¨ªa que han mantenido hasta hoy sus sucesores.
Cuando a veces se critica que la Iglesia es inm¨®vil, que nunca se renueva o moderniza, el hecho de haber empezado desmitificando los famosos nov¨ªsimos que ya no ser¨ªan lugares f¨ªsicos, supone en realidad un paso de gigante y vac¨ªa al catecismo cat¨®lico de los miedos que hab¨ªa creado la Iglesia para amedrentar a sus fieles e intentar alejarlos del pecado.
Dado ese primer paso, no ser¨ªa dif¨ªcil que lo que le est¨¢ a¨²n costando al moderno papa Francisco integrar, por ejemplo, a la mujer en la Iglesia admiti¨¦ndola al sacerdocio con todos los derechos. Puede llevarlo a cabo su sucesor, si quienes est¨¢n esperando su muerte no consiguen elegir otro pont¨ªfice amante de la vieja doctrina de las postrimer¨ªas.
Lo cierto es que la Iglesia Cat¨®lica, si bien se ha resistido siempre a modernizarse y a caminar seg¨²n el ritmo de los tiempos, tendr¨¢ que entender el mundo que con los avances de la ciencia y de la tecnolog¨ªa genera ciudadanos y cristianos m¨¢s libres, a quienes les resulta imposible hoy aceptar los restos de oscurantismo de la Iglesia de la Inquisici¨®n y abogan por una fe que responda a los anhelos de renovaci¨®n del mundo.
Como todos los procesos hist¨®ricos, tambi¨¦n el de la Iglesia milenaria ha ido evolucionando aunque lentamente, pero, como aconteci¨® en el Concilio Vaticano II, adapt¨¢ndose a la evoluci¨®n de la Historia. Hay por ejemplo, en los textos aprobados en aquel Concilio que revolucion¨® a la Iglesia, una afirmaci¨®n que hace siglos hubiese sido incre¨ªble dada la misoginia de las religiones. Es el texto en el que se reconoce que la sexualidad no est¨¢ enderezada solo a la procreaci¨®n, sino que es una ¡°nueva forma de di¨¢logo¡± entre las personas.
La Iglesia siempre ha evolucionado con mayor lentitud que la sociedad civil y, sin embargo, siempre entre bastidores, fue m¨¢s abierta de lo que aparec¨ªa en la superficie y en los documentos oficiales. Recuerdo al respecto que cuando estudiaba Teolog¨ªa en la Universidad Gregoriana de Roma, cuyos profesores eran jesuitas de m¨¢s de 40 pa¨ªses y que siempre fue considerada a la vanguardia de las nuevas corrientes de renovaci¨®n, un profesor, con varios doctorados a la espalda, se permiti¨® un d¨ªa recordarnos un chiste sobre los nov¨ªsimos que sab¨ªa muy bien que no eran ning¨²n dogma de fe.
Nos cont¨®, como para desmitificar el infierno, el cielo y el purgatorio, que a un conocido suyo se le hab¨ªa muerto su mejor amigo que, seg¨²n ¨¦l, era un santo. Cuando tambi¨¦n ¨¦l muri¨®, estaba curioso por encontrarlo y se fue al cielo, seguro que su amigo hab¨ªa ido all¨ª directamente. No estaba. Extra?ado, se fue a ver si se encontraba en el purgatorio, ya que podr¨ªa haber cometido algunos pecadillos menores. Y su extra?eza fue que tampoco estaba all¨ª. Que pudiera estar en el infierno era imposible porque era considerado como un santo en vida. Eso s¨ª, era un friolero empedernido y no soportaba una corriente de aire. Llam¨®, aunque esc¨¦ptico, a la puerta del infierno sin esperanzas de encontrarlo cuando escuch¨® una voz que gritaba: ¡°Cierra esa puerta, por favor, que est¨¢ entrando corriente¡±. El amigo ya no tuvo dudas, era su amigo friolero que hab¨ªa preferido el fuego del infierno donde estar¨ªa calentito. El famoso te¨®logo sab¨ªa muy bien ya entonces que la doctrina del infierno, el purgatorio y el limbo no eran ning¨²n dogma de fe y quiso relativizarlos a sus alumnos.
No sab¨ªa que a?os despu¨¦s ser¨ªa un Papa, y conservador, el que revolucionaria la doctrina medieval de los nov¨ªsimos.
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