El hombre de ayer
En esta Espa?a nuestra en costosa transici¨®n feminista, reinan a¨²n demasiados se?ores feudales que defienden con ira y arrogancia sus derechos de pernada
Se elige lo que molesta en ese momento y se encapsula en una imagen de decadencia. El ¡°falso feminismo¡± que funciona como ¡°lacra social¡±, en palabras de Rubiales, rima demasiado bien con ese estribillo archiconservador que suena por doquier manipulando la realidad para reinventarla, esa falsa decadencia que precisa de machos salvadores como el nefando loco argentino, Javier Milei, o ese general italiano de camisa negra, Roberto Vannacci, cuyo libro reaccionario ocupa el primer lugar en ventas de Amazon defendiendo la sinraz¨®n y la pura crueldad en cuestiones de g¨¦nero, migraci¨®n y medio ambiente. La guerra, por supuesto, ayuda a mostrar las g¨®nadas de todos esos hombres sin complejos, como lo es por estas latitudes Rubiales. Para ¨¦l, la vida y el f¨²tbol son tambi¨¦n una cuesti¨®n de cojones.
Aqu¨ª, en esta Espa?a nuestra en costosa transici¨®n feminista, reinan a¨²n demasiados se?ores feudales parapetados tras lo que Martha Nussbaum llam¨® las ¡°ciudadelas de la soberbia¡±, defendiendo con ira y arrogancia sus derechos de pernada. En el pa¨ªs de la ley del solo s¨ª es s¨ª y de la paridad, los muchos avances de d¨¦cadas se enfrentan a¨²n a una estructura defensiva amurallada como una fortaleza, simbolizada este viernes por una sala puesta en pie para aplaudir, junto a Vilda y Luis de la Fuente, el discurso de Rubiales. Porque no es una cuesti¨®n de deseo, sino de poder. La contumacia de Rubiales la sostiene una estructura que alimenta su soberbia, pecado capital del poderoso. Nussbaum la define como ¡°el vicio consistente en creerse por encima de los dem¨¢s y en pensar que las dem¨¢s personas no son del todo reales¡±. El ego no le permite ver personas, solo objetos disponibles para sus prop¨®sitos.
En el mejor de los mundos posibles, all¨ª donde se produce el avance del f¨²tbol femenino, cuando las mujeres hemos pasado ya de pantalla y reclamamos el mundo con orgullo, dignidad e igualdad, el progreso se da de bruces con el pasado. Porque Rubiales es, sin duda, ese ¡°hombre de ayer¡± que describ¨ªa un medio alem¨¢n entre los muchos que han dado una impresionante e imprescindible proyecci¨®n global a lo que ha pasado con la jugadora Jenni Hermoso. ¡°Pero all¨ª sigue, como siguen tantos otros¡±, a?ad¨ªa. Y es que ah¨ª siguen los hombres de ayer, inenarrables y absurdos chivos expiatorios de sus ciudadelas de la soberbia. Porque Rubiales no est¨¢ solo en esto. Le acompa?an los Vilda, los Luis de la Fuente y todos los que callan y aplauden. Y esta es, parad¨®jicamente, la buena noticia de su enroque: la oportunidad de zarandear el imperio futbol¨ªstico como otra instituci¨®n t¨®xica que sigue oliendo a moho. Verse como alguien irremplazable, cual semidios con ¡°la mejor gesti¨®n del f¨²tbol espa?ol¡±, esa gracias a la cual otros hombres ganan dinero, prestigio y poder, fortalece ese muro de impunidad que a¨ªsla y blinda las ciudadelas de Rubiales y los suyos, haci¨¦ndoles inimputables de sus vergonzantes ¡°piquitos¡± y abusos. Zarandear una instituci¨®n es tan costoso como tumbar las costumbres. El hombre de ayer, el mundo de ayer, acaban de sufrir una formidable sacudida.
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