La derecha de Am¨¦rica Latina necesita un futuro, no un pasado
Los pol¨ªticos m¨¢s neoliberales fracasaron por su desconexi¨®n con la ciudadan¨ªa y los m¨¢s reaccionarios han apelado al viejo fantasma del comunismo, pero perdieron sus ¨²ltimas tres elecciones. ?Qu¨¦ les queda a los partidos conservadores de la regi¨®n?
El diagn¨®stico de la temporada es que Am¨¦rica latina gira a la izquierda. Los n¨²meros tienen otra versi¨®n: de las ¨²ltimas 16 elecciones competitivas que hubo en la regi¨®n ocho terminaron en manos de la derecha o centroderecha y el resto en la acera de enfrente. No obstante, los triunfos de Xiomara Castro en Honduras, de Pedro Castillo en el Per¨² y, especialmente, el impacto de la ampl¨ªsima victoria de Gabriel Boric en Chile han sido determinantes para la sensaci¨®n de oleada izquierdista. Sin embargo, con ¨¢nimo de investigador de naufragios, me gustar¨ªa acercarme aqu¨ª al reverso de esa ola: ?Qu¨¦ est¨¢ pasando en la derecha continental?
Make Latin America great again
La elecci¨®n de Jair Bolsonaro en 2018 destap¨® algo nuevo en Am¨¦rica Latina. Tras d¨¦cadas en que la derecha era asimilada al universo del Consenso de Washington ¡ªesencialmente, recetas de liberalizaci¨®n econ¨®mica¡ª, el presidente brasile?o bland¨ªa una agenda en que las preocupaciones econ¨®micas palidec¨ªan frente a un ¨ªmpetu reaccionario en lo social, cultural y pol¨ªtico. Ayudado por el ejemplo de Trump y de las nuevas rebeld¨ªas antiprogresistas que el historiador Pablo Stefanoni ha estudiado, despuntaba una derecha peculiar.
El ¨ªmpetu se propag¨® en la regi¨®n y se visti¨® de anticomunismo. Curiosamente, para defender la libertad, Bolsonaro y Kast expresaban admiraci¨®n por las dictaduras de los setenta. Mientras en Per¨², Keiko Fujimori reivindicaba el gobierno de su padre que, en varios sentidos, fue la versi¨®n tard¨ªa de aquellos reg¨ªmenes militares. La derecha latinoamericana, en suma, descongel¨® el arsenal de la guerra fr¨ªa y sali¨® a librar la ¡°batalla cultural¡± contra el comunismo.
Curiosamente, para defender la libertad, Bolsonaro y Kast expresaban admiraci¨®n por las dictaduras de los setenta¡±
Pero sus tres ¨²ltimos intentos electorales fracasaron. En Honduras, el grito de ¡°patria s¨ª, comunismo no¡± contra Xiomara Castro result¨® infructuoso; en Per¨², para evitar que el pa¨ªs se transforme en Peruzuela, la derecha en pleno resignific¨® a Keiko Fujimori, qui¨¦n pas¨® a personificar la libertad; y en Chile, para impedir que se transforme en Chilezuela, Kast y la derecha creyeron que bastar¨ªa con convocar al viejo anticomunismo. Perdieron en todos los casos.
No es extra?o que estas propuestas que parecieran buscar retroceder el reloj de la historia fracasen. De un lado, el miedo es un sentimiento que puede eventualmente brindar un triunfo electoral, sobre todo en sociedades con sistemas pol¨ªticos fragmentados y en la cual dos tercios de la ciudadan¨ªa considera que todos los pol¨ªticos son corruptos, como se?ala la encuesta Lapop de 2021. Sin embargo, es un sentimiento con el cual no se construye un horizonte com¨²n o una posibilidad de mejoras sustantivas.
Ahora bien, m¨¢s importante que el anticomunismo de temporadas electorales, son las pretensiones retardatarias que sostienen a estas propuestas. Como la repetida valoraci¨®n de la ¡°familia¡± que, de forma velada ¡ªy a veces no tanto¡ª, busca mantener a las mujeres en casa, o el rechazo expl¨ªcito a las diversidades sexuales. O agitar la xenofobia, relativizar el racismo o rendirle pleites¨ªa a VOX, el partido espa?ol que ha crecido impulsando exclusiones de distinto tipo. Una derecha, en s¨ªntesis, que no apunta ni al futuro ni a la integraci¨®n. Tal vez ning¨²n dato lo condense mejor que el porcentaje de mujeres menores de 30 a?os que vot¨® por Boric: 70%.
Es decir, a¨²n rechazando a Trump, es comprensible que en Estados Unidos haya un sector que a?ora alguna Am¨¦rica del pasado (cuando ser blanco brindaba alg¨²n tipo de garant¨ªa en la vida, cuando hab¨ªa trabajo en las minas, cuando los sindicatos eran fuertes), pero ir en busca del tiempo dorado en que Am¨¦rica Latina fue ejemplar es simplemente rid¨ªculo.
Administrar mejor el statu quo
Tambi¨¦n existe otra derecha en el continente, legataria del neoliberalismo de hace tres d¨¦cadas. Pedro Pablo Kuczynski en el Per¨², Sebasti¨¢n Pi?era en Chile, Guillermo Lasso en Ecuador y, con algunas diferencias, Mauricio Macri en Argentina, han encarnado en los ¨²ltimos a?os una derecha gerencial empe?ada en reanimar las reformas del Consenso de Washington. En pa¨ªses como Argentina y Ecuador significa remendar el mundo precorreista y prekirchnerista, lo cual dif¨ªcilmente ilusiona a la ciudadan¨ªa. En Per¨², en Chile y en la Colombia de Duque aparece como una promesa de hacer lo de siempre, pero un poquito mejor.
Sin embargo, el ¨¦xito fue esquivo a los presidentes-gerentes: Kuczynski no pudo mantenerse en el poder, acusado de hacer negocios con Odebrecht; Pi?era le declar¨® la guerra a su pueblo y luego se supo que algunas de sus pol¨ªticas rindieron frutos a su familia en las Islas V¨ªrgenes brit¨¢nicas; Macri, quien hab¨ªa dicho que la inflaci¨®n se solucionaba de un cocacho, fracas¨® en enrumbar la econom¨ªa argentina y perdi¨® la reelecci¨®n.
Adem¨¢s ¡ªy acaso, sobre todo¡ª demostraron una tremenda desconexi¨®n con sus pa¨ªses. Rescataron apellidos rimbombantes, parec¨ªan apostar a una plutocracia de facto, mientras profundizaban lo que Viridiana Rios denomina, para el caso mexicano, la ¡°g¨¹eritocracia¡±. Por si fuera poco, sus nombres suelen aparecer en los papers que a cada tanto segregan los para¨ªsos fiscales. En resumen, una derecha que encarna a una minor¨ªa latinoamericana que, en sus colegios de lujo, sus barrios enrejados y en sus clubes exclusivos, no aprende a ser ciudadana de sus pa¨ªses, sino due?as de sus pa¨ªses.
El desaf¨ªo
Diversas investigaciones de ciencia pol¨ªtica han mostrado que el asentamiento de partidos conservadores ha sido crucial para la institucionalizaci¨®n de las democracias en Europa y Am¨¦rica Latina. As¨ª que nuestras democracias necesitan una derecha (y una izquierda, si hace falta recalcarlo en estos d¨ªas polarizados). Pero no nos sirve una derecha saudosa de las dictaduras militares u otra nost¨¢lgica de aquel tiempo en que el neoliberalismo era un arrebato renovador. La derecha est¨¢ obligada a inventar algo futurible. Y transversal.
No solo por un asunto de estrategia electoral. Aunque el terror como eslogan haya perdido recientemente en varios pa¨ªses, el Brasil demuestra que cuando triunfa da lugar a una desgracia gubernamental: una inflaci¨®n importante, la econom¨ªa languidece y, tras m¨¢s de seiscientos mil muertos por la pandemia, Bolsonaro sigue sin vacunarse y ahora combate la inmunizaci¨®n de ni?os porque desconoce que alguien entre 5 y 11 a?os haya fallecido por covid. No hace falta ser un mao¨ªsta para rechazar tama?o fracaso.
Ahora bien, en toda la regi¨®n la derecha explica su deriva con un argumento m¨¢s o menos as¨ª: ¡°Nos va mal porque la izquierda gan¨® la batalla de las ideas y monopoliz¨® el relato¡±. ?Qu¨¦ pereza intelectual! Cual genio maligno de Descartes, la izquierda habr¨ªa brainwasheado a la gente. Y esto es err¨®neo. Diversos polit¨®logos en los ¨²ltimos a?os han mostrado que los giros a la izquierda o a la derecha son fen¨®menos pol¨ªticos, pero no sociales: los valores de la sociedad latinoamericana no han virado de manera significativa ni hacia la izquierda ni a la derecha.
Adem¨¢s de equivocado es un argumento condescendiente, altanero. Descalifica la cr¨ªtica y la voluntad de cambio en un continente en el cual 34% de la poblaci¨®n careci¨® de alimentaci¨®n suficiente durante 2021. De otro lado, la explicaci¨®n ignora que en la regi¨®n existe tambi¨¦n un ¡°relato¡± fort¨ªsimo de capitalismo y emprendedurismo. Pero en lugar del examen cr¨ªtico se amodorran en una aristocr¨¢tica explicaci¨®n derrotista. La cual, por cierto, alista otra m¨¢s peligrosa: la democracia es el problema.
La derecha deber¨ªa ofrecerle algo mejor a Am¨¦rica Latina. Entre otras cosas, porque la izquierda no lo ha conseguido. En su relaci¨®n con la democracia, por ejemplo, sabemos que en una y otra tienda existen facciones autoritarias. Y en t¨¦rminos de resultados, no hay un solo tema sustantivo respecto del cual podamos se?alar con certeza que la izquierda o la derecha haya sido m¨¢s eficaz que la otra en la regi¨®n. ?Alguien podr¨ªa se?alar alg¨²n patr¨®n recurrente que sugiera que alguna responde mejor ante la inseguridad ciudadana? ?Y no es verdad que, entre quienes lograron reducir la desigualdad en el continente, encontramos pa¨ªses que se mantuvieron a la derecha y tambi¨¦n a la izquierda?
Tenemos una derecha m¨¢s interesada en el laissez-faire lo de siempre que en competir; una derecha que ha confundido ser liberal con ser pro-rico¡±
La derecha necesita recuperar iniciativa y algunas agendas convocantes. Una entre otras, por ejemplo, deber¨ªa ser el prop¨®sito de construir un capitalismo competitivo. Pero est¨¢ ausente. Tenemos una derecha m¨¢s interesada en el laissez-faire lo de siempre que en competir; una derecha que ha confundido ser liberal con ser pro-rico.
Lo que se viene
Este a?o habr¨¢ elecciones en Brasil, Colombia y Costa Rica. En el pa¨ªs del futuro, la derecha moderada busca zafarse de Bolsonaro sin recaer en el PT. De momento, no parece posible porque Sergio Moro no despega. Lula da Silva se relame. Todo indica que ha atra¨ªdo a su coalici¨®n a Geraldo Alckmin, expol¨ªtico del PSDB (centroderecha), exgobernador de Sao Paulo y quien, adem¨¢s, disput¨® la presidencia brasile?a en 2006 contra Lula. ?La izquierda y la derecha unidas jam¨¢s ser¨¢n vencidas? Lula entiende de esas alquimias.
En Colombia la derecha reaccionaria parece menguar. El expresidente Uribe, que domin¨® la escena por m¨¢s de dos d¨¦cadas, ahora es el pol¨ªtico m¨¢s rechazado del pa¨ªs. La ultraderechista senadora Mar¨ªa Fernanda Cabal no consigui¨® ser la candidata del uribismo. Todo apunta a que el espantap¨¢jaros del ¡°castrochavismo¡± se agot¨®. Los resultados en Per¨², Honduras y Chile sugieren que no vale la pena reanimarlo. Lo que parece tomar cuerpo es una coalici¨®n de derecha llamada ¡°equipo por Colombia¡±, que, si no muestra brillo, tampoco ventila estridencias, reverencias a VOX o un ¨¢nimo de desmoronar conquistas democr¨¢ticas b¨¢sicas. Sin embargo, que la derecha se mantenga en esa v¨ªa depender¨¢ de la segunda vuelta, que muchas veces, parad¨®jicamente, exacerba los ¨¢nimos en lugar de calmarlos. Si en esa instancia se enfrentasen con Gustavo Petro, el candidato de izquierda, las altisonancias del miedo podr¨ªan reincorporarse. Lo cual estar¨¢ asociado, desde luego, a c¨®mo se comporte Petro.
Porque, en ¨²ltima instancia, hay m¨¢s opciones de tener derechas e izquierdas democr¨¢ticas en conjunto que cada una por su cuenta. Y aqu¨ª, como en tantas cosas, Uruguay es ejemplo y excepci¨®n. Aunque en los ¨²ltimos a?os surgi¨® un partido de extrema derecha (Cabildo Abierto), el presidente Lacalle no reniega de su liberalismo. No construye su plataforma sobre promesas de exclusi¨®n ni sobre la desleal descalificaci¨®n del Frente Amplio. Y estos no le gritan fascista. Lacalle est¨¢ impedido de tentar la reelecci¨®n, pero lo importante es que en la pr¨®xima presidencial, tanto los probables candidatos del FA como los del Partido Blanco, ser¨ªan excelentes opciones en la mayor¨ªa de pa¨ªses latinoamericanos.
Y ahora recuerdo que John Stuart Mill defend¨ªa que un sistema pol¨ªtico sano es uno donde alternan un partido del progreso y otro de la estabilidad. De tanto hablar de derechas e izquierdas, hemos perdido de vista que el premio mayor est¨¢ en un sistema que refuerce a unas y otras. Para eso se requiere que los sectores pluralistas, de derecha o izquierda, no corran detr¨¢s de pretensiones cavernarias, por m¨¢s novedosas y trendies que sean. No es lo que ha ocurrido en la derecha. Y como muestran los casos de Brasil, Per¨² y Chile esto les ha generado costos importantes en el corto plazo. Queda por ver si en nuestra civilizaci¨®n de la inmediatez pueda germinar una preocupaci¨®n por el mediano plazo.
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