Tres errores sobre c¨®mo parar a la extrema derecha
Hay cosas que conviene evitar frente a esta ideolog¨ªa que se abre paso en el electorado: pensar que no es una opci¨®n pol¨ªtica, creer que todos los que dicen querer pararla realmente pretenden hacerlo y focalizarse m¨¢s en ganarla que en vencer por m¨¦ritos propios
Le Pen ha sido derrotada, pero las alarmas sobre su imparable avance y el miedo a una posible victoria en 2027 han desatado una reflexi¨®n en torno a la pregunta ?c¨®mo se para a la extrema derecha? Si bien no existe una f¨®rmula m¨¢gica, el caso de Francia nos permite ahondar en tres grandes errores a evitar en este marco de ¡°todos contra la extrema derecha¡±.
El primer error es pensar que podemos volver a un tiempo en el que la extrema derecha no sea una opci¨®n pol¨ªtica. Desgraciadamente, es necesario asumir que la extrema derecha ha llegado para quedarse. Esto se debe a que el auge de estos partidos tiene origen en factores estructurales, tales como la p¨¦rdida de estatus de los trabajadores industriales debido a la desindustrializaci¨®n, el aumento de la importancia de tener estudios universitarios para obtener un buen trabajo, el declive de la afiliaci¨®n sindical o la reducci¨®n del crecimiento del PIB. En este sentido, investigaciones recientes apuntan a que, junto con las preocupaciones culturales, el factor clave es la inseguridad econ¨®mica. Los votantes de extrema derecha, de hecho, no son los m¨¢s desfavorecidos, sino aquellos que tienen m¨¢s riesgo de serlo. Los principales apoyos de la extrema derecha son, por un lado, las viejas clases medias (aut¨®nomos y peque?os burgueses), cuyo ingreso est¨¢ muy expuesto a los vaivenes del mercado, y, por otro lado, las viejas clases obreras. Los trabajos de Thomas Kurer, por ejemplo, ense?an que gran parte de los obreros que votan a la extrema derecha son aquellos que todav¨ªa conservan sus puestos, pero que perciben un claro declive de su tipo de trabajo debido a la automatizaci¨®n y la desindustrializaci¨®n. Es por esto que el reclamo de la extrema derecha de priorizar a los trabajadores nacionales, su cr¨ªtica a las ¨¦lites educadas y urbanas, y sus promesas de reindustrializaci¨®n proporcionan una respuesta muy atractiva para estos votantes.
Por desgracia, la realidad es que no se ha encontrado ninguna estrategia eficaz que logre frenar a la extrema derecha: girar a la derecha implica comprar su marco y legitimar sus posiciones, ignor¨¢ndola se le deja v¨ªa libre para introducir sus temas, y el cord¨®n sanitario refuerza su imagen anti-establishment, lo que atrae a los votantes enfadados con el sistema. Si bien todas estas estrategias han sido y son ¨²tiles en algunos casos concretos, ninguna estratagema ha logrado funcionar siempre y en todos los casos. Que la extrema derecha vaya a formar parte de nuestro panorama pol¨ªtico en el medio plazo no es una invitaci¨®n al pesimismo, sino m¨¢s bien una motivaci¨®n para lidiar con los problemas de fondo en lugar de quedarse en el nivel m¨¢s superficial de la estrategia pol¨ªtica.
El segundo error es pensar que todos los actores que dicen querer parar a la extrema derecha quieren realmente hacerlo. Para muchos es, de hecho, electoralmente ¨²til potenciar a los partidos ultra. Fran?ois Mitterrand, por ejemplo, dio alas al Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen para poder dividir al electorado de la derecha tradicional. Sin embargo, no ha sido el ¨²nico ya que a Macron le interesa que las elecciones se enmarquen como una lucha entre ¡°liberales y nacionalistas¡±, puesto que los partidos centristas suelen tener m¨¢s dificultades en elecciones definidas por la competici¨®n entre izquierda y derecha. En este sentido, la estrategia del presidente franc¨¦s de girar a la derecha en materia econ¨®mica y migratoria no solo ha funcionado para atraer al electorado de Los Republicanos, sino tambi¨¦n para potenciar a la extrema derecha y enfrentarse a Le Pen en la segunda vuelta.
Los partidos conservadores son los que m¨¢s tienen que perder a largo plazo al adoptar el discurso de la extrema derecha, pero muchos logran buenos resultados a corto plazo. El partido conservador brit¨¢nico con Johnson, por ejemplo, logr¨® la mayor¨ªa al mimetizarse con el Brexit, el principal tema de la extrema derecha inglesa. Otros partidos conservadores, como el PP de Feij¨®o, esperan llegar a la presidencia a trav¨¦s de una coalici¨®n de gobierno con los ultras. En definitiva, se hace evidente que no a todos los partidos les interesa parar a la extrema derecha.
El tercer error es focalizarse m¨¢s en parar a la extrema derecha que en ganar las elecciones motu proprio. Como demuestra el caso de Francia, cuanto m¨¢s se enmarquen las elecciones en t¨¦rminos de un plebiscito sobre la extrema derecha, m¨¢s f¨¢cil ser¨¢ acabar cediendo a sus posturas para atraer a sus votantes y m¨¢s hast¨ªo y abstenci¨®n se generar¨¢ entre la poblaci¨®n. Contrariamente a una opini¨®n muy extendida, no es cierto que pa¨ªses como Francia se hayan derechizado, sino que han sufrido m¨¢s bien lo que el soci¨®logo Aldo Rubert ha llamado una ¡°des-izquierdizaci¨®n¡±, es decir, un proceso de desmovilizaci¨®n del votante progresista. Es por esto que la estrategia no debe enfocarse tanto en frenar a la extrema derecha como en movilizar al votante de izquierdas. Ahora bien, ?c¨®mo movilizar a este electorado?
Primero, es crucial que el debate p¨²blico lo dominen los temas progresistas. Cuanto m¨¢s se hable de transici¨®n ecol¨®gica, de protecci¨®n social, de igualdad de g¨¦nero y de inversi¨®n p¨²blica mejor le ir¨¢ a la izquierda, puesto que la extrema derecha no tiene un programa coherente en estos campos.
Segundo, la izquierda necesita plantear una buena defensa en aquellos temas que domina el campo conservador, pero evitando a toda costa comprarle el marco a la extrema derecha. La inseguridad econ¨®mica, la inmigraci¨®n, la desindustrializaci¨®n y la identidad nacional son temas que importan a todo el electorado y a los se debe dar una respuesta de izquierdas desde la izquierda. Como han demostrado varios estudios, los partidos socialdem¨®cratas que adoptan posturas conservadoras en temas culturales acaban legitimando a la extrema derecha y perdiendo m¨¢s votos de sus alas m¨¢s verdes y liberales que los que ganan de la derecha.
Tercero, la izquierda necesita reforzar su organizaci¨®n. A muchos partidos como la Francia Insumisa les sigue faltando una estructura organizacional, sindical y territorial que pueda articular las luchas de manera continua y cotidiana m¨¢s all¨¢ de las elecciones. M¨¦lenchon, por ejemplo, construy¨® una m¨¢quina electoral espectacular que logr¨® doblar su expectativa de voto en los dos ¨²ltimos meses de campa?a tanto en 2017 como en 2022. Sin embargo, el partido ha desaparecido m¨¢s all¨¢ de las citas electorales y parece condenado, como en el mito de S¨ªsifo, a levantar la piedra de los apoyos electorales cada elecci¨®n desde un suelo (electoral) muy bajo. El discurso no es suficiente si faltan organizaci¨®n y m¨²sculo.
En conclusi¨®n, es cierto que las transformaciones estructurales que sufre nuestra sociedad favorecen la presencia de la extrema derecha, pero no es cierto que nos condenen a un inexorable avance de las posiciones ultra. Le Pen no tiene por qu¨¦ ser candidata en 2027 y, en gran medida, ello depender¨¢ de que no concentremos nuestros esfuerzos en parar a la extrema derecha, sino en ganar las elecciones con un programa que d¨¦ respuesta, sobre todo, a la inseguridad econ¨®mica que sufren los ciudadanos.
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