El camino de las nacionalidades
Feij¨®o necesita recuperar la capacidad de pactar fuera de bloques y, frente al discurso reaccionario de Vox, el art¨ªculo 2 de la Constituci¨®n supone un buen marco para presentar una propuesta abierta e inclusiva
¡°La nacionalidad catalana debe recuperar su liderazgo¡±. Una frase sencilla, medida, pronunciada ante un auditorio favorable al mensaje. Con ella, Alberto N¨²?ez Feij¨®o animaba a los miembros del Cercle de Economia a recuperar lo perdido con el proc¨¨s (¡°caminar solo lleva a un peligroso callej¨®n sin salida¡±) sin renunciar a su particularidad. Para el nuevo presidente del Partido Popular ¡°la singularidad pol¨ªtica, cultural y ling¨¹¨ªstica de los territorios es una personalidad que no es caprichosa, como algunas mentalidades centralistas piensan¡±.
Como el aleteo de una mariposa traviesa, la aparici¨®n de la palabra nacionalidad ha desatado un debate conceptual tormentoso, entre la cr¨ªtica y el desconcierto, en la derecha espa?ola. El n¨²mero tres del PP, El¨ªas Bendodo, sacud¨ªa un poco m¨¢s los esp¨ªritus afirmando que ¡°Espa?a es un Estado plurinacional y Catalu?a es una de las nacionalidades¡±. Con regocijo mal disimulado, Iv¨¢n Espinosa de los Monteros sal¨ªa a defender el honor de la naci¨®n espa?ola. El ¡°l¨ªo de las nacionalidades¡± estaba servido y el l¨ªder de Vox no dud¨® en se?alar al culpable: un Feij¨®o ¡°torpe¡± que ¡°no tiene las ideas claras¡± y busca el apoyo f¨¢cil sin sopesar las consecuencias.
?Preve¨ªa N¨²?ez Feij¨®o el revuelo que iban a causar sus palabras? Nadie est¨¢ libre de cometer un resbal¨®n, sin embargo, ser¨ªa ingenuo pensar que una frase tan jugosa pronunciada en su primera visita a Catalu?a como presidente del PP pasar¨ªa desapercibida. Cuando el l¨ªder gallego sali¨® a matizar a Bendodo, muchos de los indignados con la repentina defensa popular de la plurinacionalidad vieron en sus palabras un ejercicio de marcha atr¨¢s. Feij¨®o rectifica, titularon. Algunos con alivio, otros con una insinuaci¨®n gozosa de ¡°derechita cobarde¡± que se desdice de nuevo siguiendo el paso marcado desde su diestra. ¡°La Constituci¨®n garantiza la indisoluble unidad de la naci¨®n espa?ola y garantiza el derecho de las autonom¨ªas y de las nacionalidades que la integran¡± fue su aclaraci¨®n. Una aclaraci¨®n que s¨®lo se puede calificar de rectificaci¨®n obviando la mitad de su par¨¢frasis del art¨ªculo 2 de la Constituci¨®n.
A pesar de que la defensa del t¨¦rmino nacionalidades causa cierto recelo en parte del conservadurismo espa?ol, parece que Feij¨®o no quiere renunciar a la utilidad de un concepto a la vez ambiguo y expresivo. El presidente del PP no es el primero en apostar por sus ventajas. Lo hicieron, claro est¨¢, los padres constitucionales, quienes encontraron en ¨¦l la manera de cuadrar el c¨ªrculo sobre el que asentar las bases de la convivencia democr¨¢tica que quer¨ªan garantizar con su ley fundamental. Para Gregorio Peces Barba y Jordi Sole Tura, con el art¨ªculo 2 defin¨ªan Espa?a como una naci¨®n de naciones. Por la misma raz¨®n, Manuel Fraga se sent¨ªa inc¨®modo con el t¨¦rmino, pues en su opini¨®n naci¨®n y nacionalidad eran exactamente lo mismo. Pero acab¨® aceptando su inclusi¨®n y, cuando con el devenir de los a?os se convirti¨® en presidente auton¨®mico de Galicia, apost¨® por la defensa del autogobierno y la exaltaci¨®n del galleguismo.
El de Fraga es el mejor ejemplo de esta versi¨®n autonomista del Partido Popular que consigui¨® hacer compatible la defensa de la unidad de Espa?a con la reivindicaci¨®n de las particularidades culturales y ling¨¹¨ªsticas, la existencia de una identidad auton¨®mica y la presi¨®n por una descentralizaci¨®n efectiva del poder. Pero no el ¨²nico. Los populares gallegos ya hab¨ªan conquistado la Xunta en sus primeros pasos con un candidato galleguista independiente al frente y un ¡°Galego coma ti¡± como lema de campa?a. Y el propio Feij¨®o, tras un inicio titubeante, ciment¨® sus cuatro mayor¨ªas absolutas en su versi¨®n personal de estos principios. Los antecedentes no se agotan en Galicia. Islas Baleares, Navarra o Comunidad Valenciana han sido otros ejemplos donde la f¨®rmula se repiti¨® con ¨¦xito electoral para el PP.
Los a?os noventa fueron el momento ¨¢lgido de este nacionalismo regionalista en el PP. Por un lado, por la conquista de gobiernos auton¨®micos, que serv¨ªan a los populares para hacer contrapeso al poder socialista. Por otro, por el pragmatismo de un Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar necesitado de apoyos transversales para gobernar, que lleg¨® y se mantuvo en La Moncloa gracias a CiU y al PNV, y defendi¨® la necesidad de equiparar al alza las competencias auton¨®micas. La mayor¨ªa absoluta de 2000 trajo un giro en su discurso. Aun as¨ª, es posible encontrar gui?os autonomistas m¨¢s all¨¢ de Galicia. Desde la reivindicaci¨®n de Camb¨® como referente por Josep Piqu¨¦ al convertirse en l¨ªder del PP en Catalu?a en los albores del milenio, a la defensa de Alberto Fabra de los valencianos como un pueblo ¡°con identidad propia como nacionalidad hist¨®rica, que cree en la unidad de la naci¨®n como ¨²nico modelo de Estado¡±.
Si Feij¨®o es consciente de que su callej¨®n sin salida es depender de Vox, tambi¨¦n lo ser¨¢ de que necesita recuperar la capacidad de pactar fuera de bloques y romper el mapa actual. Frente al discurso reaccionario y racista de los de Abascal, que parecen haber recuperado el diagn¨®stico de Gonzalo Fern¨¢ndez de la Mora (el mal de Espa?a es su desnacionalizaci¨®n, fruto de la p¨¦sima influencia de los nacionalismos perif¨¦ricos, las cesiones de soberan¨ªa a la Uni¨®n Europea y la desnaturalizaci¨®n demogr¨¢fica por la llegada de inmigrantes), el art¨ªculo 2 de la Constituci¨®n le ofrece un marco magn¨ªfico para presentar una alternativa democr¨¢tica, abierta e inclusiva.
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