?Est¨¢ cambiando el viento? El Gobierno y la nueva frontera
El Ejecutivo debe orientar su acci¨®n a la amplia mayor¨ªa social que sufre angustia e incertidumbre; el eje pol¨ªtico abajo/arriba ha desplazado parcialmente al de izquierda/derecha, y es m¨¢s favorable, pues se dirige a m¨¢s ciudadanos
En el debate del estado de la naci¨®n de junio de este a?o, el Gobierno protagoniz¨® un importante giro en su rumbo pol¨ªtico. Ese d¨ªa, S¨¢nchez anunci¨® un impuesto extraordinario a los bancos y las el¨¦ctricas, se consolidaba la intervenci¨®n de mercado para topar los precios del gas y se anunciaban m¨¢s medidas sociales para la mayor¨ªa trabajadora. Sin embargo, esto no era necesariamente una novedad. Aunque hab¨ªan sido insuficientes para contener el empobrecimiento y el crecimiento de la desigualdad, hasta entonces el Gobierno hab¨ªa llevado a cabo importantes pol¨ªticas sociales para proteger a los sectores m¨¢s golpeados por la crisis derivada de la covid primero y por el impacto de la crisis energ¨¦tica despu¨¦s. ?Cu¨¢l es entonces la diferencia que permite hablar de un giro en la orientaci¨®n estrat¨¦gica del Gobierno?
En una primera etapa, las pol¨ªticas sociales eran presentadas como pol¨ªticas temporales y convenientes y buenas para todos, con especial ¨¦nfasis en los m¨¢s humildes pero b¨¢sicamente respuestas compartidas a problemas ajenos a la comunidad pol¨ªtica (la pandemia, la guerra). El giro estrat¨¦gico del Gobierno a partir de junio, sin embargo, se?alaba y por tanto politizaba una diferencia interna a la comunidad pol¨ªtica que antes no hab¨ªa nombrado: Espa?a vive una pugna por la distribuci¨®n de las cargas de la crisis, en la que una minor¨ªa privilegiada se est¨¢ beneficiando de una crisis cuyos costes est¨¢ pagando la amplia mayor¨ªa ya trabajadora. Sobre las calamidades que nos azotan desde el exterior se superpone ahora una problem¨¢tica pol¨ªtica: la de la disputa por qui¨¦n paga esta crisis. Al hacer esto, el Gobierno problematizaba la desigualdad y adem¨¢s reaccionaba a una inercia t¨ªpica de los momentos de crisis en los que , sin responsables alternativos, esta se le achaca siempre por defecto al Ejecutivo.
Ya en su investidura le se?alamos al presidente que el problema no eran tanto los s¨ªntomas del auge reaccionario como la causa del desgarro social producido por el aumento de la desigualdad. Despu¨¦s, durante la legislatura hemos insistido en que se fijase como prioridad las dificultades de la vida cotidiana de la Espa?a trabajadora. Por ¨²ltimo, en la primavera de 2021 le hab¨ªamos advertido de que la legislatura hab¨ªa entrado en un momento de bifurcaci¨®n y que, en adelante, lo que restaba s¨®lo depender¨ªa enteramente de c¨®mo respondiese el Gobierno a la pregunta de qui¨¦n iba a pagar los costes de la crisis. No se trataba s¨®lo de advertencias morales, sino directamente pol¨ªticas: llevamos dos a?os emplazando al Gobierno a elegir otro terreno de juego y otros t¨¦rminos de la contienda para no sucumbir ante la ola reaccionaria que marca el clima de la ¨¦poca.
El nuevo rumbo elegido, aunque a¨²n insuficiente, marca una senda econ¨®mica y pol¨ªticamente correcta. En t¨¦rminos econ¨®micos, las subidas del salario m¨ªnimo no han tra¨ªdo la cat¨¢strofe para el empleo que preve¨ªan los conservadores, sino que, protegiendo la capacidad de compra de los sectores populares, han sostenido el consumo y as¨ª la actividad econ¨®mica. La reforma laboral no ha destruido empleo, sino que ha recuperado derechos para los trabajadores. La intervenci¨®n del mercado el¨¦ctrico, de nuevo a pesar de los agoreros, ha controlado sensiblemente los precios aliviando las facturas que pagan los hogares. Los impuestos extraordinarios a la banca y las el¨¦ctricas se han demostrado perfectamente asumibles por sectores que est¨¢n registrando beneficios r¨¦cord y ca¨ªdos del cielo. Y queda mucho margen para seguir avanzando en esta direcci¨®n.
En t¨¦rminos pol¨ªticos, esta orientaci¨®n no es diferente de la que las instituciones europeas est¨¢n recomendando y la mayor¨ªa de los pa¨ªses de nuestro entorno est¨¢n aplicando: pedir m¨¢s esfuerzo a quien m¨¢s puede, brindar m¨¢s protecci¨®n a quien lo necesita y extender la capacidad de intervenci¨®n de Estados preocupados por el desarrollo y que puedan mirar al medio y largo plazo. Mientras el experimento neothatcheriano en el Reino Unido ha fracasado estrepitosamente, buena parte del establishment europeo adopta pol¨ªticas contrac¨ªclicas y keynesianas que en la anterior crisis del a?o 2008 estaban proscritas. El recetario neoliberal parece hoy arcaico y desprestigiado y eso, sean cuales sean las motivaciones de los diferentes actores, s¨®lo puede ser una buena noticia para las fuerzas democr¨¢ticas: hoy hay mejores condiciones en Europa para avances en un sentido igualitarista.
Por ¨²ltimo, en el plano dom¨¦stico, los espa?oles entienden y valoran positivamente las medidas de redistribuci¨®n de las cargas emprendidas por el Gobierno. En Espa?a hay una comprensi¨®n muy extendida de que la desigualdad en nuestro pa¨ªs es mucho mayor que en nuestro entorno, y que adem¨¢s es socialmente injusta, econ¨®micamente ineficiente y democr¨¢ticamente muy peligrosa. Pese a que la agresividad de los reaccionarios lleve a pensar otra cosa, en Espa?a hay mimbres culturales para una pol¨ªtica centrada en el combate a la desigualdad.
La valoraci¨®n positiva de las pol¨ªticas p¨²blicas del nuevo rumbo gubernamental re¨²ne a una amplia mayor¨ªa de ciudadanos que incluye a importantes contingentes de quienes hoy declaran preferir votar a las formaciones de las derechas. Esto no se traslada directamente al sentido del voto, porque este siempre est¨¢ mediado cultural e ideol¨®gicamente, pero explica algo de lo inc¨®modas que est¨¢n las formaciones conservadoras en la discusi¨®n en este campo, que sienten como no propicio para ellas. Se?ala tambi¨¦n una v¨ªa para recuperar la iniciativa pol¨ªtica.
En pol¨ªtica, las identificaciones y las posiciones no est¨¢n dadas, ni por la historia ni por intereses econ¨®micos objetivos. Se construyen por el sentido que le damos a lo que vivimos, y este sentido siempre es el resultado de la contienda entre diferentes interpretaciones o discursos que siembre dibujan una frontera primordial en torno a la cual se establecen las divisiones nosotros/ellos.
El giro estrat¨¦gico del Gobierno es as¨ª en primer lugar un giro discursivo: ofrece otra interpretaci¨®n de la realidad. Comenz¨® la legislatura pidiendo apoyo para frenar a la ultraderecha, y se perdieron meses preciosos en una pol¨ªtica ¡°defensivista¡±, fuese en las vertientes ret¨®ricas moderada o ¡°frentepopulista¡±. Se trataba de un discurso paralizante, que no daba argumentos para la defensa del Gobierno m¨¢s all¨¢ de lo malos que fuesen los otros, que desarmaba a los sectores subalternos y que ca¨ªa resbalando sin permear la vida cotidiana y sus problem¨¢ticas. Esa orientaci¨®n estrat¨¦gica obtuvo sonadas derrotas entre quienes las propugnaban en Madrid y Andaluc¨ªa, y llev¨® al Gobierno a una din¨¢mica muy marcada de p¨¦rdida de la iniciativa pol¨ªtica y de declive electoral, mientras la base social progresista se amilanaba.
El Gobierno parece ahora haber entendido por fin la necesidad de un cambio dr¨¢stico de estrategia. Hoy no declara como su objetivo la contienda contra la derecha, sino contra el injusto reparto de las cargas de la crisis. No pide ya el apoyo para frenar a ¡°la ultraderecha¡±, sino para frenar el crecimiento de la desigualdad y el empobrecimiento, equilibrar la balanza y hacer la vida de la mayor¨ªa m¨¢s f¨¢cil, exigi¨¦ndole por ello una mayor contribuci¨®n a la minor¨ªa m¨¢s enriquecida. Estamos, por tanto, ante una nueva frontera pol¨ªtica: la frontera abajo/arriba ha desplazado parcialmente a aquella izquierda/derecha y se ha probado m¨¢s favorable porque, especialmente en tiempos de crisis, ampl¨ªa el campo propio pues se dirige a m¨¢s ciudadanos, entronca m¨¢s con la experiencia cotidiana y la explica mejor, a la vez que pone en dificultades a los adversarios pol¨ªticos, buena parte de cuyos seguidores se sienten tambi¨¦n interpelados.
No se trata, nunca se ha tratado, de gobernar m¨¢s ¡°para la izquierda¡±, o para contentar a la izquierda. En esos t¨¦rminos es en los que el adversario, satisfecho, espera librar la batalla, con un clima propicio a sus intereses. Se trata de que el Gobierno oriente su acci¨®n a la amplia mayor¨ªa social que sufre de la angustia y la incertidumbre de una vida que se ha hecho cada vez m¨¢s dif¨ªcil. Y que la interpele en esos t¨¦rminos, problematizando m¨¢s la divisoria de la desigualdad que la de la geograf¨ªa parlamentaria izquierda-derecha. Desde que el Gobierno lo ha hecho, ha recuperado la iniciativa pol¨ªtica.
Las derechas a¨²n encabezan todas las encuestas y libran a¨²n las batallas con el descaro de quien lleva varios a?os a la ofensiva. Y siguen teniendo el clima ideol¨®gico a favor por la resaca del ciclo pol¨ªtico anterior. No obstante, este giro puede suponer un punto de inflexi¨®n, otra ordenaci¨®n de la contienda, y queda un a?o de legislatura que se les puede hacer largo.
El camino por fin emprendido por el Gobierno es correcto y tiene condiciones hist¨®ricas para poder recorrerse con ¨¦xito. La ca¨ªda del Gobierno de Liz Truss en Inglaterra es algo m¨¢s que la crisis de un Gobierno: es la crisis del modelo neoliberal, intelectualmente muerto pero al que a¨²n hay que enterrar pol¨ªticamente. Hoy, S¨¢nchez se encuentra en Europa con condiciones que el primer Gobierno de Mitterrand en Francia o el Gobierno de Tsipras en Grecia no pudieron ni so?ar. En Espa?a, este giro le ha permitido al Gobierno recuperar la iniciativa, ampliar su espacio y estrechar el del contrario, as¨ª como proveer elementos para un rearme moral del pueblo progresista.
Aun si t¨ªmido e incipiente, aun en medio de titubeos e inexplicables renuncias, este es un camino posible. El ¨²nico camino posible, a decir verdad. Poco importa si el Gobierno lo ha emprendido por olfato, por escuchar otras voces, por convencimiento o, como suele pasar en pol¨ªtica, por una mezcla de todo. La tarea de los que militamos por la democracia y la justicia social es explicar, acompa?ar, proponer y profundizar en este giro. Con la misma convicci¨®n con la que hemos criticado los titubeos y los pasos atr¨¢s, tenemos hoy que empujar para llevar esta pol¨ªtica hasta sus ¨²ltimas consecuencias. M¨¢s all¨¢ incluso de los planes iniciales del Gobierno. Para que abra un ciclo virtuoso de transformaciones que, al tiempo que mejoran la vida de quienes m¨¢s lo necesitan, eduquen a los que m¨¢s inyecci¨®n moral precisan en la posibilidad de librar batallas y ganarlas. Para una ofensiva por la redistribuci¨®n de la riqueza que frene la pulverizaci¨®n de nuestra comunidad y democratice la estructura social. Para fortalecer un Estado emprendedor y planificador capaz de conducir una transici¨®n ecol¨®gica que sea palanca de prosperidad y justicia social. Este camino, el de una larga guerra de posiciones en el Estado y la sociedad por la democratizaci¨®n de las relaciones sociales, seguramente no es el que el Gobierno de S¨¢nchez habr¨ªa elegido como objetivo para esta legislatura. Pero hoy es el ¨²nico que puede llevar a una salida justa de la crisis, a expandir el horizonte de las transformaciones y, de paso, a que repita el actual Gobierno.
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