Argentina, Uruguay y Chile: una invitaci¨®n a recordar las dictaduras del Cono Sur
Las conmemoraciones de 2023 y los 75 a?os de la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos son una oportunidad para que los Estados renueven su compromiso de avanzar en verdad, justicia, reparaci¨®n y garant¨ªas de no repetici¨®n
Este 2023 es de esos a?os en que el pasado llama a la puerta: mientras Chile y Uruguay recuerdan 50 a?os de sus respectivos golpes de Estado, Argentina cumple 40 desde la recuperaci¨®n de su democracia. Estos pa¨ªses, junto a otros de la regi¨®n, sufrieron rupturas democr¨¢ticas en su pasado reciente en las que se produjeron graves violaciones de derechos humanos contra decenas de miles de personas.
Dicho de otro modo: con recursos estatales, las dictaduras de la ¨¦poca se dedicaron no solo a amilanar la disidencia, sino a erradicarla. Para ello ilegalizaron partidos y organizaciones, forzaron el exilio de miles de personas, censuraron medios de comunicaci¨®n y se sirvieron de pr¨¢cticas aberrantes como ejecuciones sumarias, tortura y desapariciones forzadas que, con niveles de sofisticaci¨®n y crueldad aterradores, destruyeron las vidas de las v¨ªctimas, sus familias y comunidades enteras. Recuerdo c¨®mo, durante mi juventud, los informes sobre estas terribles violaciones de derechos humanos en estos pa¨ªses me influyeron y fueron determinantes en mi decisi¨®n de dedicar mi vida a los derechos humanos.
No es antojadizo evocar estos hechos, pues su huella e impacto negativo han marcado las sociedades y persisten hasta nuestros tiempos. Como subray¨¦ hace algunas semanas con ocasi¨®n de un evento organizado por mi Oficina para Am¨¦rica del Sur, en Santiago de Chile, reconocer, aceptar y abordar un pasado de abusos requiere fortaleza, compromiso, y sociedades decididas a recorrer un camino que no siempre es f¨¢cil.
Es natural y loable que las v¨ªctimas, familias y organizaciones insistan, incansables, en su b¨²squeda de verdad y justicia. Porque seamos francos: a usted y a m¨ª nos recorre un escalofr¨ªo solo de pensar que se nos pueda arrebatar un ser amado para no verlo nunca m¨¢s, justamente a manos de quienes se supone tienen el deber de protegernos. No se trata de rencor, es tener que esperar durante m¨¢s de 40 a?os esa llamada explicando qu¨¦ pas¨®. Tambi¨¦n que el tiempo es inexorable, que tanto familiares como perpetradores est¨¢n envejeciendo -llev¨¢ndose consigo, impunes, informaci¨®n valiosa sobre la verdad de lo ocurrido-. Por eso, es esencial la labor activa y decidida de los Estados y las sociedades.
Todos estos son asuntos del presente. Por ejemplo, en junio se encontraron restos ¨®seos de una mujer en el llamado Batall¨®n 14 en Uruguay. Cada cierto tiempo, casos como este nos recuerdan la crueldad vivida por estas sociedades. Solo con la memoria de este pasado se puede dar paso hacia una sociedad m¨¢s democr¨¢tica, s¨®lida y justa.
Este a?o, el pasado nos obliga a valorar las democracias de la regi¨®n que, gracias al impulso de muchos actores, como la sociedad civil, han reconstruido sus instituciones y contribuido al desarrollo del derecho internacional en la materia. Sin embargo, la falta de respuestas suficientes de las autoridades sobre las violaciones de derechos humanos es una deuda con las v¨ªctimas, y tambi¨¦n con toda la sociedad.
La historia muestra que los pa¨ªses del Cono Sur han logrado avances importantes en algunos aspectos de la justicia transicional en las primeras d¨¦cadas post dictaduras. Estos logros han influido y marcado en gran medida el campo de la justicia transicional y han sido un ejemplo que otros pa¨ªses del mundo han seguido. Es importante que las autoridades, junto a las v¨ªctimas y otros sectores de la sociedad civil, intensifiquen el esfuerzo de hoy con el esp¨ªritu y la dedicaci¨®n de aquellas d¨¦cadas.
Para abordar este pasado, los Estados deben avanzar en todos los pilares de la justicia transicional.
La verdad, para entender lo que pas¨®. Se debe levantar el sigilo de los archivos -incluyendo de las fuerzas armadas- y revelar la informaci¨®n que d¨¦ cuenta sobre las violaciones ocurridas, especialmente a las v¨ªctimas y familiares. Pero tambi¨¦n los relatos oficiales deben ser m¨¢s expl¨ªcitos en se?alar y condenar las atrocidades de la ¨¦poca.
La justicia, para combatir a la impunidad. Algunas leyes de amnist¨ªa siguen vigentes o en algunos pa¨ªses falta que su legislaci¨®n incorpore los cr¨ªmenes de lesa humanidad. Tambi¨¦n existen retrasos no razonables en las investigaciones o procesos penales, lo que muchas veces conlleva una revictimizaci¨®n.
La reparaci¨®n, para resarcir el da?o. Las normas y pol¨ªticas deben ajustarse para brindar reparaci¨®n integral, y las v¨ªctimas no deben verse enfrentadas a escoger entre reparaci¨®n o pensiones.
Y las garant¨ªas de no repetici¨®n, para reforzar el Estado de Derecho y la democracia. Sin libertades, participaci¨®n, independencia judicial, control civil de las entidades encargadas de hacer cumplir la ley y una lucha decidida contra la corrupci¨®n, nos arriesgamos a que se socave la confianza en esas instituciones democr¨¢ticas reconstruidas con mucho esfuerzo.
Hace mucho m¨¢s tiempo, en 1948, la comunidad internacional adopt¨® la Declaraci¨®n Universal de Derechos Humanos, instrumento civilizatorio sin parang¨®n que, fundado en la dignidad y la igualdad de todas las personas, trajo esperanza a un mundo de posguerra que renac¨ªa de las cenizas.
Las sociedades de esta regi¨®n merecen sanar y cimentar su futuro en la dignidad humana. Como Alto Comisionado, y a la luz de la Declaraci¨®n Universal, este a?o he propuesto a los Estados Miembros de las Naciones Unidas revitalizar su compromiso con los derechos humanos mediante acciones concretas y significativas. Los Estados presentar¨¢n esos compromisos el pr¨®ximo diciembre en Ginebra, Suiza.
Este a?o conmemorativo es una oportunidad para que los Estados del Cono Sur renueven su compromiso con la justicia transicional: ratificando tratados o ajustando leyes, lanzando nuevos o mejorados programas de b¨²squeda o de reparaci¨®n, creando contenidos educativos sobre el pasado reciente, las opciones son m¨²ltiples. Incluso pueden comprometerse a construir mecanismos de cooperaci¨®n transnacional, ya no para articular la barbarie sino para intercambiar las valiosas experiencias de cada pa¨ªs en derechos humanos.
A 75 a?os de su adopci¨®n, y en un mundo enfrentado a nuevos desaf¨ªos, les invito a revitalizar los principios que inspiraron la Declaraci¨®n Universal y su promesa de libertad, igualdad y justicia para todas las personas, sin discriminaci¨®n.
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