No a la guerra
La reivindicaci¨®n de unos ciudadanos que exigen que no se cometan atrocidades en su nombre es hoy, bajo las bombas contra civiles, a¨²n m¨¢s decente si cabe
Cuando algunos miembros significados de la izquierda recuperaron el lema del No a la guerra para referirse a la invasi¨®n de Ucrania cometieron un error. Prestos, algunos en la derecha corrieron a desacreditar el viejo lema, efectivamente inv¨¢lido en la matanza de civiles que est¨¢ cometiendo la Rusia de Putin. Pero desacreditar el No a la guerra aspira a salvar la cara de quienes propiciaron la invasi¨®n de Irak. Y de este tira y afloja, oportunista y poco elaborado, podr¨ªa salir herida una reivindicaci¨®n noble. M¨¢s a¨²n en un periodo plomizo de la historia en el que vamos a entrar en un rearme que retrasar¨¢ el desarrollo cient¨ªfico, social y ecol¨®gico frente a los desaf¨ªos del futuro. Y aunque ahora est¨¢n demasiado presentes las tertulias donde se comentan las bondades del armamento conviene no precipitarse y correr a la apertura del mercado. La guerra de Ucrania tiene otro parecido triste con la guerra civil espa?ola, pues aqu¨ª tambi¨¦n se tiene la percepci¨®n de que las potencias militares mundiales han decidido liquidar munici¨®n almacenada, probar armamento nuevo y sacrificar conejillos de indias.
Por eso aquel No a la guerra es hoy m¨¢s pertinente que nunca. Aunque solo sea por razones de justicia hist¨®rica. Cuando se gritaba en las grandes manifestaciones contra la invasi¨®n de Irak se hac¨ªa para reivindicar una unidad entre las democracias, algo que si hoy se alcanza es gracias al resultado de aquellas protestas. De hecho, en el lado ruso se justifica esta guerra tambi¨¦n como preventiva. A ver si solo algunos van a tener el derecho a la unilateralidad y a inventarle armas de destrucci¨®n masivas a quien m¨¢s les convenga. Aquella guerra declarada con mentiras, que no trajo soluciones al territorio, destroz¨® para el tiempo que ha venido despu¨¦s un rito de consenso, desbarat¨® el papel garante de la ONU con la exhibici¨®n de falsedades documentales y afect¨® a la autoestima de las democracias occidentales conden¨¢ndolas a un papel pat¨¦tico como el que adoptamos en la salida de Afganist¨¢n o frente a las matanzas sirias con armas qu¨ªmicas, donde el propio presidente Obama se guard¨® de intervenir por el eco a¨²n resonante del da?ino Gobierno que le precedi¨®. En aquella par¨¢lisis, el papel de potencia internacional lo asumi¨® Rusia y eso le dio esp¨ªritu para emprender la carnicer¨ªa en Ucrania. El resultado fue una poblaci¨®n siria masacrada, an¨®nima y a la que nadie recibi¨® con cortes¨ªa de refugiado en ning¨²n lugar del mundo.
El No a la guerra sigue vigente y no solo como una enso?aci¨®n pacifista. Todos los que salieron a la calle para evitar un ataque bajo excusas fabricadas por sus gobiernos quisieran encontrar ahora ese reflejo en la ciudadan¨ªa rusa ante las matanzas que ordena a diario su presidente bajo parecidas coartadas. Ese No a la guerra no conten¨ªa la ingenuidad de pensar que ya no habr¨ªa m¨¢s conflictos b¨¦licos y que habr¨ªa que defenderse en ellos, sino que era y sigue siendo una llamada a la dignidad de los pa¨ªses libres frente a los autoritarismos. La reivindicaci¨®n de unos ciudadanos que exigen que no se cometan atrocidades en su nombre es hoy, bajo las bombas contra civiles, a¨²n m¨¢s decente si cabe. No corran a degradar el No a la guerra porque es el grito que desear¨ªamos empezar a escuchar en cada plaza, de Mosc¨² a Kaliningrado, pues retrata a una ciudadan¨ªa informada y, por tanto, libre.
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