El reino
T. S. Eliot, Miguel de Unamuno, Muhammad Ali, Graham Greene o Emmanuel Carr¨¨re: hay conversiones de gente que nunca pensar¨ªamos presa de inquietudes m¨ªsticas
En mi tiempo anduve interesado en las conversiones religiosas.
Quer¨ªa saber c¨®mo obran esas mutaciones que llevan a un ser humano del escepticismo a la fe. Me interesaban las llamadas ¡°conversiones notables¡±, las de gente a quien nunca pensar¨ªamos presa de inquietudes m¨ªsticas. Estas mutaciones se presentan inopinadamente en la edad adulta. ?Ejemplos? Las conversiones de T. S. Eliot y Miguel de Unamuno, las de Muhammad Ali (antes Cassius Clay) y Malcolm X, las de Graham Greene y la madre de J. R. R.Tolkien.
Mis motivos eran los de un proyecto literario que ya he olvidado por completo. A quien nunca pude olvidar fue a mi vecino, Juan Carlos Gen¨¦, un genuino hombre de teatro: actor, dramaturgo y maestro de actores argentino que se exil¨® en Caracas durante los a?os 70. Viv¨ªa en el piso de abajo, en un apartohotel del barrio jud¨ªo de San Bernardino, en Caracas.
Gen¨¦, que muri¨® en Buenos Aitres en 2012, era cat¨®lico practicante y hombre de ideas complejas; en modo alguno un meapilas santurr¨®n. Por el tiempo en que trabamos amistad escribi¨® y dirigi¨® una estremecedora pieza teatral que luego, en los a?os 90, fue llevada al cine con gran ¨¦xito: Golpes a mi puerta.
Acaso por derivaci¨®n de la c¨¦lebre ¡°teolog¨ªa de la liberaci¨®n¡±¡ªesto que cuento pasaba ya en los a?os 80¡ª, la obra, situada en un hipot¨¦tico pa¨ªs suramericano, desplegaba la tragedia de dos religiosas, de las llamadas ¡°laicas consagradas¡±, que dan refugio en su casa a un guerrillero urbano de izquierdas mientras en el pa¨ªs rige un estado de excepci¨®n decretado por un gobierno militar.
Gen¨¦ pensaba que mi inter¨¦s pretendidamente literario en las conversiones religiosas era un modo inconsciente de pedir que me fuera concedida la gracia: ¡°Es el trabajo de la fe¡±, sentenci¨® dulcemente una noche.
El escritor ingl¨¦s Graham Greene se convirti¨® al catolicismo a instancias de la mujer con quien termin¨® cas¨¢ndose y bromeaba que eso hac¨ªa de ¨¦l un ¡°cat¨®lico accidental¡±. Su novela El fin de la aventura es en parte una recreaci¨®n literaria de aquellos amores.
Hoy, cuarenta a?os despu¨¦s de Golpes a mi puerta, tambi¨¦n puedo decir que soy cat¨®lico accidental: mi accidente fue haber conocido a Juan Carlos Gen¨¦, el exilado argentino que tecleaba su argumento de teatro en el piso de abajo mientras escuchaba el Salve Regina de los Di¨¢logos de carmelitas de Bernanos-Poulenc. Pero volvamos a mi pesquisa sobre las conversiones.
William James, fil¨®sofo y psic¨®logo estadounidense, en un estudio que titul¨® Variedades de la experiencia religiosa, muestra que la conversi¨®n rara vez es un rel¨¢mpago que te derriba del caballo y te increpa, tonante, como a Saulo de Tarso camino de Damasco. Las observaciones de James se?alan, al contrario, que la experiencia trascendental es muy ¨ªntima, algo rec¨®ndito que se asemeja, m¨¢s bien, al proceso de desollar, sosegada y paulatinamente, una cebolla hasta quedarnos con el bulbo: la nueva concepci¨®n que el sujeto tiene de Dios y de su propio lugar en el mundo.
Emmanuel Carr¨¨re narra, en El reino, su conversi¨®n. Lo hace con la cautivadora maestr¨ªa que ha hecho de ¨¦l uno de los escritores primordiales del ¨²ltimo medio siglo. Esa primera parte, unas cien p¨¢ginas, se inscriben leg¨ªtimamente en la tradici¨®n de las grandes confesiones piadosas, hablo de la misma liga de San Agust¨ªn de Hipona. Sin embargo, Carr¨¨re solo dedica a su conversi¨®n la cuarta parte de este libro de 516 p¨¢ginas que he le¨ªdo ya tres veces desde el confinamiento impuesto por la pandemia en 2020.
El rapto, experimentado por Carr¨¨re en los tempranos a?os 90, se prolong¨® por tres a?os de intensos estudios evang¨¦licos antes de que, impredeciblemente, como afirma la doctrina que van y vienen las gracias divinas, la fe lo abandonase de golpe para siempre.
Veinte a?os m¨¢s tarde, Carr¨¨re recuper¨® los dos ba¨²les llenos de cuadernos con anotaciones hechas durante esos tres fervientes a?os.
El erudito en la patr¨ªstica cristiana que es Carr¨¨re, el descre¨ªdo, se apoya en los recuerdos del tiempo en que fue cristiano y, ex¨¦geta de s¨ª mismo, convierte el examen de los Evangelios recogido en sus cuadernos en un relato conjetural de c¨®mo Lucas, el griego, escribiendo 70 a?os despu¨¦s de los acontecimientos que narra, compuso un texto pionero de lo que la industria editorial llama, con ox¨ªmoron, ¡°novela de no ficci¨®n¡±. El resultado es sobrecogedor y persuasivo.
A mediados de 2006 fui a Buenos Aires tan solo por ver a Gen¨¦, aquejado ya por el c¨¢ncer. La v¨ªspera de mi regreso a Caracas me confes¨® trist¨ªsimo, en un caf¨¦ de la calle Per¨², que como colof¨®n a una serie de desventuras de la vejez, hab¨ªa perdido por completo la fe.
No he vuelto a sentir en mi vida tanta desolaci¨®n, tanta impotencia. La Nochebuena pasada le¨ª para ¨¦l, en voz alta y con unci¨®n, pasajes enteros del evangelio seg¨²n Carr¨¨re.
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