Ultraderecha ¡®ma non troppo¡¯
En la pol¨ªtica actual no triunfan los candidatos que cortejan el ¡°benepl¨¢cito de los mercados¡±, sino los antisistema. Y los que m¨¢s ladran en campa?a, menos muerden en el Gobierno
M¨¢s que una sorpresa, las elecciones en Italia han corroborado dos leyes fundamentales de la pol¨ªtica actual. La primera: todo objeto pol¨ªtico (un partido, un acuerdo de paz en Colombia o la permanencia brit¨¢nica en la Uni¨®n Europea) defendido por los medios de referencia del liberalismo mundial (como The Economist, Financial Times o The New York Times) es irremisiblemente derrotado en las urnas. Tradicionalmente, una palmadita en la espalda de los l¨ªderes de opini¨®n global era una bendici¨®n para cualquier pol¨ªtico, ya fuera radical como Margaret Thatcher o continuista como Tony Blair. Ahora, es una maldici¨®n y no triunfan los candidatos que cortejan el ¡°benepl¨¢cito de los mercados¡±, sino los antisistema.
La segunda ley de la pol¨ªtica moderna compensa este efecto y dice as¨ª: cuanto m¨¢s ladra un pol¨ªtico en campa?a, menos muerde en el Gobierno. De nuevo, antes era lo contrario. Los candidatos escond¨ªan las reformas dolorosas que pondr¨ªan en marcha si eran elegidos, como muchos candidatos de izquierdas en Europa y Am¨¦rica Latina a finales del siglo XX, pregonando expansi¨®n fiscal, pero implementando luego un ajuste estructural. Ahora, los pol¨ªticos prometen ¡°resetear¡± el sistema y, cuando mandan, apenas tocan los tipos impositivos.
Hermanos de Italia llevaba largo tiempo gritando mucho, precisamente porque valoraba en demas¨ªa llegar al poder. Por cierto, es un deseo curioso viniendo de un grupo de pol¨ªticos, como Giorgia Meloni, para quienes su manifiesto pol¨ªtico fundacional, una suerte de texto sagrado, es El se?or de los anillos, cuyo mensaje central es que el poder corrompe. Debieron de saltarse algunos cientos de p¨¢ginas. Pero est¨¢ claro que, una vez en el Gobierno, antepondr¨¢n la supervivencia a cualquier meta program¨¢tica. Ser¨¢ una tarea tit¨¢nica. Desde 1946, los gobiernos italianos duran, de media, 13 meses. Y eso tras la llegada a la pol¨ªtica de Silvio Berlusconi, que logr¨® estirar los gobiernos tanto como su cutis. Antes, los ejecutivos italianos no alcanzaban el a?o.
Meloni tiene poco tiempo y muchos obst¨¢culos: la UE, que tutela a Italia en cuestiones capitales para los populistas, como el presupuesto y la inmigraci¨®n; el Estado de derecho, vivo a diferencia del moribundo h¨²ngaro o polaco, y, sobre todo, una ciudadan¨ªa que se rebelar¨ªa contra recortes de los derechos civiles y pol¨ªticos. Italia sufrir¨¢ a la ultraderecha, ma non troppo.
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