La misi¨®n chilena
La visita de la Misi¨®n Educativa chilena tuvo lugar en 1937 y se convirti¨® en hito hist¨®rico del camino hacia la democracia
Cuando Salvador Allende muri¨® por propia mano en el fragor del golpe militar m¨¢s aborrecible del siglo XX en nuestra Am¨¦rica, faltaban menos de 90 d¨ªas para la elecci¨®n presidencial de 1973 en Venezuela.
La fracci¨®n mayor de la izquierda venezolana, derrotada toda ella hac¨ªa poco en sus intentos fidelistas de obtener el poder con las armas, acud¨ªa ahora a elecciones con un candidato de aspecto, modales y habla santurrones ¡ªJos¨¦ Vicente Rangel¡ª. Sus partidarios labraban, en un pa¨ªs caribe?o, muy diferente al de Luis Emilio Recabarren, una improbable trocha electoral para llegar a un socialismo que, proclamaban, habr¨ªa de ser democr¨¢tico.
Ahora, tras el final sangriento de la Unidad Popular chilena, los allendistas venezolanos ¡ªas¨ª cabr¨ªa llamarlos, pienso hoy, pasado ya medio siglo¡ª marchaban a la cita electoral con solo la mitad del coraz¨®n. El desenlace del proceso chileno parec¨ªa dar la raz¨®n a la izquierda leninista y radical: con votos no se iba a ninguna parte.
Los allendistas militaban casi todos en un gran desprendimiento del viejo Partido Comunista, encabezado por Teodoro Petkoff. De vocaci¨®n moderada, aquella agrupaci¨®n naci¨® de este lado del triunfo de Allende en 1970 y fue fruto natural de la crisis del movimiento comunista mundial. Se pensaba entonces que, con suerte, se convertir¨ªa en una fuerza socialdem¨®crata de avanzada. Eso nunca ocurri¨®.
El resto de la izquierda, aunque tambi¨¦n desarmada, segu¨ªa siendo leninistamente recelosa de la ¡°democracia burguesa¡± y prefiri¨® ser un vociferante compa?ero de ruta de Rangel. Juntas, las dos izquierdas no recog¨ªan m¨¢s que el 9% de la intenci¨®n de votos.
A todas, incluyendo a muchos moderados, los imbu¨ªa la vaguedad de que agruparse, as¨ª fuese tan solo para la ¡°farsa electoral burguesa¡±, era acumular fuerzas, ¡°prepararse¡±, aunque no estuviese claro para qu¨¦. Dominaba el des¨¢nimo.
En aquel tiempo de guerrillas derrotadas, la certidumbre de un enfrentamiento de clases decisivo que en un plazo indeterminado pero inexorable elevar¨ªa la lucha nuevamente hasta ¡°la hora de los hornos¡±, no abandonaba a las izquierdas. Acud¨ªan a las pinches elecciones, ¡°mientras tanto y por si acaso¡±, seg¨²n dijo famosamente un l¨ªder sindical.
Todo esto que cuento no era sino un avatar del nunca agotado debate latinoamericano sobre las formas de lucha. El golpe de Pinochet y la muerte de Allende abolieron instant¨¢neamente los argumentos de ambas formaciones.
Hubo, desde luego, manifestaciones de repudio y no falt¨® el excomandante guerrillero que ofreciese volar a Chile con su experiencia de combate. Pero esas extravagancias, igual que las consignas solidarias, fueron ahogadas en cosa de d¨ªas por el sprint final de la avasallante campa?a electoral de Carlos Andr¨¦s P¨¦rez. Menos de un mes m¨¢s tarde, estall¨® en Oriente Medio la guerra de Yom Kippur.
El boom de precios del crudo que trajo el embargo de env¨ªos a Occidente, acordado por los pa¨ªses ¨¢rabes de la Opep en represalia por el apoyo a Israel, trajo, de la noche a la ma?ana, m¨¢s de 10.000 millones de d¨®lares solamente en el primer a?o del Gobierno de P¨¦rez. Nac¨ªa as¨ª el petroestado bipartidista que acogot¨® a la izquierda venezolana hasta hacerla irrelevante.
25 a?os m¨¢s tarde, toda la izquierda venezolana se arroj¨® en brazos de Ch¨¢vez, un oficial fel¨®n y golpista como Pinochet, y se fundi¨® para siempre en el funcionariado de una dictadura militar y clept¨®crata.
Los j¨®venes de mi generaci¨®n hab¨ªan registrado desde todo el continente los hitos de una d¨¦cada que comenz¨® con la Revoluci¨®n cubana y termin¨® con el fiasco de la zafra de 1970. Entre medias, el mayo de Par¨ªs, las dos veces estremecedora Praga, la muerte del Che Guevara y la matanza de Tlatelolco. No estallaban a¨²n las guerras de Centroam¨¦rica; para so?ar solo ten¨ªamos Chile y all¨¢ fuimos, por millares. Con Galeano, Serrat y Los supermachos de Rius, gran mexicano, en la maleta.
Cumpl¨ª los 21 confinado, junto con casi un centenar de j¨®venes, en la embajada venezolana en Santiago, todav¨ªa en vigor los toques de queda. Esper¨¢bamos que la Junta Militar autorizase la llegada de un avi¨®n de la fuerza a¨¦rea venezolana que nos llevar¨ªa a casa. Uno de los nuestros hab¨ªa encanecido de la noche a la ma?ana luego de haber sido fusilado en falso dos veces durante su detenci¨®n en el Estadio Nacional. Los milicos tomaron por cubano su acento caraque?o y lo torturaron. Se hablaba de ejecuciones sumarias en Valdivia. Entonces, una largu¨ªsima noche, una chica de Maracaibo llamada Bel¨¦n Atencio, cont¨® lo que para casi todos, y me incluyo, fue la primera noticia de la misi¨®n chilena.
En 1936, Venezuela sal¨ªa trabajosamente de la oscuridad despu¨¦s de 27 a?os de la b¨¢rbara dictadura de Juan Vicente G¨®mez. El general que hered¨® el mando sorprendi¨® a todos con su disposici¨®n de conducir la transici¨®n hacia la democracia pol¨ªtica. Los j¨®venes dem¨®cratas que pronto coparon la escena alcanzaron con el general L¨®pez Contreras convenios impensables hasta entonces.
Uno de aquellos j¨®venes, el escritor Mariano Pic¨®n Salas, al regresar de un largo exilio en Santiago, alent¨® un acuerdo de asistencia t¨¦cnica en materia educativa con el gobierno socialista de Arturo Alessandri.
Pic¨®n Salas admiraba a Andr¨¦s Bello, el humanista y gram¨¢tico venezolano considerado arquitecto de las instituciones republicanas chilenas, fundador de su universidad, gran educador y legislador. Consideraba que el estudio de las ideas educativas de Andr¨¦s Bello, quien muri¨® en exilio, era el mejor ant¨ªdoto contra el venenoso y militarista culto a Bol¨ªvar. En esta comarca de tiranos, doctorcitos, malos poetas e historiadores epop¨¦yicos tenemos que construir y educar un pa¨ªs, dijo en una carta a R¨®mulo Betancourt, en 1932. En aquel tiempo, menos del 20% de la poblaci¨®n en edad escolar estaba inscrita en alguna escuela.
La visita de la Misi¨®n Educativa chilena tuvo lugar en 1937 y se convirti¨® en hito hist¨®rico del camino hacia la democracia. Los educadores chilenos permanecieron en Venezuela m¨¢s de cuatro meses, trabajando a todo vapor con los mejores reformadores sociales venezolanos ¡ªm¨¦dicos sanitaristas, maestras de escuela¡ª y al cabo dejaron marchando la creaci¨®n del Instituto Pedag¨®gico de Caracas, a imagen del santiaguino, n¨²cleo germinal de lo que en breve tiempo lleg¨® a ser el mejor sistema de educaci¨®n secundaria p¨²blica que tuvimos jam¨¢s. Al menos 10 generaciones de venezolanos se forjaron en ¨¦l, hasta que en 1999 lleg¨® un comandante de paracaidistas y mand¨® parar.
Seg¨²n recuerdo aquella noche de toque de queda en Santiago, hace 50 a?os, Bel¨¦n Atencio es una flaca elocuente que usa flequillo. Y sentencia: ¡°la misi¨®n chilena nos trajo de vuelta a Andr¨¦s Bello. Completico¡±.
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