El principio del fin de Boris Johnson
La victoria en la moci¨®n de censura permitir¨¢ al primer ministro mantenerse en Downing Street, pero le ha atestado un golpe pol¨ªtico descomunal, subrayando su debilidad pol¨ªtica y acentuando el profundo desgaste que est¨¢ experimentando su partido
La moci¨®n de censura se produjo tras meses de especulaci¨®n y en plena resaca ¡ªpol¨ªtica y f¨ªsica¡ª del Jubileo de la reina. A lo largo del lunes, decenas de diputados tories desfilaron por Downing Street y por la C¨¢mara de los Comunes, reunidos con un primer ministro contra las cuerdas, desesperado por mantenerse en el cargo, y sobre el cual sobrevolaban los fantasmas de Margaret Thatcher y de Theresa May. Y cuando el pa¨ªs despert¨®, Boris Johnson, como el dinosaurio de Augusto Monterroso, segu¨ªa ah¨ª: con 211 votos a favor y 148 en contra, el primer ministro retuvo la confianza de sus diputados.
En t¨¦rminos hist¨®ricos, el resultado de Johnson es p¨¦simo ¡ªpeor que el de Theresa May en 2018, peor que el de John Major en 1995 y poco mejor que el de Margaret Thatcher en 1990¡ª; es probable que, en cualquier otro Gobierno de la posguerra brit¨¢nica, hubiera supuesto la dimisi¨®n del primer ministro. Existen tres razones, sin embargo, para pensar que podr¨¢ mantenerse en el cargo.
En primer lugar, Johnson cuenta con el inquebrantable apoyo de su Gabinete, un ¨®rgano sin el cual resulta casi imposible tumbar a un primer ministro brit¨¢nico. En segundo lugar, la reciente ca¨ªda en desgracia del canciller Rishi Sunak ¡ªun thatcherista cuya ideolog¨ªa casa mal con la filosof¨ªa econ¨®mica de su Gobierno¡ª y la torpeza de la ministra de Exteriores, Liz Truss, han dejado a los tories sin un sucesor claro en torno al cual agrupar a los 148 diputados disidentes. Por ¨²ltimo, la propia heterogeneidad de estos disidentes no hace sino fortalecer al premier. Durante los meses previos a la ca¨ªda de May, apunta el analista Daniel Finkelstein, los diputados rebeldes compart¨ªan una idea pol¨ªtica (implementar el Brexit) y un objetivo estrat¨¦gico (derrocar a May). En el caso de Johnson, esta unidad no existe ni en el plano ideol¨®gico ni en el estrat¨¦gico; con una oposici¨®n interna tan dividida, concluye Finkelstein, el riesgo de un nuevo intento de derrocamiento podr¨ªa ser relativamente bajo.
Y pese a ello, el resultado de la moci¨®n de censura es el peor escenario imaginable para los tories: una victoria aplastante de Johnson hubiera enterrado el debate sobre la sucesi¨®n, y su derrota hubiera puesto punto y final a su mandato. El resultado de la votaci¨®n del lunes ha dejado al partido en un limbo pol¨ªtico que amenaza con convertirse en un callej¨®n sin salida, con un primer ministro demasiado fuerte para ser derrocado con facilidad, pero demasiado d¨¦bil para liderar un Gobierno.
La primera prueba de fuego para Johnson tendr¨¢ lugar el pr¨®ximo 23 de junio, cuando las circunscripciones de Wakefield y de Tiverton and Honiton acudan a las urnas tras las dimisiones de sus respectivos diputados, ambos conservadores. A escasos d¨ªas de los comicios, los presagios no podr¨ªan ser peores para los tories: en Wakefield, por ejemplo, una reciente encuesta les otorgaba un 28% del voto, una ca¨ªda de 19 puntos respecto a su resultado de 2019 que les situar¨ªa 20 puntos por detr¨¢s de los laboristas. Perder dos diputados no alterar¨ªa, en s¨ª, los equilibrios pol¨ªticos de la C¨¢mara, donde los de Johnson gozan de una amplia mayor¨ªa. S¨ª confirmar¨ªa, sin embargo, lo que estudios demosc¨®picos y focus groups apuntan desde hace meses: que el electorado ha dejado de re¨ªrle las gracias al primer ministro; que muchos de los votantes que supo atraer en 2019 se han cansado de ¨¦l; y que el partido est¨¢ perdiendo apoyo tanto en el norte de Inglaterra, donde el laborismo se est¨¢ recuperando, como en el sur, donde los liberales amenazan con hacer un gran da?o electoral a los tories. Podr¨ªa ser, por lo tanto, la gota que colmara el vaso para un partido que asiste a la dilapidaci¨®n del inmenso capital pol¨ªtico obtenido en 2019.
Los problemas que sufren los tories no son, sin embargo, solo demosc¨®picos: m¨¢s all¨¢ de sus posibles derrotas electorales, el Gobierno de Johnson se enfrenta a dos crisis m¨¢s profundas ¡ªuna de ideas, otra de fondo de armario¡ª, de las cuales la moci¨®n de censura no es m¨¢s que una consecuencia.
La principal crisis que atraviesa el partido es de identidad ideol¨®gica. Desde su aplastante victoria electoral en 2019, los tories no terminan de encontrar el leitmotiv de su gobierno: su plan estrella, la famosa agenda redistributiva denominada levelling up no termina de despegar; el partido no dispone de un plan para hacer frente a un nuevo intento secesionista en Escocia; y las desastrosas consecuencias econ¨®micas del Brexit est¨¢n dando lugar a las primeras cr¨ªticas p¨²blicas al acuerdo de retirada por parte de diputados conservadores. Los tories, en otras palabras, pueden estar acusando el desgaste de doce a?os de gobierno, pero tambi¨¦n est¨¢n pagando el precio de una estrategia de gobierno centrada en dos aspectos: un l¨ªder cuyo capital pol¨ªtico se est¨¢ agotando, y un tema ¡ªel Brexit¡ª sin el poder de movilizaci¨®n de anta?o.
La segunda crisis estructural que sufre el partido ¡ªde nuevo, una consecuencia de las acciones de su primer ministro¡ª es de falta de fondo de armario. Tras suceder a Theresa May, Johnson inici¨® una remodelaci¨®n radical de su grupo parlamentario. Por una parte, llev¨® a cabo una purga de todo diputado considerado disidente, ya fuera por no haberle apoyado en las primarias o por haberse mostrado contrario a su Brexit m¨¢s fundamentalista: en sucesivas crisis de gobierno, releg¨® o expuls¨® del partido a ministros hist¨®ricos de las administraciones de David Cameron (Jeremy Hunt, Dominic Grieve), de Theresa May (Rory Stewart, Philip Hammond) o incluso de John Major (Kenneth Clarke, Nicholas Soames). Por otra, aprovech¨® su mayor¨ªa absoluta de 2019 para atraer al Parlamento a decenas de absolutos desconocidos; figuras sin experiencia pol¨ªtica alguna y sin una ideolog¨ªa clara m¨¢s all¨¢ de su euroescepticismo, pero que ascendieron gracias a su inquebrantable lealtad hacia el primer ministro. Tres a?os despu¨¦s, el resultado de todo ello ha sido el esperable: un Gabinete con poca experiencia de gesti¨®n, el Gobierno con menos talento pol¨ªtico de la historia reciente del pa¨ªs, y un grupo parlamentario sin banquillo del que tirar para ayudar a su l¨ªder a remontar en las encuestas.
La victoria de Johnson es, por lo tanto, p¨ªrrica: permitir¨¢ al primer ministro mantenerse en Downing Street, pero le ha atestado un golpe pol¨ªtico descomunal, subrayando su debilidad pol¨ªtica y acentuando el profundo desgaste que est¨¢ experimentando su partido. El futuro inmediato del primer ministro depender¨¢ de muchos factores: de sus pr¨®ximos resultados electorales; de que surja una alternativa clara a su liderazgo ¡ªa d¨ªa de hoy, el exministro Jeremy Hunt podr¨ªa ser el mejor posicionado para sucederle¡ª; y de que sus diputados constaten, de una vez por todas, que se ha convertido en un lastre electoral. Dure lo que dure su mandato, sin embargo, s¨ª parece claro que el l¨ªder que hace apenas un a?o aspiraba a superar los once a?os de gobierno de Thatcher no encabezar¨¢ su partido en las pr¨®ximas elecciones generales. Como afirma Ross Clark en The Spectator, el diario de cabecera de la derecha brit¨¢nica, nos podr¨ªamos encontrar, esta vez s¨ª, ante el principio del fin de Boris Johnson.
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