Cartas
Al rito diario de abrir la portezuela del buz¨®n lo acompa?aba con frecuencia un pinchazo gozoso de sorpresa. Hoy d¨ªa el cartero solo trae facturas en sobres con ventana, propaganda, un peri¨®dico al que estoy suscrito y poco m¨¢s. Nada, desde luego, que vaya a marcar una cesura en mi vida
Curado de nostalgia, me he desprendido de muchos objetos. Todo fue empezar con las reliquias de la ni?ez, los juguetes, los trebejos escolares y una infinidad de peque?os tesoros que me pon¨ªan los dedos pringados de melancol¨ªa. La conciencia de nuestra caducidad enfri¨® mi empe?o de conservar pertenencias del pasado; pero las cartas recibidas las guardo ordenadas en cajas. Antes de la era digital me llegaban en abundancia. Al rito diario de abrir la portezuela del buz¨®n lo acompa?aba con frecuencia un pinchazo gozoso de sorpresa. Hoy d¨ªa el cartero solo trae facturas en sobres con ventana, propaganda, un peri¨®dico al que estoy suscrito y poco m¨¢s. Nada, desde luego, que vaya a marcar una cesura en mi vida.
Por ah¨ª andar¨¢ una carta de finales de los setenta en que Francisco Brines me aconsej¨® sin miramientos que renunciase a la poes¨ªa. Tan malo debi¨® de ser el poema que le envi¨¦. Jaime Gil de Biedma me sugiri¨® que concibiese los versos en su relaci¨®n con el conjunto y no como piezas sueltas con pretensiones de brillo propio. Juan Larrea me abrum¨® con una lecci¨®n mecanografiada y Rafael Morales me prodig¨® en reiteradas ocasiones su amistad por escrito.
Ahora recibo textos a cada rato en aplicaciones de mensajer¨ªa y en el correo electr¨®nico, pero no es lo mismo. Son comunicaciones escuetas, funcionales, salpicadas a menudo de abreviaturas y dibujitos. Me queda, por suerte, un corresponsal con quien mantengo desde hace d¨¦cadas un sostenido intercambio epistolar que nos permite la confidencia mutua, el repaso de lecturas recientes, el comentario de actualidad, el chisme jugoso, la cr¨®nica de los ¨²ltimos achaques... Gracias a ¨¦l me dura el gusto de mirar cada d¨ªa dentro del buz¨®n. Por ¨¦l conservo un viejo abrecartas que reposa sobre el escritorio y poco a poco se va pareciendo m¨¢s a un pu?al anacr¨®nico que a lo que en realidad es.
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