Pobres con trabajo y estudios
La privaci¨®n, que ya no es solo sin¨®nimo de indigencia, ahonda en la brecha territorial y de g¨¦nero
Haber estudiado en la Universidad, tener trabajo y vivir en un pa¨ªs donde la econom¨ªa crece ya no suponen un ant¨ªdoto contra la precariedad. El ¨²ltimo informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusi¨®n Social refleja que entre 2013 y 2022 el crecimiento en un 16,4% del PIB per capita en Espa?a no se tradujo en una disminuci¨®n de la tasa de pobreza: el 20,4% en ambos a?os. Adem¨¢s, casi un tercio de la poblaci¨®n pobre mayor de 15 a?os cuenta con un empleo remunerado y 1,4 millones tienen estudios superiores. El precio de la vivienda y la falta de apoyo a las familias est¨¢n en el origen de muchos de esos casos.
La pobreza sigue adem¨¢s presentando una brecha de g¨¦nero ¡ªla tasa de riesgo de las mujeres es 1,3 puntos mayor que la de los hombres¡ª y otra territorial: las comunidades aut¨®nomas al norte de Madrid presentan porcentajes m¨¢s bajos que las comunidades del Sur. Es el viaje a la privaci¨®n que va desde el 14,5% de Navarra hasta el 35,8% de Andaluc¨ªa o el 41,3% de Melilla.
Los datos son elocuentes respecto a la dimensi¨®n estructural del fen¨®meno, pese a que, no obstante, en 2022 hab¨ªa 800.000 personas menos en riesgo de pobreza y exclusi¨®n social que el a?o precedente. La cifra muestra tanto una recuperaci¨®n de las condiciones de vida anteriores a la pandemia como la eficacia de las medidas desarrolladas para hacerle frente. Pero no oculta que Espa?a sigue padeciendo unas tasas inusuales para una econom¨ªa de su tama?o. Tal vez tenga algo que ver el hecho de que los efectos redistributivos de nuestro sistema fiscal son preocupantemente limitados. Solo Rumania, Bulgaria y Grecia conviven con cifras superiores de poblaci¨®n en riesgo de pobreza dentro de la UE.
Los factores estructurales que abonan el aumento de la desigualdad social y territorial, y que se ceban especialmente en colectivos como los j¨®venes, dif¨ªcilmente se pueden remediar solo con ayudas coyunturales, por notable que haya sido su papel ante la sucesi¨®n de crisis sufridas en los ¨²ltimos 15 a?os. M¨¢s a¨²n si no han conseguido llegar a todos los que podr¨ªan beneficiarse de ellas, como ocurre con el ingreso m¨ªnimo vital o el bono social el¨¦ctrico.
La inflaci¨®n creciente de los ¨²ltimos meses y la subida de tipos han supuesto otra vuelta de tuerca para miles de personas que ya pasaban por dificultades econ¨®micas. El porcentaje de los hogares que no pueden hacer frente a sus gastos esenciales ha crecido, de forma que 1,6 millones de familias, 300.000 m¨¢s que hace un a?o, tienen serios problemas para llegar a fin de mes, seg¨²n el Banco de Espa?a. Urge actuar sobre los servicios b¨¢sicos y, en concreto, sobre la vivienda, convertida en uno de los mayores generadores de escasez y desigualdad. El hecho de que el precio medio de un piso de alquiler en una ciudad como Barcelona suponga ya el 41,1% del sueldo medio ilustra la gravedad del fen¨®meno. Un total de 4,2 millones de ciudadanos sobreviven en nuestro pa¨ªs con ingresos inferiores a 560 euros al mes.
La idea de que el progreso es una l¨ªnea ascendente parece haberse roto. La igualdad entre hombres y mujeres, la cohesi¨®n territorial y el ascensor social que antes garantizaban los estudios medios y superiores est¨¢n en cuesti¨®n a la luz de los ¨²ltimos datos sobre pobreza y exclusi¨®n. Son fen¨®menos estructurales. Las medidas llamadas a mitigarlos tambi¨¦n deber¨ªan serlo.
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