El tercer riel
Las campa?as presidenciales en Brasil y Colombia demuestran el impacto del petr¨®leo en la pol¨ªtica latinoamericana
Petr¨®leo y pol¨ªtica son materias entrelazadas desde que la industria de los hidrocarburos estaba en la cuna. Pero el ataque de Rusia a Ucrania ha potenciado esa relaci¨®n. La cuesti¨®n energ¨¦tica ocupa hoy el centro de la vida p¨²blica de todas las sociedades del planeta por una raz¨®n elemental: los rusos son los segundos productores mundiales de petr¨®leo y de gas, despu¨¦s de los Estados Unidos. Las restricciones a sus exportaciones han disparado los precios de los combustibles y, con ellos, los de todo lo dem¨¢s. En una econom¨ªa global ya recalentada por la gran expansi¨®n fiscal y monetaria asociada a la pandemia, reapareci¨® el problema de la inflaci¨®n. Las luchas por el poder se organizan hoy alrededor de esta agenda endemoniada. En el mundo anglosaj¨®n, estos asuntos, que tienen la capacidad de enfurecer al p¨²blico, reciben el nombre metaf¨®rico de ¡°tercer riel¡±. Es el riel de alto voltaje que corre al lado de las v¨ªas en muchos sistemas ferroviarios. Quien lo toca se garantiza quedar carbonizado. Los precios energ¨¦ticos son el tercer riel.
Am¨¦rica Latina es un ejemplo notorio de esta determinaci¨®n del petr¨®leo sobre la pol¨ªtica. El problema del costo de los hidrocarburos produce tensiones en los gobiernos y agita las campa?as electorales. Brasil es el campo de batalla m¨¢s ruidoso. All¨ª la disputa entre el presidente Jair Bolsonaro y el expresidente Lula da Silva se polariza m¨¢s a medida que pasan los d¨ªas. Ese alineamiento binario hace eco en el exterior. El ¨²ltimo que se sinti¨® obligado a optar entre ambos fue Mario Vargas Llosa, quien desde Montevideo dijo preferir a Bolsonaro, ¡°a pesar de sus payasadas¡±.
Cuando, seg¨²n un estudio de la consultora Ipespe, se le pregunta a los brasile?os a qui¨¦n votar¨¢n el 2 de octubre, la respuesta espont¨¢nea del 39% es Lula y la del 29%, Bolsonaro. 3% contesta Ciro Gomes. Bolsonaro viene registrando una lenta mejor¨ªa. Aunque enfrenta una barrera dif¨ªcil de franquear: tiene un rechazo del 60% de los consultados.
M¨¢s all¨¢ de que las ideas y el estilo del presidente hieren la sensibilidad de much¨ªsimos ciudadanos, en el coraz¨®n de ese repudio est¨¢ el problema inflacionario. En la misma encuesta el 77% consider¨® que los precios hab¨ªan subido mucho y el 21% dijo que hab¨ªan subido. Las expectativas son sombr¨ªas: para el 41% van a subir mucho, para un 22% van a subir y para otro 22% van a quedar igual.
Bolsonaro reaccion¨® ante estas dificultades trayendo al centro de la escena a Petrobras. A finales de marzo ya hab¨ªa reemplazado al presidente de la empresa, que es controlada por el Estado en un 50,26%. El general Joaquim Silva e Luna dej¨® su sill¨®n al economista Jose Mauro Ferreira Coelho. ?El motivo? La resistencia de Silva y Luna a contener el precio de la gasolina, que en marzo hab¨ªa alcanzado un alza de 11,3% interanual.
No alcanz¨® con sacar a un general. Bolsonaro tambi¨¦n defenestr¨® a un almirante. Esta vez, ministro de Minas y Energ¨ªa. En efecto, el mi¨¦rcoles de la semana pasada Bento Albuquerque dej¨® esa cartera en manos del economista Adolfo Sachsida, que hasta ese momento colaboraba con el ministro de Hacienda, Paulo Guedes.
Sachsida llev¨® al ministerio energ¨¦tico el sello liberal de Guedes. Apenas se sent¨® en su despacho, anunci¨® que buscar¨ªa privatizar Petrobras. Aclar¨® que la iniciativa cuenta, por supuesto, con el aval de Bolsonaro. Suena convincente, porque cada vez que se dispararon los precios Bolsonaro habl¨® de desprenderse de las acciones de la empresa.
La propuesta del Gobierno brasile?o resulta contradictoria. Al auspiciar el pase definitivo a manos privadas, Bolsonaro parece caminar en sentido contrario de su objetivo manifiesto, es decir, moderar los costos de los combustibles. ?Qui¨¦n querr¨¢ invertir en un mercado amenazado por m¨¢s regulaciones? Sin embargo, la jugada puede tener otro prop¨®sito: acentuar la disputa personal con Lula.
La privatizaci¨®n de la compa?¨ªa petrolera es una ocurrencia que pone la campa?a presidencial en blanco y negro. Lula reaccion¨® de inmediato: ¡°El que se meta con Petrobras para comprarla deber¨¢ hablar con nosotros¡±. Para la concepci¨®n de la econom¨ªa del Partido de los Trabajadores, como para la de toda la izquierda latinoamericana, la intervenci¨®n estatal sobre el negocio de los hidrocarburos es un dogma inapelable.
Sin embargo, en la jugada de Bolsonaro hay otra dimensi¨®n. El presidente de Brasil, a quien le falta refinamiento pero le sobra astucia, sabe que al introducir a Petrobras en el tramo decisivo de la campa?a est¨¢ conectando la pelea por el voto con la irritante memoria de la corrupci¨®n. El mal manejo de esa compa?¨ªa durante el Gobierno de Lula dio lugar al escandaloso Lava Jato, tornado judicial que llev¨® tras las rejas a innumerables dirigentes pol¨ªticos y empresarios. Vargas Llosa toc¨® ya esa cuerda en sus declaraciones. Argument¨® a favor de su preferencia por Bolsonaro que Lula hab¨ªa sido puesto preso por la Justicia, que lo consider¨® ¡°un ladr¨®n¡±. La competencia por el cetro de Brasil asegura en adelante grandes emociones.
En Colombia, donde se ofrece el otro gran torneo electoral de la regi¨®n, la campa?a tambi¨¦n huele a petr¨®leo. Gustavo Petro, el candidato de la izquierda que desaf¨ªa al uribismo oficial, toc¨® un cable de alta tensi¨®n. Afirm¨®, con tono de denuncia, que no solo el narco y la guerrilla son violentos. La explotaci¨®n de hidrocarburos pertenece al mismo rubro.
El Gobierno de Iv¨¢n Duque y el establishment colombiano recogieron el guante. Felipe Bay¨®n, el presidente de la estatal Ecopetrol, explic¨® que, si se reduce la explotaci¨®n de petr¨®leo y gas, habr¨¢ que importar esos productos. Por lo tanto, el gal¨®n de gasolina, que hoy cuesta alrededor de un d¨®lar y medio, pasar¨ªa a costar 5: ¡°Es lo que puede pasar si un presidente contrario a la actividad llega a la Casa de Nari?o¡±, alert¨® Bay¨®n. Los ingenieros en petr¨®leo fueron m¨¢s all¨¢: demandaron a Petro por difamar su profesi¨®n.
La Asociaci¨®n Nacional de Instituciones Financieras puso el dedo en otra llaga. Si se sigue subsidiando el precio de la gasolina, las cuentas fiscales ingresar¨¢n en un grav¨ªsimo desequilibrio. La alarma colombiana se repite en Chile, donde el presidente Gabriel Boric acaba de anunciar que el Estado se har¨¢ cargo de parte del costo de los hidrocarburos. Chile importa el 90% del petr¨®leo y del gas que consume. Se entiende que la disparada de precios sea una pesadilla.
Ese debate est¨¢ alterando a la Argentina, donde todav¨ªa no se desat¨® la campa?a electoral. All¨ª la discusi¨®n divide al propio oficialismo. El presidente Alberto Fern¨¢ndez suscribi¨® un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, cuyo eje central es un saneamiento de las cuentas p¨²blicas basado en una reducci¨®n de la subvenci¨®n a la venta de gas y electricidad. La decisi¨®n no levant¨® en su contra a la oposici¨®n sino a Cristina Kirchner, que es la l¨ªder electoral del partido del Gobierno, responsable de que Fern¨¢ndez est¨¦ en la presidencia. La fractura es de tal profundidad que funcionarios alineados con la se?ora de Kirchner se niegan a firmar los nuevos cuadros de precios ordenados por el jefe de Estado y su ministro de Econom¨ªa, Martin Guzm¨¢n.
No importa si son de derecha o de izquierda. Los gobernantes no quieren que aumenten las tarifas energ¨¦ticas. Mucho menos ahora, que se ha elevado la inflaci¨®n. La historia reciente est¨¢ plagada de casos de administraciones acorraladas por protestas de consumidores indignados. Por eso, aunque se enojen los mercados y los guardianes de las cuentas p¨²blicas pronostiquen cat¨¢strofes fiscales, nadie quiere tocar el tercer riel.
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