¡°Te amo, te odio¡±: la relaci¨®n t¨®xica de Argentina con el FMI
Es uno de los pa¨ªses que m¨¢s acuerdos firm¨® con el FMI en toda su historia y tambi¨¦n uno de los que m¨¢s incumpli¨® o renegoci¨® los programas
¡°Te amo, te odio, dame m¨¢s¡± es una frase ic¨®nica del cancionero del rock argentino. Sintetiza tambi¨¦n la relaci¨®n que mantiene la Argentina con el Fondo Monetario Internacional (FMI) desde hace d¨¦cadas. Una historia que, como en todo drama, incluye desencuentros, desconfianza, enga?os, hipocres¨ªa y despecho.
Muchos argentinos responsabilizan al FMI por muchos de los males que padece este pa¨ªs desde tiempos inmemoriales. Lo acusan de impulsar ¡°recetas¡± neoliberales, de forzar ajustes, de causar pobreza y desocupaci¨®n, de alentar la fuga de capitales y de mucho m¨¢s. En suma, de ser causa esencial ¨Caunque no ¨²nica- de la decadencia nacional.
Lo interesante es, sin embargo, que ning¨²n Gobierno extranjero, organismo internacional o conspiraci¨®n intergal¨¢ctica oblig¨® a la Argentina a pedir su ingreso al Fondo en 1956. Tampoco nadie la oblig¨® a pedirle un d¨®lar, ni tampoco a mantener su membres¨ªa. Pero s¨ª es una realidad que lo que hacemos no es sustentable: ninguna persona, familia o naci¨®n puede gastar m¨¢s de lo que gana indefinidamente. A la corta o a la larga, quiebra. Pero eso es lo que intentamos desde hace d¨¦cadas: pretendemos vivir por encima de nuestras posibilidades.
?Cu¨¢l es el resultado?
Argentina es uno de los pa¨ªses que m¨¢s acuerdos firm¨® con el FMI en toda su historia: 22. El primero en 1958, seg¨²n los registros oficiales. As¨ª que le pedimos ayuda (o nos bajamos los pantalones, seg¨²n sus cr¨ªticos) cada tres a?os, promedio.
Argentina es tambi¨¦n uno de los pa¨ªses que m¨¢s veces incumpli¨® y renegoci¨® los programas que acord¨® con el Fondo. O, visto de otro modo, firmamos, manoteamos el dinero y nos negamos luego a hacer lo que nos comprometimos a hacer. O deso¨ªmos lo que nos piden que hagamos. ?O vamos a olvidar que el Fondo sosten¨ªa en los noventa que deb¨ªamos salir de la convertibilidad del peso con el d¨®lar, la misma que ahora todos decimos que era una fantas¨ªa insostenible?
Argentina es, incluso, uno de los contad¨ªsimos pa¨ªses que le ocult¨® datos al Fondo. Basta recordar los cortocircuitos que gener¨® la adulteraci¨®n de los n¨²meros del Indec durante el kirchnerismo, que llevaron incluso a una ¡°declaraci¨®n de censura¡± que tom¨® a?os levantar.
Argentina es, tambi¨¦n, uno de los pa¨ªses que m¨¢s discusiones gener¨® en el directorio del Fondo, donde no siempre fue Estados Unidos el m¨¢s cr¨ªtico con el pa¨ªs (al contrario de lo que muchos creen), sino otros pa¨ªses como Alemania, Italia o Jap¨®n.
Y Argentina es, pese a todo lo anterior, uno de los pa¨ªses que m¨¢s dinero le pide y le adeuda al Fondo. No porque el FMI sea como un dealer que promueve la ¡°adicci¨®n¡± del pa¨ªs y luego ¡°apriete¡± al consumidor que se torn¨® dependiente. Nosotros viajamos a Washington, golpeamos la puerta del Fondo y pedimos (rogamos) un cheque.
Nuestros pedidos, encima, a veces orillan el rid¨ªculo. ?C¨®mo creemos que se ve en otras capitales que mientras un sector del Gobierno le pide dinero al Fondo, otro sector del mismo Gobierno lo demonice? O que como gran gesto calle sus cr¨ªticas (pero deje trascender que est¨¢ callando sus cr¨ªticas). ?Como si el Fondo no tuviera acceso a internet, ni representantes en Buenos Aires, como tampoco los pa¨ªses miembros del directorio del Fondo, y que, por tanto, todos ignoraran el doble discurso!
Pero all¨ª no se agota el doble discurso. Abundan los funcionarios argentinos de distintos Gobiernos que han querido impulsar reformas o aplicar ajustes, pero como eran impopulares en el pa¨ªs le echaban la culpa al FMI. ¡°En Washington nos obligan a¡¡±. Me consta.
Acordar con el Fondo tiene sus ventajas. Funciona como prestamista de ¨²ltima instancia y en esas circunstancias es mucho m¨¢s barato que el mercado, adem¨¢s de funcionar como un auditor de buenas pr¨¢cticas o de la transparencia de los n¨²meros para quienes eval¨²an invertir en el pa¨ªs o comprarnos bonos soberanos.
Lidiar con el Fondo tambi¨¦n tiene sus bemoles. Como prestamista de ¨²ltima instancia impone las condiciones que quiere. Al fin y al cabo, uno acude al prestamista de ¨²ltima instancia porque todos los dem¨¢s prestamistas podr¨¢n ser m¨¢s simp¨¢ticos y ben¨¦volos, pero dejaron ya de ser opci¨®n. Y, encima, el FMI exige auditar las cuentas (las ¡°revisiones del art¨ªculo IV¡±) y publica sus conclusiones, lo que no siempre es agradable cuando el pa¨ªs viene cuesta abajo.
En semejante contexto, ?es posible encarar otro camino? Claro que s¨ª. Pero para eso debemos mantener una conducta econ¨®mica y financiera ejemplar, o tener espaldas (reservas) considerables y crecientes, o tener una m¨¢quina de imprimir billetes que alguien quiera, como Estados Unidos con sus d¨®lares o el Banco Central Europeo con sus euros.
Tambi¨¦n es posible prescindir del Fondo sin esas premisas. Pero puede resultar m¨¢s caro (como cuando Argentina cancel¨® en 2006 su deuda con el Fondo, a baja tasa de inter¨¦s, y la reemplaz¨® con t¨ªtulos que le vendi¨® a Venezuela con una tasa varios puntos m¨¢s alta). O resulta m¨¢s opaco (con la consiguiente desconfianza de quienes cada d¨ªa eval¨²an comprar o vender esos bonos soberanos), con el riesgo adicional de que en alg¨²n momento alg¨²n tenedor pueda reclamar. Nos pas¨® en abril pasado: un tribunal de Londres conden¨® a Argentina a pagar 704 millones de d¨®lares por la diferencia entre el inter¨¦s que pagaba esa deuda y el inter¨¦s que debi¨® pagar, mientras otros reclamos similares tramitan en Nueva York. Y, por ¨²ltimo, jugar por fuera del Fondo puede dejar al pa¨ªs fuera del circuito financiero global. Ser paria.
Todo lo antedicho puede parecer una defensa del Fondo. No lo es. ?Es Heide el Fondo? ?No! Muchas de sus pr¨¢cticas han sido cuestionadas, incluso por ganadores del Nobel. Entre otros motivos, por el doble est¨¢ndar que aplica con las potencias y las econom¨ªas emergentes, porque sus funcionarios distan de ser imparciales, porque muchos de sus diagn¨®sticos y recetas son err¨®neos, y mucho m¨¢s. Incluso se han escrito libros al respecto y se dictan cursos excelentes para analizarlo mejor, como el que ofrece el otrora director argentino ante el FMI, H¨¦ctor Torres, en la Universidad Di Tella de Buenos Aires.
Pero tambi¨¦n ser¨ªa bueno que la Argentina empiece por mirarse al espejo. Ser¨ªa un buen comienzo que nuestros gobiernos, nuestros funcionarios y nosotros dejemos de actuar como adolescentes. Y que dejemos de cantarle al FMI aquellos versos de Peperina, la canci¨®n de Ser¨² Gir¨¢n: ¡°Te amo, te odio, dame m¨¢s¡±.
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