Cinco lobitos: la vida
Crecer es darse cuenta de que nuestros padres no solo son en relaci¨®n a nosotros, no son solo padres sino tambi¨¦n hijos y hermanos, parejas y amantes. Y que, como tales, unas veces atinan, pero otras yerran
Mis padres se separaron cuando yo ten¨ªa 13 a?os y no les pregunt¨¦ por qu¨¦. Al principio no lo quise saber porque entend¨ªa que aquello formaba parte de su intimidad. A?os m¨¢s tarde, me di cuenta de que la verdadera raz¨®n era mi inmadurez: no estaba preparada para asumir que eran, adem¨¢s de mis padres, una pareja. Para entonces ya no era de ley preguntarlo, as¨ª que con 30 sigo sin saberlo.
De ello habla Cinco lobitos, la primera pel¨ªcula de Alauda Ruiz de Az¨²a. De que crecer es darse cuenta de que nuestros padres no solo son en relaci¨®n a nosotros, no son solo padres sino tambi¨¦n hijos y hermanos, parejas y amantes. Y que, como tales, unas veces atinan, pero otras yerran.
Vi¨¦ndola volv¨ªa a una carta que le escrib¨ª a mi hijo antes de nacer. En ella le preguntaba si mi padre dejar¨ªa de serlo cuando se convirtiera en su abuelo, cuando lo tuviera en brazos por vez primera. Ahora s¨¦ que no. Que sigue siendo mi padre. Que lo es, de hecho, m¨¢s que nunca. De eso tambi¨¦n trata Cinco lobitos: de que cuando una es madre no deja de ser hija. Y de que a ambas se aprende.
La premisa es sencilla: una treinta?era da a luz por primera vez en el centro de Madrid y, desbordada por la maternidad, se traslada a casa de sus padres, en su pueblo natal. All¨ª, en el que fue su cuarto de adolescencia, descubrir¨¢ lo que es el amor y que tiene m¨¢s de carretera comarcal llena de socavones que de autopista.
Sobre la mitad del metraje me acordaba, tambi¨¦n, de Julio Llorente y de su ¨²ltima pieza. En ella dec¨ªa, parafraseando al padre Antonio Boh¨®rquez, que quiz¨¢ la crisis actual de los compromisos para siempre no radique en su desprecio, sino en su excesiva idealizaci¨®n. Y seguramente haya mucho de eso.
Cuando la protagonista de Cinco lobitos descubre que sus padres se fueron infieles, lo primero que hace es preguntarles por qu¨¦ no se divorciaron. Su madre le responde que no era f¨¢cil, pero a?ade algo m¨¢s revelador: que las vidas que uno se imagina son siempre maravillosas. Y que lo son ¨Desto lo omite, pero lo piensa¨D, precisamente porque no las vive sino que solo las piensa.
Entre escena y escena, volv¨ª al ¨²ltimo paseo con mi hijo por el jard¨ªn de la Isla de Aranjuez. Era martes y estaba lleno de jardineros podando y quitando broza. Apenas se pod¨ªa estar del polvo que hab¨ªa y los pavos reales no descansaban sobre las fuentes porque andaban asustados. Entonces pens¨¦ que nos hab¨ªan jodido el paseo y que los turistas nunca lo ver¨ªan tan desangelado, ellos que solo vienen los fines de semana. Pero tambi¨¦n que por eso el Jard¨ªn de la Isla nunca ser¨¢ de los turistas, sino de mi hijo y m¨ªo. Porque conocemos sus ma?anas de martes. Porque sabemos c¨®mo es en primavera, cuando huele a jazm¨ªn y todos quieren visitarlo, pero tambi¨¦n en invierno, cuando solo lo recorremos las madres y los viejos.
Sucede as¨ª con todas las cosas que importan. Con la pareja, con la familia, con el amor, con cualquier pasi¨®n, con las ideas que nos mueven: que no nos pertenecen del todo hasta que vemos sus tramoyas. Hasta que nos decepcionan, o hasta que nos decepcionamos a nosotros mismos por haberlas cre¨ªdo perfectas. Entonces hay dos caminos: quedarse o marchar. De eso va Cinco lobitos. Y de eso va, tambi¨¦n, la vida.
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