Por qu¨¦ hablar de ¨²lceras y lepra tambi¨¦n es un arma contra el machismo
Los derechos de las mujeres no siempre se tienen en cuenta en Ben¨ªn. Introducir la perspectiva de g¨¦nero en la atenci¨®n a las enfermedades tropicales desatendidas, tambi¨¦n contribuye a reducir desigualdades
En el centro social de Sedjenedou, una aldea perteneciente a la comuna de Z¨¦, en la campi?a beninesa, acaba de armarse una bronca fenomenal. Docenas de mujeres vociferan, gesticulan y exhiben muecas de disgusto en respuesta al desafortunado comentario de un vecino: ¡°Si en este pa¨ªs hay m¨¢s mujeres que hombres, entonces nosotros tocamos a m¨¢s de una. ?Es pura matem¨¢tica!¡±, arguye. Las contestaciones no se hacen esperar:
¡ªLas mujeres no somos un objeto que usas cuando quieres¡ª, recrimina una.
¡ªNo son matem¨¢ticas; hay mujeres que no quieren casarse ni estar con ning¨²n hombre¡ª, reta valientemente otra.
M¨¢s de 70 personas se apretujan en las filas de bancos dispuestos a ambos lados de la sala de reuniones. Son mujeres en su mayor¨ªa, pero tambi¨¦n se han apuntado algunos hombres. Un par da la raz¨®n a su vecino; otro dice sentirse completamente perdido en la conversaci¨®n. ¡°Cuando se habla de igualdad, no se entiende que hombres y mujeres sean iguales. ?A qu¨¦ os refer¨ªs?¡±, pregunta.
¡°Si el hombre quiere sexo con la mujer y ella no, aunque sea la esposa, es violencia¡±. ¡°Escolarizar a los chicos y casar a las ni?as tambi¨¦n es violencia¡±. Estas respuestas, de dos mujeres distintas, provocan aplausos. Y siguen: ¡°No hay ninguna ley que proh¨ªba a un hombre ayudar a una mujer en casa; deb¨¦is aportar m¨¢s que el trabajo que hac¨¦is fuera¡±, a?ade alguien desde el fondo de la sala. ¡°Y que el hombre imponga no es igualdad; tiene que haber di¨¢logo¡±, alecciona otra.
Lo parad¨®jico es que esta bronca est¨¢ teniendo lugar durante lo que iba a ser una jornada de sensibilizaci¨®n para prevenir enfermedades tropicales desatendidas o ETD, un concepto para designar a un grupo de 21 patolog¨ªas que afectan a mil millones de personas en el mundo, pero para cuya eliminaci¨®n apenas se destinan esfuerzos. El motivo es que son end¨¦micas en entornos empobrecidos, por lo que a nadie le sale a cuenta invertir dinero y tiempo en ellas.
Ben¨ªn, sin embargo, s¨ª se ha empleado a fondo en combatir algunas, las m¨¢s prevalentes entre su poblaci¨®n. Son el pian, la lepra y la ¨²lcera de Buruli (UB), fundamentalmente, y las tres son de manifestaci¨®n cut¨¢nea. El pa¨ªs ha logrado algunos ¨¦xitos en los ¨²ltimos a?os gracias a un programa nacional con un ampl¨ªsimo abanico de medidas sociosanitarias, y una de ellas, de gran ¨¦xito, ha sido la sensibilizaci¨®n de los ciudadanos con jornadas como la que est¨¢ teniendo lugar en este pueblo. Aunque el tema se haya desviado sensiblemente.
Detr¨¢s de la mesa principal, dispuesta cuan altar en una iglesia, han tomado asiento tres mujeres: una de ellas es Fran?oise Sossou Agbaholou, la presidenta de la rama beninesa de Women in Law & Development in Africa (Wildaf), una red panafricana de defensa de los derechos de las mujeres creada en 1990 y presente en 22 pa¨ªses del continente. La dos restantes son Flora Houndjrebo y Beatriz G¨®mez, de la Fundaci¨®n Anesvad, una entidad espa?ola que lleva dos d¨¦cadas acompa?ando al Gobierno para reducir la incidencia de este tipo de enfermedades dermatol¨®gicas.
Ante ellas, otras tres vecinas llevan la batuta de esta encendida asamblea. Tan pronto muestran fotograf¨ªas de todo tipo de ¨²lceras, heridas y lesiones para ense?ar c¨®mo detectar una ETD, como pasan a explicar ¨Cuna vez m¨¢s¨C por qu¨¦ no te convierte en mala esposa el hecho de a veces no querer tener sexo con el marido. En realidad, todo forma parte de una estrategia. Aunque Anesvad se dedica al ¨¢mbito sanitario, tambi¨¦n se reconoce como una organizaci¨®n de car¨¢cter feminista que busca incluir una perspectiva de g¨¦nero en sus intervenciones.
Ben¨ªn ocupa el puesto 148 de 162 en el ?ndice de Desigualdad de G¨¦nero de la ONU, que mide la p¨¦rdida de desarrollo humano debida a la desigualdad entre los logros de mujeres y hombres en tres dimensiones clave: salud reproductiva, el empoderamiento y mercado laboral. Con asambleas como la que est¨¢ teniendo lugar, las organizadoras pueden acercarse a las mujeres de las comunidades rurales para hablar de salud porque a ellas les ata?e directamente. La Organizaci¨®n Mundial de la Salud (OMS) reconoce la cuesti¨®n de g¨¦nero como causa de inequidad sanitaria. En la inmensa lista de factores y conductas que ahondan esta brecha, observa perjuicios tanto para hombres como para mujeres, pero en el caso de ellas, son muchos m¨¢s.
Varias de estas son patentes en pa¨ªses como Ben¨ªn y en el entorno de tratamiento de las ETD. Ellas son las que tienen que dejar su vida en el momento en el que un familiar o ellas mismas enferman. ¡°En el caso de una lesi¨®n en la piel, el hombre va antes al m¨¦dico, porque se privilegia su salud. En el caso de las mujeres, muchas veces cuando acuden ya est¨¢ en un estado m¨¢s avanzado, ella es la ¨²ltima en la familia. Primero va a ser el hombre; luego, los hijos varones, las hijas mujeres y la propia mujer¡±, describe G¨®mez.
El tratamiento de la UB es breve si se pilla a tiempo la infecci¨®n, pero si se complica, acaba requiriendo cirug¨ªa, curas diarias y rehabilitaci¨®n en un proceso que se suele alargar durante m¨¢s de un a?o y que obliga al ingreso hospitalario. Durante todo ese tiempo, las mujeres dejan su vida para ocuparse del familiar enfermo, pues ella es la principal dispensadora de cuidados. Sobre esto centr¨® su tesis doctoral la investigadora beninesa In¨¨s Elvire Agbo Sonagnon, de la Universidad de Abomey, y as¨ª se refiere a la realidad de su pa¨ªs: ¡°Para la mayor¨ªa de los hombres entrevistados, el papel de cuidador es una tarea de la mujer porque ella es la que puede lavar al paciente; cuidar su ropa; cuidar de ¨¦l, especialmente cuando est¨¢ inmovilizado en la cama; preparar la comida; fregar el suelo... Seg¨²n los distintos informantes, se encontrar¨ªan avergonzado en este papel de cuidador¡±.
Pero no hace falta irse a los libros; la estampa que describe Agbo es la del Centro de Tratamiento de ?lcera de Buruli (CDTUB) de Lalo. En los sanatorios de Ben¨ªn, y de ?frica en general, no hay un servicio de alimentaci¨®n organizado ni una enfermera que lleve a los pacientes la consabida bandeja con esa comida de hospital que nunca le gusta a nadie. En la sanidad p¨²blica, el paciente depende de alguien que le dispense alimentos. Por eso no hay cafeter¨ªas, pero s¨ª hay cocinas.
Las de Lalo son inmensas, pero muy simples, pues no hay armarios ni neveras; solamente espacios separados donde se puede encender un fuego o usar un hornillo. Y much¨ªsimas cacerolas de todos los tama?os. De entre los fogones salen y entran constantemente mujeres, algunas de ellas con beb¨¦s a la espalda, como Elise Akvi, que lleva desde enero cuidando a su hija Chantalle, de 10 a?os, ingresada con Buruli. Otras est¨¢n solas. Es el caso de Bernadette Kenapo, de 20 a?os, llegada en junio de 2021 con una fascitis necrosante. Fue hospitalizada junto a su beb¨¦, que entonces ten¨ªa tres meses de edad. A ¨¦l no le ocurre nada m¨¢s que no tiene a otra persona que le cuide. ¡°Mi marido trabaja fuera, pero me manda dinero¡±, concede.
Felicit¨¦ Blanche Jedible lleva una d¨¦cada larga trabajando como enfermera en Lalo y no hay nada que ocurra all¨ª que escape a sus ojos y o¨ªdos: ¡°Si es el hombre el que est¨¢ enfermo, la mujer viene a quedarse con ¨¦l. Tiene que dejar a los hijos con otra persona y no puede dedicarse a trabajar, por lo que no tienen de qu¨¦ vivir. Si decide quedarse en el hogar, se queda sola, luchando por su cuenta. Y si es la madre la que ingresa, el hombre se cansa de no estar atendido en casa y se acaba yendo con otra¡±, asegura la enfermera.
Felicite Blanche Jedible, enfermera en el CDTUB de LaloSi es el hombre el que est¨¢ enfermo, la mujer viene a quedarse con ¨¦l. Tiene que dejar a los hijos con otra persona y no puede dedicarse a trabajar, por lo que no tienen de qu¨¦ vivir
Parad¨®jicamente, la mujer es quien carga con la responsabilidad del hogar y los cuidados de la familia, pero luego no puede tomar decisiones importantes. ¡°Las mujeres nunca act¨²an de forma aislada a la hora de ingresar a los pacientes de Buruli en el hospital. La decisi¨®n sigue siendo una prerrogativa del hombre o de sus familiares¡±, describe Agbo en su tesis.
Por eso, en las jornadas de sensibilizaci¨®n como la que se ha organizado en Sedjenedou se insiste mucho en c¨®mo detectar precozmente una afecci¨®n como la lepra, la ¨²lcera de Buruli o el pian para evitar que la enfermedad se agrave tanto que requiera un ingreso hospitalario de consecuencias imprevisibles.
Pero estas reuniones son tambi¨¦n la puerta de entrada a tratar asuntos m¨¢s espinosos. ¡°Si quieren denunciar que est¨¢n sufriendo maltrato en casa, se van a fiar m¨¢s de estas mujeres que del gendarme que encontrar¨¢n en comisar¨ªa¡±, explica Flora Houndjrebo. Y se?ala con la mirada a Affasinou Nourat, que trata de poner orden en la discusi¨®n. Ella pertenece al comit¨¦ Ajidot¨¦, un grupo de vigilancia que acompa?a a las mujeres cuando quieren denunciar para asegurarse de que se las toma en serio y que ofrece apoyo psicol¨®gico a las afectadas.
No son ¡°cosas de mujeres¡±
Este es el primer paso de un camino muy largo que queda por recorrer. ¡°Lo que se hab¨ªa hecho antes era trabajar con grupos de mujeres a trav¨¦s de acciones de sensibilizaci¨®n sobre higiene y saneamiento, pero hab¨ªa todav¨ªa un reto importante¡±, explica G¨®mez. ¡°Por eso, desde hace un a?o y medio hay una especialista que trabaja con cada uno de los centros y que vela por la inclusi¨®n de la perspectiva de g¨¦nero¡±.
Este perfil profesional existe desde hace un a?o y medio en el CDTUB de Allada, una comuna beninesa de m¨¢s de 120.000 habitantes. Se presenta como Madame Ana?s, es fisioterapeuta y ahora tambi¨¦n punto focal de g¨¦nero de este hospital, mantenido por la Fundaci¨®n Follereau Luxembourg y Anesvad.
En su amplio sal¨®n de actos se celebra una reuni¨®n de seguimiento de proyectos a la que acude una docena de personas: el director, el contable, el responsable de fisioterapia, la trabajadora social, las representantes de Anesvad... Y Madame Ana?s. Todos desgranan el curso de las actividades en marcha y, cuando terminan, Flora Houndjrebo indica que la punto focal de g¨¦nero tambi¨¦n va a detallar c¨®mo va su gesti¨®n. Se escuchan risitas entre los asistentes varones quienes, claramente, no toman en serio esta parte de la reuni¨®n. Pero Madame Ana?s, aparentemente inmune a los cuchicheos, relata pacientemente su experiencia en el puesto. ¡°Para ellos esto no tiene importancia, son ¡®cosas de mujeres¡¯, pero hay que persistir porque no vamos a cambiar una mentalidad en un d¨ªa ni en un a?o¡±, enfatiza G¨®mez.
De hecho, uno de las batallas m¨¢s complicadas, pero m¨¢s emocionantes en Ben¨ªn, es incorporar a mujeres con educaci¨®n superior a puestos de responsabilidad. Seg¨²n los datos de 2019 del Programa de la ONU para el Desarrollo, el 61% de las mujeres accede a educaci¨®n secundaria frente al 68% de hombres y la diferencia en el acceso al mundo laboral a¨²n es mayor: el 47,2% de las mujeres mayores de 15 a?os frente al 67,2% de los hombres. ¡°Aqu¨ª, estudiar Medicina es un privilegio que muy poca gente puede tener. Y cuando las familias no tienen los recursos suficientes para que todos los hijos puedan estudiar, se privilegia al chico. Son pocas las m¨¦dicas, pero cada vez hay m¨¢s¡±, a?ade la cooperante.
En los ¨²ltimos a?os, Anesvad las ha privilegiado a ellas en los procesos de selecci¨®n, siempre y cuando las aptitudes acad¨¦micas sean similares.¡°Me imagino que ellos siguen pensando un poco que son mis caprichos, pero se est¨¢n dando cuenta de que las mujeres son igual de potentes y tienen un mont¨®n de capacidades¡±, asegura G¨®mez. Comenzaron con un proyecto piloto en el que se daba formaci¨®n en cuidados b¨¢sicos de salud, y a partir de ah¨ª salieron varias que han acabado estudiando doctorados, como Houndjrebo, que hoy es la cara visible de Anesvad en el pa¨ªs y enlace con la sede de Espa?a. Ellas son la prueba de que algo est¨¢ empezando a cambiar en Ben¨ªn, guste o no guste.
Mientras, en Sedjenedou, el animado debate se alarga durante m¨¢s de tres horas en las que los vecinos siguen planteando grandes interrogantes que demuestran cu¨¢nto trabajo queda por hacer:
¨DMi hija menor de edad se fue a Nigeria y volvi¨® embarazada. ?Qu¨¦ hago con ella?¨D pregunta un padre. En vez de comprensi¨®n, recibe una bronca de una vecina por dejar que la cr¨ªa se fuera sola a otro pa¨ªs.
¨DTu responsabilidad es hacerte cargo, y la ni?a tiene que seguir estudiando¨D, le advierte otra.
El progenitor asiente y no replica. Hoy, los hombres de esta peque?a comunidad rural beninesa volver¨¢n a casa con mucho en lo que pensar.
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