Financiaci¨®n auton¨®mica: el avestruz y los populismos
Es inaplazable una reforma para acordar un sistema justo, que resuelva la desigualdad enquistada, evite la competencia fiscal desleal dentro de Espa?a y sirva de freno a la desafecci¨®n en los territorios maltratados
Ignorar los problemas reales de los ciudadanos o aplazar recurrentemente su soluci¨®n desacredita la democracia e impulsa el populismo. Las recientes elecciones presidenciales francesas han sido un ejemplo de este peligroso estado de ¨¢nimo de la opini¨®n p¨²blica. La t¨¢ctica del avestruz de los gobiernos y los partidos despierta en los votantes la tentaci¨®n de abrazar recetas simples y, a menudo, inaplicables. Recetas que, lejos de resolver sus dificultades, les conducir¨ªan a agravarlas y les impedir¨ªan, llegado el momento, protestar y rebelarse.
Espa?a no est¨¢ inmunizada a ese contagio. Nuestro pa¨ªs mantiene en el letargo reformas y pol¨ªticas p¨²blicas demasiado tiempo postergadas. Una de estas reformas fundamentales, como reclamaba EL PA?S en su editorial hace unas semanas y como algunos venimos exigiendo desde hace una d¨¦cada, es la necesaria reforma del sistema de financiaci¨®n auton¨®mica. Un sistema profundamente injusto que acent¨²a la desigualdad entre territorios y personas y que obliga a reaccionar ya. En el 40? aniversario del Estatuto de Autonom¨ªa de la Comunidad Valenciana, es urgente reivindicarlo. Porque hay mucho en juego.
Desigualdad. Primero, la igualdad entre espa?oles que mandata la Constituci¨®n. Hay un desajuste grave derivado de la inequidad y la insuficiencia del sistema de financiaci¨®n actual, as¨ª como por la ausencia de pol¨ªticas de desarrollo regional potentes. No es posible apartar la mirada cuando los ingresos por habitante que proporciona el sistema de financiaci¨®n auton¨®mica van, en el a?o 2019, de los 2.035 euros de la Comunidad Valenciana hasta los 2.880 euros de alguna autonom¨ªa de r¨¦gimen com¨²n, o incluso los 3.300 euros de las comunidades forales. ?Por qu¨¦? ?Qu¨¦ raz¨®n justifica un desequilibrio tan acusado por nacer en un lugar o en otro? ?Es leg¨ªtima la inacci¨®n? En absoluto. Porque no hacer nada no es neutro; tiene costes grav¨ªsimos.
Por ello, para que podamos afrontar en t¨¦rminos de igualdad la recuperaci¨®n tras la pandemia y los efectos de la guerra en Ucrania, es inaplazable un gran pacto de Estado por la financiaci¨®n. Nos obliga la Constituci¨®n. La desigualdad no puede enquistarse sine die. No pueden buscarse excusas de forma permanente. El aplazamiento sistem¨¢tico de la soluci¨®n a este problema real es peligroso y mina el Estado auton¨®mico que, en Espa?a, es indesligable del Estado democr¨¢tico.
El Gobierno del presidente S¨¢nchez ha superado la larga etapa de inmovilismo del Ejecutivo anterior y ha presentado una propuesta de reforma basada en el criterio de poblaci¨®n ajustada. Era un paso pendiente desde el a?o 2014. Y es un paso crucial. Ahora la decisi¨®n corresponde a la capacidad de di¨¢logo y de acuerdo de todos los actores implicados: Gobierno, comunidades aut¨®nomas y grupos parlamentarios. No hay excusas. ?O acaso vamos a vulnerar de facto la Constituci¨®n impidiendo la igualdad?
Populismo. En segundo lugar, hay una derivada democr¨¢tica y social. La desigualdad es la mina del populismo. De all¨ª obtiene su mineral sucio y lo transforma en votos a base de demagogia. Esa es la alquimia de la antipol¨ªtica: aprovecharse del malestar para crecer a su costa.
Cuando las dificultades crecientes oxigenan al populismo, es urgente corregir los desequilibrios del Estado auton¨®mico. Lo ense?a la Historia y lo sintetiza Tony Judt: si la cuesti¨®n social no se aborda, no desaparece, sino que va en busca de respuestas m¨¢s radicales. Por tanto, es perentorio atajar la desigualdad creciente entre personas y territorios. Y ello debe incluir, tambi¨¦n, una reforma de la fiscalidad.
El debate, en mi opini¨®n, no es si muchos impuestos o pocos impuestos. Eso es populismo o dogmatismo. La respuesta es, siempre, los impuestos imprescindibles para garantizar el contrato social, una econom¨ªa din¨¢mica y un Estado de bienestar eficiente. Un sistema impositivo moderno que fomente la creaci¨®n de empleo por parte de las empresas y que propicie una transici¨®n justa a la sostenibilidad. Esta transformaci¨®n debe comprender una armonizaci¨®n fiscal que evite ¡ªcomo sucede ahora¡ª para¨ªsos fiscales dentro de Espa?a. Unos territorios que, en base a las ventajas que financiamos entre todos, alientan la competencia desleal para atraer bases imponibles de otras comunidades. El s¨²mmum de la insolidaridad. Patriotismo de pulsera.
Desafecci¨®n. Hay una tercera raz¨®n para abordar, sin dilaci¨®n, esta segunda transici¨®n auton¨®mica: la reconexi¨®n emocional entre el todo y sus partes, la Espa?a de Espa?as.
Es el momento de unos nuevos pactos auton¨®micos para cohesionar el pa¨ªs. Es hora de hacerlo por convicci¨®n y por pragmatismo. La respuesta pasa por dos v¨ªas: Aumentar lo que se reparte, y redistribuirlo de forma m¨¢s equitativa. Solo as¨ª suturaremos la brecha inasumible entre los ciudadanos y entre los territorios. Una brecha que engendra desafecci¨®n. Y la desafecci¨®n desvertebra Espa?a.
Por todo ello ya no vale la t¨¢ctica del avestruz. Es inaplazable una reforma que acuerde una financiaci¨®n auton¨®mica justa, corresponsabilidad fiscal y una armonizaci¨®n en los ¨¢mbitos donde se produce la competencia deseal. Porque el debate va mucho m¨¢s all¨¢ de la econom¨ªa. Y porque trasciende a los territorios, como la Comunidad Valenciana, especialmente maltratados. Es una cuesti¨®n de Estado que apunta al coraz¨®n mismo de nuestra convivencia. Al fin, garantizar la igualdad constitucional, ahuyentar los populismos y coser mejor nuestro pa¨ªs.
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