Sin casa, sin curro, sin pensi¨®n
Por mucho que los j¨®venes cancelemos suscripciones, renunciemos a ir a festivales y nos ahorremos viajes, no nos dar¨¢ para la entrada de un piso decente en buena parte de Espa?a
Los j¨®venes de hoy no compran casas porque ¡°prefieren vivir la vida, conocer, salir moverse¡ Y en otras ¨¦pocas, nuestros padres compraban la casa y no sal¨ªan a los bares, se sacrificaban¡±. Lo dijo Elisa Beni esta semana en Espejo P¨²blico. Que los j¨®venes cobren hoy un 50% menos de lo que cobraban sus padres a su edad, en los ochenta, que la vivienda se haya convertido en un bien especulativo o que, en cuesti¨®n de una d¨¦cada, ser mileurista pasara de insulto a logro ¡°ya tal¡±, como dec¨ªa aquel.
Fuera de c¨¢maras, desde su cuenta de Twitter, la tertuliana continu¨® desarrollando su tesis: ¡°Viajar al extranjero, salir de copas, comprar caprichos y comprar una casa¡ son los mundos de Yuppie. Ninguna generaci¨®n ha hecho tal cosa¡±, se reafirmaba. Pero basta con echar la cuenta de la vieja para saber que lo que dice Beni es falaz. Que, por mucho que cancelemos la suscripci¨®n a Netflix, renunciemos a ir al S¨®nar y nos ahorremos el viajecillo en Ryanair, no nos dar¨¢ para la entrada de un piso decente en buena parte de Espa?a. ¡°Hice la cuenta con mi padre de cu¨¢ntas n¨®minas enteras le cost¨® a ¨¦l comprar un piso y cuantas me costar¨ªa a m¨ª. Nos sali¨® algo as¨ª como 16 n¨®minas en el a?o 81 contra unas 100 m¨ªas¡±, le respondi¨® el economista milenial Yago ?lvarez.
Beni, progresista de izquierdas, como tantos liberales de derechas, piensa que antes de que el alienante ocio capitalista sustituyera a la religi¨®n como opio del pueblo no ¡°se viv¨ªa la vida¡±. Tambi¨¦n percibe que los j¨®venes tengamos Netflix, pero no hipoteca y sellos en el pasaporte, pero no familia como una elecci¨®n lib¨¦rrima. Sin embargo, en todas esas aparentes elecciones hay dos imperativos. El primero, material: demasiados no tienen casa o familia porque no pueden. Y el segundo, m¨¢s sutil e inseparable del primero, cultural: el capitalismo financiero nos hace rechazar aquello que no nos deja tener ¡ªcasa, familia, estabilidad laboral¡ª y desear lo ¨²nico a lo que, en su fase actual, podemos aspirar: a construir nuestra identidad en base a lo que consumimos y producimos. A ser aquello que colgamos en Instagram y posteamos en LinkedIn. Como cualquier sistema econ¨®mico, no se cuela solo en nuestras cuentas, sino tambi¨¦n en nuestras almas.
Pero, volviendo a Beni, si la cultura del esfuerzo y el sacrificio a la que apela ha desaparecido, ha sido por arriba, por parte de unas ¨¦lites incapaces de pagar impuestos, de mantener las empresas en su pa¨ªs y de contratar a sus trabajadores con unas condiciones dignas. La lucha de clases existe y la van ganando los ricos, como advirti¨® Warren Buffett. Y la mayor¨ªa de la gente lo sabe.
Por eso, es absurdo negar que la clase obrera viva peor que hace un par de d¨¦cadas, como hace tanto parte de la derecha ¡ªmentando a ETA o la hero¨ªna¡ª como parte de la izquierda ¡ªreduciendo el progreso a los derechos de las minor¨ªas, justos pero no suficientes para explicar la realidad, principalmente porque la mayor¨ªa sigue existiendo¡ª. Igual de absurdo es culpar del declive generacional a los de anta?o en lugar de a los de arriba: que los trabajadores de 30 vivan ahora peor que los de la misma edad en los ochenta y noventa o que no tengan esperanza alguna de tener pensi¨®n cuando sean viejos no es culpa ni de que los boomers fueran una generaci¨®n langosta que arrambl¨® con todo, ni de que los mileniales seamos unos manirrotos. Es culpa del capitalismo global, que ha degradado las condiciones de vida de la mayor¨ªa en varios sentidos.
Porque lo que tambi¨¦n ha aumentado, adem¨¢s de los viajes, las copitas y las suscripciones a Amazon Prime, ha sido la depresi¨®n, la ansiedad y el suicidio. Esa probablemente sea la m¨¢s triste prueba de que lo material y lo cultural son indisolubles; por eso el capitalismo que nos aliena nos hace tambi¨¦n desear nuestras cadenas. Y de que no siempre, o no, al menos, en todo, cada generaci¨®n vive mejor que la anterior.
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