?Adi¨®s a las ONG?
El acr¨®nimo de organizaciones no gubernamentales est¨¢ anticuado y es un estrech¨ªsimo vestido para designar a un sector vibrante y diverso cuya aportaci¨®n a la sociedad es la solidaridad, la asistencia y la denuncia cr¨ªtica de la injusticia
En 1969, el escritor suizo Peter Bichsel public¨® un conjunto de historias para ni?os, una de las cuales llevaba por t¨ªtulo Una mesa es una mesa. En ella, contaba Bichsel c¨®mo un hombre mayor, gris y solitario, que llevaba una vida mon¨®tona, decidi¨® para transformarla cambiar los nombres de los objetos que le rodeaban y llamar mesa a la alfombra, silla al despertador, y continuar as¨ª con todos los dem¨¢s. Durante un tiempo disfrut¨® con el juego del nuevo vocabulario, pero lleg¨® un momento en que enmudeci¨®, porque cuando intentaba hablar con otras personas le resultaba imposible entenderse con ellas.
Ten¨ªa raz¨®n Bichsel. A pesar de la interesada teor¨ªa seg¨²n la cual no hay que asignar a las palabras un significado determinado, sino darles uno u otro seg¨²n convenga al usuario en cada situaci¨®n para sacarle provecho, sigue siendo verdad que las cuestiones de palabras son solemnes cuestiones de cosas, y que conviene adjudicar los nombres a las realidades de modo que permitan caracterizarlas para saber de qu¨¦ estamos hablando. M¨¢s a¨²n si tratamos de realidades inmateriales, como ser¨ªa el caso de organizaciones o instituciones. En estos casos cuidar las palabras es todav¨ªa m¨¢s necesario.
Viene esto a cuento de un nombre tan desgraciado como el de ONG, al que, a mi juicio, ser¨ªa conveniente decir adi¨®s y sustituirlo por otro m¨¢s adecuado. Como es sabido, es un acr¨®nimo de ¡°organizaci¨®n no gubernamental¡± y empieza a utilizarse en 1945. Cuando se cre¨® la Organizaci¨®n de Naciones Unidas, que es una organizaci¨®n intergubernamental, logr¨® que algunas agencias no gubernamentales pudieran obtener el estatus de observadoras en sus asambleas y en algunas de sus reuniones. Ser¨ªan, por tanto, ONG. Sin embargo, esa denominaci¨®n que tuvo sentido en su origen deb¨ªa haber cambiado radicalmente teniendo en cuenta los objetivos a los que se dedican desde hace d¨¦cadas las asociaciones que reciben tan peregrino nombre y lo que las distingue de otras.
El Ku Klux Klan no es una asociaci¨®n gubernamental y a nadie en su sano juicio se le ocurrir¨ªa considerarla como una ONG. Pero tampoco ayuda mucho a?adir, como se ha hecho, que las ONG no tienen ¨¢nimo de lucro, porque tampoco parece que organizaciones como la mencionada se muevan por el lucro, sino en este caso por un racismo supremacista intolerable. De ah¨ª que la ONU a?ada otros rasgos nuevos: una ONG es cualquier organizaci¨®n no gubernamental, siempre que no se mueva por af¨¢n de lucro y no sea un grupo criminal ni un partido pol¨ªtico. Evidentemente, se trata de a?adir rasgos que rompen las costuras del acr¨®nimo originario, pero ni aun as¨ª dan en la diana de lo que caracteriza a las organizaciones que componen el llamado Tercer Sector.
La RAE, por su parte, afina m¨¢s porque se refiere al t¨¦rmino ONG como ¡°organizaci¨®n de iniciativa social, independiente de la Administraci¨®n p¨²blica, que se dedica a actividades humanitarias sin fines lucrativos¡±. Por fin aludimos a las actividades que llevan a cabo, y no solo a lo que no son. Pero, ?qu¨¦ es el humanitarismo? En este punto la RAE nos remite a la compasi¨®n por las desgracias de otras personas.
Cada vez se hace m¨¢s patente que el nombre originario hace agua por donde se le mire, es un estrech¨ªsimo vestido para unas organizaciones tan vibrantes. Ser¨ªa muy bueno que las asociaciones a las que hoy se les adjudica ese nombre insulso e inadecuado dialogaran entre s¨ª para encontrar otro con el que se sientan identificadas. Una denominaci¨®n que, aunque en sentido muy amplio, les sirva de carta de presentaci¨®n para anunciar qu¨¦ cabe esperar de ellas y c¨®mo pueden colaborar con los otros sectores de la sociedad. En esta reflexi¨®n podr¨ªa ser de ayuda tener en cuenta que la compasi¨®n por la desgracia de los que sufren no es solo empat¨ªa, sino tambi¨¦n compromiso para ayudarles a salir de su sufrimiento. Conecta estrechamente con ese valor que ha salvado vidas, aliviado penas, apoyado en la tristeza: la solidaridad. Puedo muy bien equivocarme, claro est¨¢, pero me atrever¨ªa a decir que es el valor que caracteriza a las mal llamadas ONG, como la justicia deber¨ªa caracterizar al mundo pol¨ªtico y la responsabilidad, al econ¨®mico.
En estos tiempos de polarizaciones y crispaci¨®n es necesario crear sinergias entre los sectores social, econ¨®mico y pol¨ªtico, pero de modo que cada uno cumpla con la tarea que le corresponde sin cargarla sobre los hombros de los dem¨¢s. Y que intente cooperar con el resto, si es que aceptamos que la nuestra no es una sociedad tribal, sino una sociedad contractual, ¡°un sistema equitativo de cooperaci¨®n a lo largo del tiempo, desde una generaci¨®n a la siguiente¡±, por decirlo con John Rawls. No debe ser entonces un conjunto de facciones en conflicto que intenta seducir a la ciudadan¨ªa con argumentarios falaces para sacar el mayor provecho grupal posible, ni siquiera solo un sistema de convivencia m¨¢s o menos soportable, sino un sistema de cooperaci¨®n en el que todos deben conseguir ventajas. Por eso cada palo ¡ªcada sector¡ª debe aguantar su vela en este trabajo conjunto.
El poder pol¨ªtico legitima su existencia cuando intenta crear las condiciones de justicia que suponen el bien com¨²n, haciendo uso eficiente de los recursos p¨²blicos, sin favorecer a las personas o regiones que puedan asegurar la permanencia en el poder, manteniendo cuidadosamente la separaci¨®n entre los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, defendiendo a capa y espada el orden constitucional y asegurando que nuestro pa¨ªs tenga una presencia respetada y protag¨®nica en el contexto europeo e iberoamericano.
La vela del sector econ¨®mico consiste en crear riqueza para la sociedad en bienes y servicios y, muy especialmente en estos momentos, puestos de trabajo. Este es el mensaje de la responsabilidad social, que no se reduce a mera acci¨®n social, instrumentalizada como un producto cosm¨¦tico, sino empe?o ¨¦tico, inteligente y justo, en atender a las expectativas de todos los afectados por su actividad. En este sentido, una empresa ¨¦tica es un bien p¨²blico.
El sector social, por su parte, se legitima por llevar adelante tareas de solidaridad, por tratar de aumentar el bienestar y el bienser de las personas, en un sentido muy amplio, para que puedan llevar adelante los planes de vida que tengan razones para valorar, por decirlo con Amartya Sen, y ser acogidas en tiempos de suprema vulnerabilidad. En este sentido le corresponder¨ªan al menos tres tareas: innovar, sacando a la luz necesidades in¨¦ditas en los sectores m¨¢s desprotegidos y soluciones no estrenadas. Es admirable la enorme cantidad de descubrimientos que han hecho las organizaciones solidarias a lo largo de la historia. Pero tambi¨¦n denunciar injusticias desde la cr¨ªtica, como tantas veces se ha hecho en el nivel local y global. Y, por ¨²ltimo, llevar a cabo tareas asistenciales cuando no las hacen aquellos a los que les corresponde. Por poner un ejemplo, en un Estado social y democr¨¢tico de derecho como el nuestro no deber¨ªan existir colas del hambre en instituciones solidarias buscando alimentos para sobrevivir, porque eso es obligaci¨®n del primer sector.
Podemos preguntar por ¨²ltimo: ?son perfectas estas organizaciones? Por supuesto que no, como nada de lo humano. Tienen que ser supervisadas, han de estar formadas por gentes competentes, act¨²en voluntaria o profesionalmente, y est¨¢n obligadas a rendir cuentas. Pero necesitan el apoyo de los dem¨¢s sectores, no sea que esas cuentas sean m¨¢s exigentes que las del Gran Capit¨¢n: que neguemos nuestra ayuda a quienes desde la solidaridad nos est¨¢n regalando mucho m¨¢s que un reino.
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