Las elecciones y las distintas trayectorias de la violencia en Colombia
En los ataques contra l¨ªderes sociales a ra¨ªz del Acuerdo de Paz se mezclan explicaciones pol¨ªticas y criminales que se pueden intensificar por la cercan¨ªa de los comicios de mayo
Del mismo modo que sucediera con la anterior etapa del calendario electoral, la proximidad de una nueva elecci¨®n en Colombia, el pr¨®ximo 29 de mayo, ha recrudecido el escenario de violencia pol¨ªtica. Hechos recientes nos hacen prever que el pr¨®ximo ciclo electoral estar¨¢ acompa?ado de un visible aumento en la violencia. Precisamente romper con esta intersecci¨®n entre la violencia y la pol¨ªtica, en particular en la ¡°Colombia profunda¡±, era una de las aspiraciones del Acuerdo de Paz entre el Gobierno colombiano y las FARC en 2016.
Inicialmente hubo algunos indicios de que Colombia efectivamente podr¨ªa entrar en una nueva etapa de su desarrollo pol¨ªtico. El pa¨ªs viv¨ªa de algunos de los ¨ªndices de violencia m¨¢s bajos, por ejemplo, en homicidios y en el n¨²mero de masacres. Pero, como en pasadas experiencias de paz, tambi¨¦n hubo indicios que el pa¨ªs no superaba la tr¨¢gica conjunci¨®n de la pol¨ªtica y la violencia. El creciente n¨²mero de l¨ªderes sociales asesinados desde la firma del acuerdo es una de las mayores preocupaciones.
Como ha sido com¨²n en otros escenarios de posconflicto en el mundo, muchas de las explicaciones para esta violencia se han enfocado en la proliferaci¨®n de organizaciones criminales que compiten por el control de mercados il¨ªcitos y prosperan en los ¡°vac¨ªos de poder¡± resultantes de la desmovilizaci¨®n de grupos rebeldes en territorios caracterizados por una persistente debilidad estatal. Es com¨²n pensar en esta violencia como algo netamente ¡°criminal¡± sin ninguna l¨®gica pol¨ªtica.
Estas explicaciones representan, sin duda alguna, un escenario realista, pero incompleto a la hora de explicar las interpretaciones asociadas a las nuevas modalidades de violencia que existen en el pa¨ªs, sobre todo en un contexto de fragmentaci¨®n de actores armados y de fuertes variaciones regionales. La realidad exige realizar un esfuerzo extra, oblig¨¢ndonos a entender que este tipo de situaciones suele ser el resultado de m¨²ltiples explicaciones simult¨¢neas de car¨¢cter intrincado que dan muestra de la complejidad que caracteriza a los problemas sociales.
Partiendo de estas premisas, junto a Inge Valencia (Universidad Icesi), Jonas Wolff (Peace Research Institute de Frankfurt) y Juan Corredor (CUNY) exploramos distintos tipos de explicaciones para la violencia contra l¨ªderes sociales desde 2016. All¨ª identificamos dos tipos de trayectorias que pueden explicar el incremento de estos asesinatos. Cada una de ellas puede ser caracterizada como un tipo ideal en sentido weberiano; es decir, como un referente te¨®rico, basado ¡ªaunque no observable de forma ¡°pura¡±¡ª en la realidad.
La primera trayectoria es la narrativa m¨¢s frecuente en torno a la violencia posacuerdo y enfatiza una transformaci¨®n del conflicto armado a una violencia m¨¢s ¡°criminal¡±. En el caso de la Colombia contempor¨¢nea, la desmovilizaci¨®n de las FARC y la incapacidad del Estado para llenar el vac¨ªo de poder territorial resultante, ha sido aprovechada por actores armados no estatales, que incluyen tanto organizaciones preexistentes (guerrillas y neoparamilitares) como nuevas agrupaciones (por ejemplo, las disidencias de las FARC). Los activistas sociales son asesinados por interponerse en el camino de los mencionados grupos armados, que disputan el control territorial, especialmente de corredores estrat¨¦gicos para el cultivo de coca y la producci¨®n y el comercio de drogas o la miner¨ªa ilegal.
En contraste con la mencionada trayectoria ¡°criminal¡± hay una explicaci¨®n de car¨¢cter pol¨ªtico. De acuerdo con esta, el Acuerdo de Paz de 2016 contribuy¨® a desafiar a ¨®rdenes autoritarios de facto de car¨¢cter subnacional. Estos se sostienen como consecuencia de la formaci¨®n de alianzas entre ¨¦lites pol¨ªticas locales, instituciones estatales y actores armados. Al ver amenazado el statu quo por la movilizaci¨®n de actores hasta entonces marginados, estas alianzas reaccionan con violencia, muchas veces letal contra activistas sociales. As¨ª, el acuerdo puede representar, en m¨²ltiples territorios, una amenaza fundamental para ¨¦lites que impulsan ¨®rdenes pol¨ªticos excluyentes, utilizando procedimientos formalmente democr¨¢ticos que esconden la violencia sistem¨¢tica como modus operandi.
Vale aclarar que tambi¨¦n en estos casos los actores armados no estatales pueden jugar un rol importante en el ejercicio de la violencia; sin embargo, no lo hacen de forma aut¨®noma, sino como parte de las redes locales de poder que buscan mantener ¨®rdenes autoritarios construidos en el marco del conflicto armado.
As¨ª, como cabr¨ªa esperar de la l¨®gica ¡°criminal¡±, el asesinato de l¨ªderes sociales es m¨¢s frecuente y probable en municipios con alta densidad de cultivos de coca, con fuerte presencia de las FARC antes de su desmovilizaci¨®n y con baja capacidad estatal. Mientras tanto, de acuerdo con la l¨®gica ¡°pol¨ªtica¡±, la evidencia sugiere que este tipo espec¨ªfico de violencia tiende a ocurrir en municipios caracterizados por una competencia y participaci¨®n electoral restringida, y se intensifica cuando existen actores capaces de constituirse como desaf¨ªos ¡°desde abajo¡±, como movimientos sociales de izquierda relativamente exitosos desde el punto de vista electoral.
La trayectoria criminal no est¨¢ exenta de componentes pol¨ªticos. Incluso cuando hay motivaciones primarias ligadas al usufructo de mercados il¨ªcitos, los grupos criminales tambi¨¦n buscan controlar territorios y muchas veces poblaciones, es decir actividades pol¨ªticas. Del mismo modo, la trayectoria pol¨ªtica posee, indiscutiblemente, ingredientes de tipo criminal. No es tanto la ausencia absoluta de elementos ¡°criminales¡± o ¡°pol¨ªticos¡± en cada una de las trayectorias, sino la preponderancia de una l¨®gica detr¨¢s de la violencia.
Ser¨¢ necesario ¡ªquiz¨¢s m¨¢s que en previas olas de violencia en Colombia¡ª entender la fuerte variaci¨®n regional y local en sus manifestaciones y causas. En este sentido, las elecciones pueden exacerbar la violencia en diferentes partes del pa¨ªs. Para tratar de frenar el incremento de la violencia y su concatenaci¨®n con la pol¨ªtica electoral no ser¨¢ suficiente una ¨²nica receta (por ejemplo, la presencia de las Fuerzas Armadas en zonas muy violentas), sino un esfuerzo decidido por parte de diferentes actores estatales y sociales que efectivamente transforme las formas como se constituyen los ¨®rdenes pol¨ªticos y sociales locales.
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