Macron nos visita
Europa tiene demasiados retos por delante para que sus pol¨ªticos tiendan hacia lo gaseoso
El presidente Emmanuel Macron visit¨® la semana pasada Barcelona para la cumbre francoespa?ola. Y aunque estuvo en apariencia f¨ªsica, siempre provoca una leve sensaci¨®n de evanescencia. Desde que irrumpiera como una cu?a en el Gabinete del presidente Hollande, su peripecia pol¨ªtica ha sido tan exitosa como poco esclarecedora. De hecho, la pregunta perpetua que se hacen intelectuales y polit¨®logos es siempre la misma: ?qui¨¦n demonios es Emmanuel Macron? Para consolidar la duda, se atrevi¨® a soltar entre l¨ªneas durante su conversaci¨®n para este peri¨®dico con Javier Cercas una frase que provoca asombro: ¡°No estoy seguro de dedicarme a la pol¨ªtica, hago ejercicios democr¨¢ticos.¡± Bueno, de entre las millones de cosas que uno le ha escuchado decir a los pol¨ªticos para evadir el reconocimiento de su oficio, la frase de Macron es antol¨®gica. Me temo que Macron confirma una de las grandes verdades sobre las figuras hist¨®ricas, aquella que dice que sencillamente se trata de personas que ocupan el espacio vac¨ªo que los dem¨¢s dejan desguarnecido en un instante fundamental. En otras palabras, estaban donde se les precisaba mientras el resto se perd¨ªa en laberintos inanes. As¨ª los socialistas franceses acabaron por perder su lugar frente a este candidato sin partido que alcanz¨® la presidencia en un momento de polarizaci¨®n.
Cuentas las cr¨®nicas que Macron se qued¨® para visitar a fondo el museo Picasso de Barcelona, incluso cuando termin¨® la parte oficial del recorrido. Es ah¨ª, en su vertiente literaria, donde se ha labrado un nombre. Su figura sali¨® muy tocada, sin embargo, de la penosa escena de su bajada al c¨¦sped tras la final del Mundial. All¨ª, le dedic¨® caricias y consuelos al futbolista Mbapp¨¦, que acababa de perder la re?ida final, hasta lograr irritar a todos los espectadores. Macron fue un plomo, invasivo y narciso, mientras el futbolista daba muestras evidentes de que hubiera agradecido que el pol¨ªtico lo dejara en paz y soledad. Es cierto que el presidente Macron hab¨ªa sido importante a la hora de lograr que Mbapp¨¦ rechazara finalmente la oferta de venirse al Real Madrid. Se entiende que el presidente de la Rep¨²blica defienda los intereses publicitarios de su propia liga nacional, pero tampoco se comprende el exceso de personalismo. A veces da la sensaci¨®n de que los franceses se liberaron de la monarqu¨ªa para acabar concediendo a su presidente los galones de un rey. Eso lleva a algunos incluso a cierta locura representativa. ?Se sit¨²a ah¨ª Macron? ?En el margen estrecho entre la realidad y la ficci¨®n?
El d¨ªa de su visita a Barcelona, la cumbre entre los dos pa¨ªses que se necesitan pero aplican recetas opuestas, permiti¨® al Gobierno de la Generalitat hacer de la esquizofrenia una bella arte, pues entendi¨® el evento como una oportunidad ¨²nica para sumarse y boicotearlo al mismo tiempo. En Francia, mientras tanto, se desarrollaba una manifestaci¨®n masiva para protestar ante el nuevo proyecto de jubilaci¨®n laboral. En ese cruce se defin¨ªa el Macron reformista y el Macron escapista. Europa tiene demasiados retos por delante para que sus pol¨ªticos tiendan hacia lo gaseoso. Se necesita aplomo y, sobre todo, autenticidad. El continente requiere fortaleza. No es la mejor receta contra el desconcierto que much¨ªsimos ciudadanos se planteen ante sus l¨ªderes una duda tan inc¨®moda como esta: ?pero qui¨¦nes son realmente estas personas?
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