Puigdemont se arroja al fin del ¡®proc¨¦s¡¯
La paradoja del independentismo es que a quien hace da?o el reseteo del conflicto es al propio movimiento y a sus partidos, no a la democracia espa?ola
El expresident catal¨¢n Carles Puigdemont?podr¨ªa asestarle un golpe decisivo al proc¨¦s mediante la ley de amnist¨ªa que reclama, aun sin quererlo. A diferencia de lo que proclama la derecha, las medidas de gracia hacia la c¨²pula del independentismo se han demostrado letales para sus partidos, y no para la unidad de Espa?a. La prueba es que ERC se desplom¨® en los comicios del 28-M y el 23-J tras lograr los indultos para sus l¨ªderes, pero ning¨²n refer¨¦ndum. Puigdemont asume ahora un riesgo parecido con la amnist¨ªa, un arma de doble filo para Junts.
Ese es el clima de opini¨®n de una parte del independentismo tras el discurso del?expresident la semana pasada. Existe recelo sobre lo que podr¨ªa llegar a obtener Junts de Pedro S¨¢nchez. Muchos partidarios de la ruptura creen que ser¨¢ m¨¢s de lo mismo. Es decir, una nueva mesa de di¨¢logo como la de ERC, pero ahora adornada con observadores externos, y revestida mediante la ret¨®rica de un ¡°compromiso hist¨®rico¡±, aunque de ah¨ª tampoco saldr¨¢ una votaci¨®n de independencia. Bajo tanta pompa, algunos incluso dudan sobre si la aplicaci¨®n de la citada ley de amnist¨ªa ser¨ªa como esperan por parte de los tribunales sentenciadores.
As¨ª que Puigdemont se enfrenta a un dilema: c¨®mo regresar al redil de S¨¢nchez, para no desperdiciar su capital negociador en esta legislatura, sin hundirse como el partido de Oriol Junqueras. Su votante est¨¢ a¨²n muy frustrado por el fracaso de 2017. Demostr¨® su hartazgo en las pasadas elecciones, absteni¨¦ndose de forma generalizada contra sus l¨ªderes. A cada Diada, la movilizaci¨®n civil se reduce. A fin de cuentas, un ciudadano independentista lo es para lograr un Estado propio, no para salvar sin m¨¢s los muebles frente a la respuesta judicial. El problema es que sus representantes acabar¨¢n chocando siempre con la l¨ªnea roja del refer¨¦ndum. S¨®lo pueden obtener de facto cesiones autonomistas, como el uso del catal¨¢n en las instituciones estatales, o librarse de las causas penales abiertas.
He ah¨ª la paradoja del independentismo: A quien hace da?o el reseteo del conflicto es al propio proc¨¦s y a sus partidos, no a la democracia espa?ola. No hay m¨¢s que cuantificar el efecto de los indultos: borraron el imaginario del lazo amarillo, y acabaron con la victimizaci¨®n y el secuestro emocional en que ERC y Junts ten¨ªan a sus votantes. Al demostrarse luego que la mesa de di¨¢logo era una ficci¨®n y que jam¨¢s ofrecer¨ªa nada sobre autodeterminaci¨®n, los republicanos cayeron en el descr¨¦dito. La mayor debilidad del independentismo siempre ha sido que se rompiera la confianza entre sus votantes y partidos.
La pregunta, por tanto, es qu¨¦ efecto podr¨ªa tener la amnist¨ªa para Junts. Los de Puigdemont creen que, al hacer extensiva la medida de gracia a la sociedad civil ¡ªalcaldes, activistas, etc...¡ª, no tendr¨¢ el mismo efecto de rechazo?anti¨¦lites?que tuvieron los indultos. Es naif asumir que ello solo mantendr¨¢ fidelizado sine die al votante no afectado por la medida, tras constatar este adem¨¢s la imposibilidad de lograr el ansiado refer¨¦ndum. Se les abren hasta debates internos peliagudos: ?c¨®mo asumir¨ªa la base social del independentismo equiparar a su activista frente al polic¨ªa en una eventual amnist¨ªa? Las cargas del 1-O pesan todav¨ªa demasiado en el imaginario colectivo, y m¨¢s a¨²n en las generaciones j¨®venes de votantes. Estos solo han conocido?pr¨®ces?desde que tienen uso de raz¨®n: su sensaci¨®n de agravio es vital, por tanto, y mayor que la de sus padres.
Hay algo todav¨ªa m¨¢s clamoroso, en t¨¦rminos pol¨ªticos: al intentar zanjar las heridas del 1-O de 2017, o quiz¨¢s incluso las de la consulta del 9-N de 2014, Puigdemont asume el regreso a un momento pret¨¦rito, o lo que es lo mismo, la liquidaci¨®n del proc¨¦s tal y como se ven¨ªa entendiendo. Es decir, un escenario que borrar¨ªa el sentido de agravio del propio Junts, abriendo una nueva pantalla en Catalu?a, y situando el tablero pol¨ªtico en un contexto previo a 2012, cuando empezaron las marchas por la autodeterminaci¨®n.
Ese movimiento de Puigdemont llega ¡ªno casualmente¡ª ahora, a lomos del c¨®ctel de nihilismo en el independentismo. Su mayor s¨ªntoma es que el constitucionalismo se impuso el 23-J. No es solo que el PSC pueda alcanzar la Generalitat; tambi¨¦n hay otros riesgos para Junts y ERC a largo plazo, si la pol¨ªtica catalana se mantiene en el mismo punto. Uno es el eventual salto al Parlament de la formaci¨®n liderada por la alcaldesa de Ripoll, Silvia Orriols, una especie de Vox independentista. Esta podr¨ªa recoger apoyos entre la desilusi¨®n de sus votantes, que siguen existiendo, aunque est¨¦n frustrados con sus ¨¦lites.?Otro, que la ANC presente una lista civil a los comicios auton¨®micos para capitalizar ese malestar ya latente.
Aunque el l¨ªder de Waterloo podr¨ªa vender mejor que ERC sus renuncias ante S¨¢nchez. Por ejemplo, el despliegue de la vicepresidenta Yolanda D¨ªaz es una imagen demasiado potente sobre el trato de favor. El partido del?expresident?sabe adem¨¢s que unas elecciones catalanas caer¨ªan a mitad de esta legislatura. Ser¨ªa su oportunidad para volar puentes y vender ante sus bases que es el Gobierno quien tiene congelado el ¡°compromiso hist¨®rico¡± sobre el refer¨¦ndum, y no que Junts desconozca sus propios embelecos. Lo raro es que, si hasta el propio?Puigdemont parece arrojarse al cierre del proc¨¦s tal como se entendi¨® en 2017, crea que no lo saben muchos votantes independentistas, o que en Madrid haya a¨²n altavoces empe?ados en no entender los resultados del 23-J.
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