Derogar al PP
La formaci¨®n que lidera Feij¨®o corre el riesgo de salir del 23-J convertida en un partido conservador de cart¨®n piedra: no ha sabido mostrar ante Vox una vocaci¨®n democr¨¢tica fuerte y una identidad clara que defender
¡°Sin palabra, no hay pol¨ªtica¡±. Con esta contundencia reivindicaba Alberto N¨²?ez Feij¨®o hace un par de semanas ¡°la pol¨ªtica de la palabra¡±, la de la sinceridad y el compromiso. Este hermoso alegato bien podr¨ªa haber sido un homenaje a Jos¨¦ Varela Rendueles, gobernador civil de Sevilla en julio de 1936, y a muchos de sus coet¨¢neos, hombres y mujeres leales a la Segunda Rep¨²blica que usaron la fidelidad a la palabra dada, propia y ajena, como medida de sus actos. Varela Rendueles lo explicaba con contundencia en sus memorias, muchos a?os despu¨¦s. ¡°A¨²n por entonces, se cre¨ªa no s¨®lo en la palabra empe?ada, sino en la verdad y en la sinceridad de las simples afirmaciones.¡± Y si un general afirmaba ser leal a la Rep¨²blica y no saber nada del golpe, era una ofensa dudar. Desde nuestro presente, esa seguridad resulta chocante y, con la ventaja de quien conoce el final de la pel¨ªcula, se nos antoja ingenua. Su fe en la palabra ajena les cost¨® la vida a muchos. ¡°El tiempo y las circunstancias vendr¨ªan a demostrarnos el poco valor de ciertas palabras cuando del darla, para luego no cumplirla, se hace ardid de guerra¡±, reflexionar¨ªa con melancol¨ªa don Jos¨¦.
Habr¨ªa sido bonito que, en v¨ªsperas del aniversario del golpe, el discurso de Feij¨®o fuese un homenaje a Varela Rendueles. Quiz¨¢s entonces derogar la Ley de Memoria Democr¨¢tica no ser¨ªa una de sus promesas de campa?a. Y quiz¨¢s su defensa apasionada de la sinceridad pol¨ªtica se habr¨ªa apoyado en hechos, adem¨¢s de en palabras. Porque ya es mala suerte que un empe?o tan noble compartiese portada con su compa?era, Mar¨ªa Guardiola, desdici¨¦ndose para pactar con Vox, seg¨²n instrucciones de G¨¦nova. Del ¡°No puedo dejar entrar en gobierno a aquellos que niegan la violencia machista, a quienes usan el trazo gordo, a quienes est¨¢n deshumanizando a los inmigrantes y a quienes despliegan una lona y tiran a la papelera una bandera LGTBI¡±, a entregar la consejer¨ªa de Gesti¨®n Forestal y Mundo Rural a Vox. Porque los extreme?os valen m¨¢s que su palabra, se excusaba. Y un Gobierno en mano, m¨¢s que una oportunidad de gobernar perdida.
As¨ª, las palabras se han convertido en las protagonistas de la campa?a de Feij¨®o. Las que reivindican sinceridad y las que juegan entre s¨ª para dibujar realidades alternativas, como la del PP votando a favor de la revalorizaci¨®n de las pensiones con el IPC y no en contra. Las que forman lemas indignos, como el ¡°Que te vote Txapote¡±, y las que no se pronuncian para condenar esta instrumentalizaci¨®n del dolor ajeno. Las que amagan tirar la piedra de la duda sobre el voto por correo, y las que se esconden con rapidez para no confrontar la incongruencia de se?alar la lucha contra la violencia de g¨¦nero como una l¨ªnea roja mientras diluyen en la f¨®rmula ¡°un divorcio duro¡± la condena de Carlos Flores. O las que pasan de puntillas cuando la presidenta de las Cortes Valencianas se aparta en el minuto de silencio en recuerdo de una mujer asesinada para no aparecer junto a la pancarta que rechaza la violencia machista de la que fue v¨ªctima. Porque las palabras importan. Sobre todo, cuando usar una u otra implica afirmar o negar realidades materiales tan palpables como la muerte, la orfandad o el terror.
Y con esta mezcla de ambig¨¹edad, juegos de palabras y alguna gota de sinceridad, la palabra se convierte en ardid de guerra, no cruenta como en el 36, sino electoral. Todo al servicio del objetivo final: derogar el sanchismo. Otro juego de palabras equ¨ªvoco que equivale a ganar y gobernar, pero centrando el foco en el otro para no asumir que ganar y gobernar implica hacerlo con Vox. Porque incluso en el hipot¨¦tico caso de que Feij¨®o lograse una investidura en solitario con una abstenci¨®n socialista que aceptase el pacto propuesto de que gobierne la lista m¨¢s votada (cuando gana el PP), ?con qui¨¦n pactar¨ªa los presupuestos? ?Qui¨¦n le dar¨ªa sus votos para implementar sus medidas, las que sean, adem¨¢s de bajar impuestos? No hay Gobierno en solitario sin acuerdos ni cesiones cuando necesitas el apoyo de otros y el panorama de posibles alianzas no da margen para muchas c¨¢balas. La situaci¨®n actual obliga s¨ª o s¨ª al Partido Popular a contar con los votos de Vox. As¨ª lo han hecho en las Islas Baleares, Extremadura o Comunidad Valenciana. Y salvo una improbable mayor¨ªa absoluta, as¨ª lo har¨¢n si ganan las elecciones generales. Con Abascal como vicepresidente o como socio inc¨®modo.
Refutar la realidad es infantil y aboca a desdecirse en el futuro inmediato si la victoria acompa?a. No asistir a un debate a cuatro para no escenificar un bloque, para compartir m¨¢s adelante una foto de pacto de Gobierno o investidura. Es hora de que la pol¨ªtica espa?ola apueste por la madurez y en tiempos donde los pactos son necesarios se cambie la palabra en torno a la que giran las discusiones. Porque lo importante no es el qui¨¦n, sino el qu¨¦. Si gobierna, el PP gobernar¨¢ con Vox y sus votantes lo descuentan. La pregunta es, ?permitir¨¢ Feij¨®o que Vox le marque la agenda? ?En qu¨¦ ceder¨¢ ante ellos? ?En qu¨¦ no ceder¨¢? ?Qu¨¦ presupuestos voxistas asumir¨¢ como propios? ?D¨®nde se pueden encontrar y d¨®nde no? Esas son las palabras que se echan en falta en esta campa?a.
Negar la mayor para aceptar despu¨¦s, a toda prisa, los votos imprescindibles es regalar poder de negociaci¨®n ante quien niega la violencia machista y el cambio clim¨¢tico, criminaliza a los extranjeros, reniega de la bandera LGTBI y de las conquistas que representa, quiere abolir las muy constitucionales comunidades aut¨®nomas o censurar a Disney-Pixar y a Lope de Vega. ?C¨®mo abordar la acci¨®n internacional con un socio que abomina de la Uni¨®n Europea y de toda pol¨ªtica ¡°globalista¡± si le cedes la iniciativa? La papeleta de gobernar con ellos resulta poco envidiable, pero la realidad es tozuda y para cambiarla hay que empezar por asumirla y actuar ante ella con convicci¨®n. Eso exige una vocaci¨®n democr¨¢tica fuerte y una identidad clara que defender. De lo contrario, el PP corre el riesgo de salir del 23-J convertido en un partido conservador de cart¨®n piedra, como la playa de Verano azul con la que inici¨® la campa?a.
La duda es si el Partido Popular superar¨¢ la crisis de identidad que sufre desde que perdi¨® la hegemon¨ªa de la derecha, una crisis que comparte con buena parte de los partidos conservadores occidentales, desorientados por la aparici¨®n de competidores populistas antisistema, a quienes no les tiembla el pulso si hay que ir m¨¢s all¨¢ en cualquier tema resbaladizo con el que la derecha cl¨¢sica se atreva a coquetear. ?Qu¨¦ importa si Vox no entra en el Gobierno si el PP termina ¡°voxiz¨¢ndose¡±? ¡°Qu¨¦ bonito d¨ªa en el que Vox entr¨® por primera vez en la Asamblea y cambi¨® todo¡±, le dijo Roc¨ªo Monasterio a Isabel D¨ªaz Ayuso en su pasada investidura. As¨ª le agradec¨ªa que asumiera como propias importantes medidas de Vox en la presentaci¨®n de su programa de gobierno como presidenta con mayor¨ªa absoluta. Y es que el principal peligro para el Partido Popular es que, en su af¨¢n por derogar el sanchismo, acabe derog¨¢ndose a s¨ª mismo.
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