Newsletter Americanas: La Luz del Mundo y la justicia que silencia a las v¨ªctimas
El caso de Naas¨®n Joaqu¨ªn ha sido una oportunidad perdida para llegar hasta el fondo de la verdad sobre sus cr¨ªmenes y el profundo desprecio por las mujeres con el que se cometieron
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El caso contra Naas¨®n Joaqu¨ªn Garc¨ªa destap¨® el lado m¨¢s oscuro de La Luz del Mundo, una iglesia que asegura tener m¨¢s de cinco millones de seguidores en M¨¦xico y m¨¢s de 50 pa¨ªses. El ap¨®stol de Jesucristo, como es conocido entre sus feligreses, era acusado en Estados Unidos de delitos como violaci¨®n, tr¨¢fico de personas y posesi¨®n de pornograf¨ªa infantil. Cinco mujeres, casi todas menores de edad al momento en que se cometieron los abusos, arriesgaron sus vidas y las de sus familias para romper el muro de silencio que ha protegido a la c¨²pula de la organizaci¨®n durante d¨¦cadas. A horas de que arrancara el juicio en Los ?ngeles, la Fiscal¨ªa lleg¨® a un acuerdo con los abogados de Naas¨®n para evitar ir a juicio a cambio de confesar solo tres de los 19 delitos que se le imputaban. Nadie le pregunt¨® a las denunciantes si estaban de acuerdo con el arreglo, que hizo que se esfumara cualquier posibilidad de que las v¨ªctimas contaran toda su verdad en un tribunal.
Antes de que saliera a la luz la confesi¨®n de culpabilidad que libr¨® a Naas¨®n de pasar el resto de su vida en la c¨¢rcel, me puse en contacto con varias personas que pertenecieron a la iglesia para entender qu¨¦ significaba para ellas que el l¨ªder religioso se sentara finalmente en el banquillo de los acusados. La acusaci¨®n contra la c¨²pula de La Luz del Mundo es el mayor caso que ha habido contra un ministro de culto mexicano por abuso de menores. Por ejemplo, la mexicoamericana Sochil Martin, la primera mujer que destap¨® los abusos y que ha denunciado haberlos sufrido desde que era una ni?a, me contaba que despu¨¦s de tres a?os de sacrificios esperaba que el juicio contra Naas¨®n pudiera dar fuerzas a las mujeres latinas para denunciar a sus agresores y pudiera demostrarles que su voz importaba y que sus derechos importaban.
La sentencia de solo poco m¨¢s de 16 a?os de c¨¢rcel contra Naas¨®n fue una prueba de c¨®mo la justicia estadounidense le fall¨® a las cinco denunciantes. Martin asegura que el n¨²mero de v¨ªctimas reales debe andar por los cientos o miles de ni?os, ni?as y mujeres. Tambi¨¦n les fallaron a ellos, a quienes no sab¨ªan si denunciar o quedarse callados. Francisco Espinoza, un exintegrante, contaba que al menos siete u ocho mujeres que conoci¨® en la iglesia sufrieron situaciones de abuso y de acoso. Ninguna se ha animado a hablar. Como pasa en muchos de nuestros pa¨ªses, la decisi¨®n de alzar la voz muchas veces no pasa por esperar que el agresor sea castigado o no. Depende, sobre todo, de si les van a creer o no. ¡°Nadie me iba a creer¡± fue una frase que se repiti¨® varias veces en la ¨²ltima audiencia.
A veces, ya sea en los sumarios judiciales o las notas period¨ªsticas, uno lee la palabra violaci¨®n tantas veces que pierde de vista la dimensi¨®n del da?o. Entendemos de lo que se habla, pero perdemos de vista lo que implica. Despu¨¦s de escribir la cr¨®nica sobre la sentencia a Naas¨®n Joaqu¨ªn, me di cuenta de que sent¨ªa un vac¨ªo. Estaban todas las palabras, todos los cargos, todo el rastro de impunidad. Pero sent¨ªa que no hab¨ªa podido trasladar con claridad lo que todo eso hab¨ªa implicado para las supervivientes de los abusos. Era un vac¨ªo, pero se sent¨ªa como un abismo entre lo que se reportaba en la prensa, que centr¨® su cobertura en casi todos los casos en el pez gordo que hab¨ªa ca¨ªdo, y lo que hab¨ªan dicho las v¨ªctimas en la corte.
Yo escrib¨ªa ¡°violaci¨®n¡±, pero Jane Doe 4, la propia sobrina de Naas¨®n, dec¨ªa a su abusador: ¡°?Te acuerdas c¨®mo t¨² y tus c¨®mplices se re¨ªan de m¨ª mientras lloraba y gritaba? ?Te acuerdas c¨®mo les ordenaste que me sujetaran para que no me resistiera?¡±. Yo escrib¨ªa ¡°maquinaria de explotaci¨®n infantil¡±, pero ella preguntaba con rabia: ¡°?Te acuerdas cuando quer¨ªas que te trajera a mi hermanita para que pudieras violarla tambi¨¦n? Te dije que solo ten¨ªa 14 a?os. ?Recuerdas que me dijiste que deb¨ª hab¨¦rtela tra¨ªdo antes?¡±. Yo escrib¨ªa ¡°familias destruidas¡±, pero una madre le preguntaba durante la audiencia: ¡°?Qu¨¦ le hice? ?Qu¨¦ hice mal para que violara a mi hija?¡±. Yo escrib¨ªa ¡°miedo a denunciar¡±, Jane Doe 4 dec¨ªa: ¡°He sido llamada mentirosa, puta, traidora, una judas que merece morir de la forma m¨¢s vil¡±.
Tuve muchas dudas de presentar los testimonios de forma tan cruda. No quer¨ªa revictimizar a las denunciantes ni escudri?ar entre sus palabras hasta encontrar el titular m¨¢s morboso. Pero sent¨ªa que era una ¨²ltima oportunidad para ayudar a quienes nos leen a dimensionar esos abusos. Fue un ejercicio profesional sumamente doloroso, siempre incomparable al dolor de esas mujeres. Los testimonios eran pertubadores. Naas¨®n Joaqu¨ªn no se atrevi¨® a mirar a la cara a ninguna de las mujeres que lo confrontaron. Su cobard¨ªa no se lo permiti¨®. Pero sent¨ªa que el resto del mundo le deb¨ªa eso a las v¨ªctimas: mirarlas a los ojos y escucharlas.
Amigos, conocidos y familia me preguntan siempre por qu¨¦ hago historias de grupos jud¨ªos ultraortodoxos que secuestran a ni?os y los someten a matrimonios forzados o de sectas de coaching que fuerzan a sus miembros a hacer ¡°locuras¡±, como tatuarse las iniciales de su l¨ªder como parte de un rito de iniciaci¨®n de un grupo secreto de esclavas. Todas esas historias son ¡°fascinantes¡± y ¡°dignas de un marat¨®n de Netflix¡± siempre y cuando nos queden lejos, siempre y cuando sean producto de un ¡°grupo de locos¡± que nada tienen que ver con nosotros. Pero la realidad es que casi nunca nos quedan lejos y que casi siempre es m¨¢s f¨¢cil hablar de ese ¡°grupo de locos¡± para no sentirnos inc¨®modos nosotros mismos.
En el caso de La Luz del Mundo hay much¨ªsimas razones para incomodarse. Porque M¨¦xico es el primer pa¨ªs del mundo en abuso sexual de menores y solo uno de cada 1.000 casos alcanzan una condena, seg¨²n la OCDE. Porque la cifra negra de la violencia sexual en el pa¨ªs es superior al 99%. Porque las denuncias de v¨ªctimas son ignoradas y ridiculizadas sistem¨¢ticamente. Porque las tres generaciones de ¡°ap¨®stoles¡± de esa iglesia ?Naas¨®n, su padre y su abuelo? han sido se?alados por esc¨¢ndalos sexuales, pero nunca han sido acusados formalmente en territorio mexicano. Porque muchas personas que denunciaron tuvieron que abandonar sus casas y quienes las agredieron est¨¢n a sus anchas. Porque vemos c¨®mo los mismos contextos de vulnerabilidad se explotan una y otra vez, dentro y fuera de estas iglesias.
La lista podr¨ªa seguir y seguir, pero no pretendo extenderme. Francamente, espero que estas l¨ªneas le indignen. Hay coberturas noticiosas que dejan heridas abiertas y que desaf¨ªan nuestra posici¨®n de meros observadores de la realidad. Observar no es suficiente. El caso de Naas¨®n Joaqu¨ªn Garc¨ªa ha sido una oportunidad perdida para dar justicia a las v¨ªctimas y llegar hasta el fondo de la verdad sobre los cr¨ªmenes sexuales, el profundo desprecio por las mujeres con el que se cometieron y el machismo con el que se justificaron. Otras discusiones que no se tuvieron: la manipulaci¨®n sistem¨¢tica, los pactos con el poder en todo el continente, los imperios que se construyen sobre la fe de las personas, las actitudes predominantes hacia las denuncias que ayudan a perpetuar estos abusos.
¡°?C¨®mo se puede llamar a esto justicia?¡±, cuestion¨® Jane Doe 4. Quiz¨¢ pueda parecer un acto min¨²sculo de resistencia, pero ser¨ªa un salto enorme en medio de toda esta indignaci¨®n escuchar de una vez por todas a las v¨ªctimas. Creerles. No olvidarlas. Hacerles saber que no est¨¢n solas. Esa es otra oportunidad que se nos presenta todos los d¨ªas y que ya no podemos dejar pasar.
Estos son nuestros art¨ªculos recomendados de la semana:
Y para despedirnos, unas sugerencias:
?? Una escritora: Alma Delia Murillo. Por Almudena Barrag¨¢n
La autora mexicana acaba de publicar La cabeza de mi padre (Alfaguara), una novela autobiogr¨¢fica en la que cuenta c¨®mo despu¨¦s de casi 40 a?os, decide buscar a su padre. Un hombre al que no conoce, del que solo conserva una foto con la cabeza arrancada y al que para sobrevivir, fue m¨¢s f¨¢cil enterrar en vida. Negar que como muchos mexicanos, aquella ni?a formaba parte de la legi¨®n abandonada por su progenitor, unos 26 millones de personas, seg¨²n cifras oficiales. ¡°En este pa¨ªs todos somos hijos de Pedro P¨¢ramo¡±, dice Murillo nada m¨¢s empezar su relato.
¡°?C¨®mo fue para usted buscar a su padre despu¨¦s de tanto tiempo?¡±. ¡°Fue como estar en drogas. Una parte de m¨ª estaba muy tranquila, en una calma extra?a y otra, muy golpeada. Si cortar una cabeza es dif¨ªcil, volverla a poner en su sitio es una proeza demoledora¡±, dec¨ªa la escritora en una entrevista publicada recientemente en EL PA?S.
? Una artista: Rina Lazo. Por Erika Rosete
La artista guatemalteca Rina Lazo (Ciudad de Guatemala 1923- Ciudad de M¨¦xico 2019) ten¨ªa 23 a?os cuando Diego Rivera le desliz¨® un papelito escrito a mano donde le preguntaba si deseaba trabajar con ¨¦l en su taller. A?os m¨¢s tarde, el hombre m¨¢s conocido de la corriente del muralismo mexicano dir¨ªa sobre ella que se hab¨ªa convertido en su ¡°mano derecha¡± y en ¡°la mejor de sus estudiantes¡±. Lazo ya era entonces una entusiasta de la pintura y de la cultura maya. Su infancia hab¨ªa estado estrechamente vinculada con el pueblo maya quich¨¦, nativo de Guatemala. El ¨²ltimo de sus murales es quiz¨¢ un hito en la historia del arte de M¨¦xico y un s¨ªmbolo de lo que fue la m¨¢s grande pasi¨®n de Rina. ¡®Xibalb¨¢, el inframundo de los mayas¡¯ es el primer mural de una mujer que es expuesto en el interior de uno de los centros culturales m¨¢s importantes del pa¨ªs: el Palacio de Bellas Artes, en el coraz¨®n de la capital mexicana. En ¨¦l, adem¨¢s de retratar su visi¨®n y lectura sobre el inframundo de los mayas y el culto al dios del ma¨ªz, Lazo se ha retratado a s¨ª misma y ha dejado un par de enigmas para su futuro estudio. La muralista bromeaba a veces, como han contado familiares y amigos, al decir que ten¨ªa miedo de terminar de pintar el lienzo, una tarea que le llev¨® unos diez a?os, porque sent¨ªa que apenas diera el ¨²ltimo pincelazo, morir¨ªa. Solo tres d¨ªas despu¨¦s de hacerlo, de dar el ¨²ltimo retoque a su obra, Rina Lazo falleci¨®. Sus obras, que van desde retratos, paisajes, naturalezas muertas, y, sobre todo, murales, quedaron como muestra de su brillante capacidad de plasmar la vida de los mayas y su concepci¨®n del mundo, de la vida y de la muerte. ¡®Xibalb¨¢, el inframundo de los mayas¡¯, estar¨¢ hasta el 26 de julio expuesto en el recinto de la Ciudad de M¨¦xico.
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