Putin recibe un cheque diario de la UE. Basta ya

Los europeos llevamos en una mano la pancarta contra la invasi¨®n de Putin que destroza Ucrania y en la otra, el cheque que diariamente le damos a Putin para que pueda seguir destroz¨¢ndola.

No puede ser.

La Uni¨®n Europea ha reaccionado a la injustificable invasi¨®n de Ucrania con cuatro paquetes de sanciones contra el r¨¦gimen de Putin. Algunas son importantes y no tienen precedentes, particularmente el bloqueo de los activos del banco central ruso. Otras, como la expulsi¨®n de siete bancos rusos del sistema de pagos y trasferencias SWIFT, la suspensi¨®n de la emisi¨®n de propaganda del Kremlin y la prohibici¨®n de exportaciones a Rusia de varios bienes, han sorprendido menos al Kremlin. Sin embargo, hay una decisi¨®n que los l¨ªderes europeos han evitado y que es fundamental para ganarle la guerra a Putin: prohibir las importaciones de gas, petr¨®leo y carb¨®n de Rusia.

Desde el comienzo de la invasi¨®n, Europa ha mandado a Putin 17.000 millones de euros a cambio de sus combustibles f¨®siles. 17.000 millones en menos de un mes. O sea, congelamos las reservas que ha acumulado su banco central en cuentas bancarias (muy bien), pero le mandamos el dinero necesario para poder seguir adelante sin usar esas reservas. De este modo, hacemos in¨²tiles nuestras propias sanciones.

Para defender el poder adquisitivo del rublo, Rusia hab¨ªa acumulado grandes cantidades de reservas internacionales, alrededor de 630.000 millones de d¨®lares. Los principales pa¨ªses de Occidente acordaron bloquear las reservas del banco central ruso en sus entidades (unos 350.000 millones) para poner en jaque al rublo. Pero esta medida carece de sentido si al mismo tiempo Occidente le env¨ªa el dinero para sostener el valor de su moneda.

Adem¨¢s, el dinero que usamos para comprar gas y petr¨®leo a Rusia termina en los bolsillos de Putin y sirve para financiar su guerra contra Ucrania. Las exportaciones de estos combustibles suponen alrededor de un 40% del presupuesto del Estado ruso un a?o normal. Este a?o, ser¨¢ mucho m¨¢s, dado el derrumbe econ¨®mico. Ese es el dinero que Putin hace depender literalmente de estas exportaciones para pagar las n¨®minas de sus soldados y comprar y producir armas.

Un ejemplo da idea de la magnitud de estos ingresos: se estima que el Ej¨¦rcito ucranio ha eliminado unos 400 carros de combate rusos. Pues bien, dado que cada T-72 cuesta menos de dos millones de euros, con el dinero que le hemos enviado en pago de los combustibles f¨®siles puede producir m¨¢s de 7.000 tanques.

Financiar a Putin le permite alargar la guerra y aumenta significativamente el riesgo de un error (una bomba o un misil en Polonia, un avi¨®n perdido, un error en la detecci¨®n de un ataque) o de una escalada catastr¨®fica. Cuanto m¨¢s dure la guerra, mayores ser¨¢n sus consecuencias econ¨®micas a medio y largo plazo para todos. Por eso, es preferible dar un solo golpe econ¨®mico, devastador, y darlo ahora, a aplicar sanciones que le permiten seguir adelante y que ir¨¢n escalando poco a poco, prolongando as¨ª durante meses o a?os esta agon¨ªa.

Cortar las compras de combustibles f¨®siles ser¨ªa letal para Mosc¨². Europa compra el 49% del petr¨®leo ruso y el 74% de su gas natural. Es dif¨ªcil que Putin encuentre compradores alternativos en condiciones similares para sus materias primas, por lo que perder¨ªa la mayor parte de esos ingresos.

El gas ruso requiere de una infraestructura para ser exportado, y esa infraestructura conduce a Europa. En cuanto al petr¨®leo, tenemos el ejemplo de Ir¨¢n: cuando Estados Unidos impuso sanciones a Ir¨¢n en 2018, tanto la producci¨®n como las exportaciones de petr¨®leo se hundieron y los ingresos se desplomaron.

La conclusi¨®n es evidente para todos los expertos: Europa podr¨ªa reducir muy significativamente los ingresos que Putin necesita para su guerra.

En lo que algunos dudan es en la siguiente pregunta: ?cu¨¢nto costar¨¢ a la econom¨ªa europea cortar el gas y el petr¨®leo ruso? La respuesta es que tendr¨¢ un coste, claro. Pero contamos con las herramientas necesarias para hacerle frente. Tomemos como ejemplo Alemania, uno de los pa¨ªses con mayor dependencia energ¨¦tica respecto a Rusia y, potencialmente, uno de los que podr¨ªa verse m¨¢s afectado. Los estudios de un grupo de destacados economistas alemanes sugieren que el embargo supondr¨ªa una reducci¨®n de entre el 0,2% y el 3% de su producto interior bruto. Otro estudio, del banco americano Goldman Sachs, ha hecho una estimaci¨®n con unas conclusiones muy similares: habr¨ªa que asumir un coste, pero ser¨ªa manejable, y compatible con tasas de crecimiento positivas en 2022.

La clave para bloquear las importaciones de gas, carb¨®n y petr¨®leo ruso sin sufrir un impacto desmesurado es asegurarnos de que las personas y empresas m¨¢s vulnerables no se vean impactadas por esta medida. Los gobiernos deben promover pol¨ªticas fiscales dirigidas a los grupos m¨¢s vulnerables, con ayudas directas. Este tipo de instrumento es el m¨¢s ¨²til a la hora de asegurarse de que ayudamos a los que m¨¢s lo necesitan. Pa¨ªses como Austria y B¨¦lgica ya aplican medidas en esta l¨ªnea. En el caso de Austria, el Gobierno otorg¨® al 95% de los hogares una transferencia de 150 euros.

Adem¨¢s, debemos responder a nivel europeo, como ya hicimos durante la pandemia con el SURE, el instrumento de apoyo temporal en casos de emergencia que sirvi¨® para pagar los ERTE, y con los fondos de recuperaci¨®n. La invasi¨®n es un golpe que Europa recibe de forma conjunta, y debemos responder a ¨¦l juntos.

Europa tiene tambi¨¦n herramientas para, en el corto plazo, reducir su dependencia del gas ruso y buscar fuentes alternativas de gas. En Alemania, como sabemos uno de los pa¨ªses m¨¢s expuestos, las importaciones rusas de gas representan solo el 8,4% de la demanda total de energ¨ªa. Una de las alternativas es el gas natural licuado (GNL). Hasta dos terceras partes del gas ruso pueden ser reemplazadas por GNL, y Espa?a tiene una gran capacidad de almacenamiento que puede utilizar.

Existen, adem¨¢s, precedentes que demuestran que podemos adaptarnos tambi¨¦n a una reducci¨®n del consumo energ¨¦tico. En 2011, Jap¨®n fue capaz de seguir funcionando a pesar de una reducci¨®n del 80%-90% de su producci¨®n el¨¦ctrica como consecuencia del accidente de Fukushima. M¨¢s a¨²n cuando el invierno ha terminado y la demanda de gas para calefacciones cae en picado. Todo ello apunta a que la UE tiene mucha m¨¢s capacidad para diversificar su abastecimiento que Rusia de diversificar sus mercados de exportaci¨®n.

En definitiva, el coste para Europa no ser¨ªa descabellado, sobre todo si se compara con el precio de una guerra. El economista Jean Pisani-Ferry ha estimado los costes de reducir nuestra dependencia energ¨¦tica en el contexto actual en 100.000 millones de euros, esto es, siete veces menos que el hist¨®rico plan de recuperaci¨®n Next Generation EU.

En poco m¨¢s del tiempo que usted ha tardado en leer este art¨ªculo, los europeos hemos mandado otros dos millones de euros a Putin. Sabemos que detener la importaci¨®n de gas, petr¨®leo y carb¨®n ruso tendr¨¢ consecuencias econ¨®micas, pero no podemos mirar hacia otro lado mientras miles de inocentes son masacrados en Ucrania y millones tienen que abandonar sus casas y su pa¨ªs. Es el momento de cortar el grifo de dinero al Gobierno de Putin.