La destrucci¨®n de la libertad
Se est¨¢ produciendo un retroceso hacia formas de poder totalitarias. La amenaza es inminente en Francia. Puede serlo aqu¨ª con Vox
Colaborando en una televisi¨®n de los ayatol¨¢s en Espa?a, Pablo Iglesias present¨® un d¨ªa la guillotina como s¨ªmbolo fundacional de la democracia. Exagerado y err¨®neo. M¨¢s bien convendr¨ªa asociar ese protagonismo al ocaso de las expectativas nacidas en 1789, ya que la Revoluci¨®n Francesa hab¨ªa llegado para dar cumplimiento a las promesas humanistas de las luces, y Robespierre no encaja con Beccaria. El antecedente inmediato, la Revoluci¨®n norteamericana, instaur¨® la libertad pol¨ªtica, pero manteniendo la divisoria entre hombres libres y no libres (esclavos), cuya herencia a¨²n gravita sobre esa sociedad. La Declaraci¨®n de Derechos del Hombre y del Ciudadano ven¨ªa en cambio a fijar para siempre las exigencias de la libertad y de la igualdad. Ocurri¨®, sin embargo, que la libertad constitucional de 1791 cedi¨® pronto paso al terror.
Como suceder¨ªa en la Revoluci¨®n rusa, cuando la cheka hizo a?orar a la ochrana zarista, la guillotina eclips¨® en represi¨®n a las bastillas del Antiguo R¨¦gimen. Los jacobinos incluso hicieron un ensayo genocida en el ¡°populicidio¡± de la Vend¨¦e. Luego, Napole¨®n logr¨® la estabilizaci¨®n del orden posrevolucionario, aunque lo hizo desde supuestos autoritarios, mediante un sistema de vigilancia universal (la polic¨ªa de Fouch¨¦). Y siempre en guerra. En este aspecto, su prioridad otorgada a la destrucci¨®n del enemigo, desencaden¨® los horrores propios de una barbarie organizada. Pudo verse, y Goya lo consign¨®, en nuestra Guerra de Independencia. ¡°Acabad con la canalla de Madrid¡±, ordenaba Napole¨®n a Murat en v¨ªsperas del Dos de Mayo. El estandarte de la libertad pol¨ªtica, alzado en 1789, y repuesto aqu¨ª en 1808 y 1812, mantuvo su vigencia, pero sobre un campo de ruinas.
El dramatismo de la era napole¨®nica cedi¨® paso a una sucesi¨®n de oscilaciones pendulares. Reg¨ªmenes reaccionarios y conservadores del XIX sostuvieron una permanente tensi¨®n frente a estallidos insurreccionales, hechos posibles por un equilibrio de recursos propicio para las revoluciones urbanas. Solo quebrar¨ªa a favor del Estado en el ¨²ltimo tercio de siglo, por la centralizaci¨®n de las comunicaciones y el nuevo armamento. Equilibrio tambi¨¦n en el escalonamiento de grandes batallas puntuales que no buscaban aniquilar al adversario.
Todo ser¨¢ distinto con la Gran Guerra de 1914, donde las armas, de creciente eficacia, generan un nuevo tipo de contienda. La naci¨®n se afirma como organismo cohesionado que busca eliminar, y no solo vencer, en una org¨ªa de muerte, las ¡°tempestades de acero¡± exaltadas por Ernst J¨¹nger. Nace la ¡°guerra total¡±.
De ella emergen los totalitarismos. Lenin aplicar¨¢ su l¨®gica, transfiri¨¦ndola a la ¡°generalizaci¨®n de la violencia revolucionaria¡±, para asegurar la dictadura comunista. Llega la eliminaci¨®n f¨ªsica de las clases dominantes por medio del terror. En la posguerra italiana, a pesar de su radical oposici¨®n al bolchevismo, Mussolini se convierte en disc¨ªpulo de Lenin: ¡°Nada de crisis de la autoridad estatal en Rusia: sino un Estado superestado, un Estado que absorbe y aplasta al individuo y regula toda la vida. El Estado ruso es el Estado por excelencia¡±. La acci¨®n del Estado, en todas sus dimensiones, adquir¨ªa un prop¨®sito fundamental: hacia el interior de la sociedad, eliminar el pluralismo, tambi¨¦n cualquier respeto a los derechos individuales; hacia el exterior, culminar la vocaci¨®n imperialista de la Gran Guerra. La movilizaci¨®n de masas completaba el dise?o, que con la incorporaci¨®n y el protagonismo de la Alemania nazi conduce a 1939.
En 1945 renace la esperanza de 1789, r¨¢pidamente agostada. Raphael Lemkin no logra ver plenamente reconocido el delito de genocidio, olvidado en N¨¹remberg. Los vencedores se fracturan en dos bloques. El estalinismo se consolida, ampl¨ªa su dominaci¨®n en Europa y en China con Mao. Y al otro lado del tel¨®n, el ¡°mundo libre¡± viola una y otra vez su aireada defensa de la democracia. La ¨²nica ventaja, apreciable ahora, fue que por efecto del riesgo nuclear tuvo lugar durante casi medio siglo una congelaci¨®n de los enfrentamientos b¨¦licos frontales entre las grandes potencias, y parad¨®jicamente los valores democr¨¢ticos, en su contenido, cobraron vigencia frente a las dictaduras comunistas, y tambi¨¦n frente a su falseamiento en el mundo capitalista.
Al caer el imperio sovi¨¦tico entre 1989 y 1991, resurge la ilusi¨®n de un predominio de la paz y de los derechos humanos; a escala mundial y bajo el signo de la triunfante democracia liberal. El fracaso tambi¨¦n regres¨®. En vez del ¡°fin de la historia¡±, Francis Fukuyama pas¨® a explicar ¡°el fin de la hegemon¨ªa americana¡±. La cuesta abajo desemboca en la desnaturalizaci¨®n radical de la democracia por Donald Trump.
No se ha tratado solo de una frustraci¨®n, sino del retroceso a formas de poder totalitarias. Aparece como novedad la destrucci¨®n del hombre practicada por el yihadismo, culminada en el llamado Estado Isl¨¢mico, sucesor de Al Qaeda. La revoluci¨®n en las comunicaciones hizo posible un terrorismo a escala mundial, reclutado entre la comunidad de los creyentes. Los l¨ªmites de la shar¨ªa resultan dr¨¢sticamente vulnerados al poner en pr¨¢ctica la esclavizaci¨®n de la mujer y el aniquilamiento de ¡°herejes¡± y ¡°gentes del libro¡±. Nos encontramos ante un riguroso y criminal totalismo o totalitarismo horizontal, vigente tambi¨¦n, seg¨²n una f¨®rmula m¨¢s compleja, en Ir¨¢n.
Paralelamente, tuvo lugar el ascenso de los imperios ruso y chino, en cuanto alternativas a la hegemon¨ªa estadounidense, renegando adem¨¢s de los valores asociados a los derechos humanos. Aqu¨ª entra en juego la carga autoritaria procedente de tradiciones nacionales, observable ya antes en la Alemania hitleriana.
As¨ª la concepci¨®n originaria del poder en la Rusia zarista, no como Estado, sino como gosudarstvo: dominaci¨®n ilimitada que relegaba al s¨²bdito a una permanente culpabilidad potencial, sin derecho alguno. El zar, o sus servidores, eran omnipotentes. Cobr¨® forma un dualismo radical entre los sujetos activo y pasivo del poder, reforzado por la religi¨®n ortodoxa y por el nacionalismo eslav¨®filo. Se perpetu¨® bajo el comunismo estaliniano y ahora Putin lo lleva al extremo. Act¨²a criminalmente, tanto contra disidentes (Navalni) como frente a los obst¨¢culos exteriores de la gran Rusia: Ucrania, Europa.
En cuanto a China, la fusi¨®n entre la dictadura comunista y un floreciente capitalismo de Estado permite hacer realidad el sue?o de una sociedad que vive en ¡°la gran paz¡±, gracias a un sistema digital de control que no deja grietas de cara a la integraci¨®n subordinada del individuo. Vuelve el principio cl¨¢sico de sumisi¨®n absoluta. Es un orden que adem¨¢s pretende una superioridad moral sobre el mundo exterior. El mito imperial y el recuerdo doloroso de la dominaci¨®n occidental, legitiman la actitud agresiva, contra la disidencia a partir de Tiananmen y el exterior (Hong Kong, Taiw¨¢n). Desde el Imperio cl¨¢sico a Xi Jinping, pasando por Mao, un hilo rojo vincula el rechazo de los valores occidentales con una organizaci¨®n del poder en cuyo seno, como en la Rusia de Putin, ahora su ¡°eterna aliada¡±, la autonom¨ªa individual resulta aplastada. La ¡°Europa balneario¡± de que hablaba Javier Pradera, tiene el peligro de serlo.
Tambi¨¦n por erosi¨®n interna. Act¨²an dos procesos convergentes, la desagregaci¨®n de las formas econ¨®micas y sociales que auparon el Estado de bienestar, y el bien ganado deterioro de la democracia. La sociedad l¨ªquida de Zygmunt Bauman propicia el populismo, de izquierda y sobre todo de derecha, convertido en variante del ¡°fascismo eterno¡± diagnosticado por Umberto Eco. La amenaza es inminente en Francia. Puede serlo aqu¨ª con Vox. La esclerosis de los partidos tradicionales no les perdona, ni perdona a la democracia.
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