Aeropuertos con leproser¨ªa
Los fumadores se apretaban dentro de una suerte de acuario sin agua, en una jaula con las paredes de metacrilato, no s¨¦, en un caj¨®n de no m¨¢s de 10 metros cuadrados, construido ¡®ex profeso¡¯ para ellos
Acababa de bajarme del avi¨®n en un aeropuerto de tr¨¢nsito. A¨²n faltaban cerca de dos horas para el vuelo siguiente. Decid¨ª matar el rato paseando por la terminal, dedicado a la observaci¨®n minuciosa de fisonom¨ªas e indumentarias, afici¨®n adquirida en la ni?ez que todav¨ªa me dispensa del aburrimiento. De pronto, los divis¨¦. No eran muchos ni pocos; en todo caso, los suficientes como para poner en tela de juicio que constituyan una especie en v¨ªas de extinci¨®n. Se apretaban dentro de una suerte de acuario sin agua, en una jaula con las paredes de metacrilato, no s¨¦, en un caj¨®n de no m¨¢s de 10 metros cuadrados, construido ex profeso para ellos. Son los fumadores, hombres y mujeres envueltos en una niebla densa que ellos mismos producen con sus bocas. Me parecieron recluidos y discriminados, a la manera de los leprosos de anta?o, mientras indiferentes a su condici¨®n de prisioneros ahumados se afanaban, calada va, calada viene, con calma en apariencia deleitosa, en la progresiva consumaci¨®n de su c¨¢ncer de pulm¨®n, de tr¨¢quea, de garganta; en fin, de la modalidad patol¨®gica que se tercie en combinaci¨®n con su actividad.
Atr¨¢s quedaron los a?os en que el profesor de Lat¨ªn encend¨ªa sus Celtas sin filtro mientras los fumigados alumnos recitaban a coro las sucesivas declinaciones. O cuando en tantos hogares de aqu¨ª y de all¨¢, el paterfamilias amarilleaba cortinas y visillos con los nubarrones pestilentes de sus puros. O cuando las gradas de los estadios de f¨²tbol eran chimeneas multitudinarias y los autobuses urbanos, hornos fumatorios. Hasta en el consultorio del m¨¦dico ha visto uno el cenicero del doctor repleto de colillas. Hoy corren otros tiempos. Ves las cajetillas con avisos de muerte e im¨¢genes de pulmones negros y dentaduras corro¨ªdas, y no se entiende que los desdichados fumadores no vayan por la vida anunciando su presencia con una esquila.
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