En tiempos de desasosiego, vitaminas para el esp¨ªritu
Las cosas van rematadamente mal, pero siempre hay artistas que refuerzan las ganas de vivir: Wu Tsang, Brad Mehldau, el Teatro Nacional de Croacia
La historia de la ballena que Herman Melville cont¨® en Moby Dick ha tenido ocupada durante largo tiempo a Wu Tsang. Uno de los trabajos que surgi¨® de la relaci¨®n entre esta artista y la novela sobre un hombre que se embarca para perseguir lo que toma por la encarnaci¨®n del mal puede verse ahora en el Museo Thyssen de Madrid. Lo que hay en esa pieza, De ballenas, es una gran pantalla que muestra lo que encuentra un cachalote durante su traves¨ªa, y es como si nos arrastrara a las profundidades del mar y todo lo vi¨¦ramos a trav¨¦s de sus ojos: una suerte de cosmos extra?o e inquietante, pero tambi¨¦n hermoso y a ratos pl¨¢cido. El lunes de la pasada semana, en el C¨ªrculo de Bellas Artes, se proyect¨®, por otro lado, la adaptaci¨®n que ha hecho Wu Tsang de Moby Dick con la m¨²sica que Caroline Shaw y Andrew Yee han escrito para la pel¨ªcula y que toc¨® en directo una orquesta de cuerda. Las im¨¢genes y los sonidos y las palabras de Melville y los cuerpos de los actores que bailan: con esa mezcla de g¨¦neros, y una mirada que bebe de una sociedad empapada por lo queer, la batalla ecologista y la cr¨ªtica al colonialismo, Wu Tsang lee de nuevo a Melville.
La amistad de Ismael con el arponero Quiqueg, esta vez interpretado por un artista trans de aspecto quebradizo, es el hilo del que tira Wu Tsang. La m¨²sica es tambi¨¦n una parte esencial de este Moby Dick, como si fuera imprescindible para entrar en el coraz¨®n desquiciado del capit¨¢n Ahab en su tr¨¢gica aventura tras la ballena blanca. El mi¨¦rcoles de la pasada semana toc¨® en los Teatros del Canal de Madrid Brad Mehldau. Estuvo con Larry Grenadier en el contrabajo y Jeff Ballard en la bater¨ªa. Simplemente un tr¨ªo de jazz. Es imposible traducir en palabras lo que la m¨²sica dice, pero quiz¨¢ no sea tan disparatado describir lo que consigue el piano de Mehldau y sus acompa?antes con esta idea del cosmos y de arrancarte de un lugar para llevarte a otra parte, donde todo fuera m¨¢s completo o m¨¢s vac¨ªo, m¨¢s hermoso, m¨¢s extra?o, m¨¢s incomprensible y, al mismo tiempo, m¨¢s transparente. Tocaron, por ejemplo, I concentrate on you, y la canci¨®n de Cole Porter iba cobrando la estatura de un cl¨¢sico en el que bien podr¨ªa haber descubierto el capit¨¢n Ahab que recog¨ªa sus propias emociones.
Luego lleg¨® el s¨¢bado, y de nuevo en los Teatros del Canal, se pudo ver por segunda y ¨²ltima vez en Madrid Sorry, una pieza inspirada en una pel¨ªcula estadounidense de finales de los cincuenta que se prolong¨® despu¨¦s en una exitosa serie de televisi¨®n. El director Bobo Jelcic, al frente del Teatro Nacional de Croacia en Zagreb, vuelca en el instituto del peque?o pueblo de Peyton Place esos dramas y ambiciones vanas que tocan a todos y te cambian la vida. Y en medio de tanto desgarro, te mueres de risa. Las cosas se tejen alrededor de la fiesta de graduaci¨®n, ese rito que marca el abandono de la adolescencia y la entrada en el mundo adulto, y se tejen mal: fracasos, quiebras, decepciones, rupturas. En el mundo de las grandes oportunidades ¡ªla gran democracia americana que todo el rato se celebra¡ª, nada sale bien. Jelsic ha dotado a su compa?¨ªa de un estilo propio que deslumbra por la sutileza con que meten el humor en las entra?as del fracaso y la tristeza, y todos los actores est¨¢n inmensos.
Este mundo es desde luego una mierda, aunque quiz¨¢ no tanto.
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