El aviso de Bildu sin la ¡®generaci¨®n Otegi¡¯
La izquierda ¡®abertzale¡¯ ten¨ªa que elegir entre futuro o pasado y ha dado un paso decisivo para alcanzar el Gobierno de Euskadi, lo que plantea un desaf¨ªo a S¨¢nchez y a la derecha
Bildu podr¨ªa ganar las elecciones vascas de 2024 y, al d¨ªa siguiente, habr¨ªa voces afirmando que la sociedad vasca es filoetarra. Algunos no han entendido a¨²n la evoluci¨®n de las actuales Catalu?a o Euskadi. La realidad es que la renuncia de Arnaldo Otegi como candidato a lehendakari?demuestra que Bildu est¨¢ dispuesta a soltar s¨ªmbolos del pasado en aras de su normalizaci¨®n pol¨ªtica. Y ello no solo tendr¨¢ implicaciones auton¨®micas a corto plazo; tambi¨¦n lanza un aviso a Pedro S¨¢nchez y a la derecha en Espa?a.
La coalici¨®n abertzale viv¨ªa hasta la fecha entre dos aguas, fruto de la brecha generacional que atraviesa ese espacio. De un lado, estaban los viejos cuadros como Otegi, que apelaban a asuntos como el acercamiento de los presos de ETA, algo que evocaba los a?os de plomo. Del otro, est¨¢ esa Bildu a la que votan las nuevas generaciones vascas: su referente es Oskar Matute hablando de frenar a la ultraderecha o apoyando en el Congreso medidas relativas al salario m¨ªnimo o a los alquileres. No es que toda la juventud vasca actual desconozca el horror del terrorismo etarra, sino que, por edad, no pueden darle las mismas implicaciones que sus padres. Para ellos, la izquierda abertzale es su opci¨®n nacionalista, con un Podemos hundido y un PSE que act¨²a como la muleta del PNV, la derecha nacionalista vasca.
As¨ª que Bildu ten¨ªa que elegir si futuro u Otegi y ha elegido dar un paso decisivo para llegar alguna vez a ser el partido de gobierno en Euskadi. A la pujanza de la coalici¨®n abertzale en las elecciones municipales ¡ªsuper¨® al PNV en concejales¡ª, se sumaba el haberse quedado el 23-J a 1.100 votos de los peneuvistas en el Congreso. Bildu se ha convertido en una eficaz m¨¢quina electoral, capaz de mimetizarse con el cambio sociol¨®gico tras el fin de ETA. Cabe preguntarse, pues, cu¨¢ndo desembarcar¨¢ en la Lehendakaritza.
A corto plazo, hay teor¨ªas sobre que la renuncia de Otegi facilitar¨ªa un acuerdo con el PSE si lograran sumar tras los comicios del a?o que viene. De lo contrario, el riesgo para los socialistas vascos ser¨ªa el desgaste por sus alianzas con el PNV, dado que hay corrientes j¨®venes de Bildu que son en la actualidad incluso m¨¢s comunistas que nacionalistas en sus postulados. Es decir, remesas de votantes que empujan hacia la izquierda en lo econ¨®mico, por encima de lo identitario.
Sin embargo, la estrategia de Bildu se perfila de m¨¢s largo alcance. La coalici¨®n es consciente de que el PSE est¨¢ cautivo del PNV en esta legislatura, debido a sus acuerdos en varios municipios o en las diputaciones forales, lo que hace m¨¢s probable que acaben reeditando el Gobierno auton¨®mico. Por eso, la estrategia abertzale podr¨ªa ir m¨¢s all¨¢, buscando rentabilizar esa decadencia asistida de los peneuvistas. No ser¨ªa raro ver a Alberto N¨²?ez Feij¨®o apoyando externamente un acuerdo entre el PSE y el PNV para impedir el ascenso de los abertzales, como ya hizo el PP tras los comicios municipales y forales del 28-M. Frente al triunvirato de peneuvistas, socialistas y populares, partidos bunquerizados?en torno al viejo sistema, Bildu podr¨ªa aparecer a cuatro a?os vista como opci¨®n renovadora, a la contra, que movilizara m¨¢s activos ante la voluntad de un cambio.
El caso es que Bildu no tiene prisa para alcanzar el poder: su ¨²nico af¨¢n en esta fase es institucionalizarse. Prueba es que aupara a Mar¨ªa Chivite como presidenta de Navarra, aun siendo excluida de las negociaciones de gobierno y despu¨¦s de que el PSN hubiera negado semanas antes a los abertzales la alcald¨ªa de Pamplona. Eran los tiempos del ¡°que te vote Txapote¡±: el PSOE no pod¨ªa aparecer de la mano de quien ven¨ªa de incluir a candidatos con delitos de sangre en sus listas, pese a que luego rectificaran ante la indignaci¨®n desatada.
La figura de Otegi ha cumplido una funci¨®n en estos a?os, pese al lastre que supone para Bildu en t¨¦rminos de imagen: cerrar filas en el espacio de la izquierda abertzale ante el miedo a que algunas facciones radicalizadas se escindieran y se presentaran a las elecciones por su cuenta. De ah¨ª los equilibrios de su coordinador general: unos d¨ªas, atacando al ¡°Estado espa?ol¡±; otros, apoyando al Gobierno en varias votaciones parlamentarias.
Con todo, la jugada de Bildu lanza varios mensajes a la pol¨ªtica espa?ola. De un lado, su completa normalizaci¨®n seguir¨¢ allanando la relaci¨®n con Pedro S¨¢nchez, pero obligar¨¢ al PSOE a darle a la izquierda abertzale algo m¨¢s que reconocimiento a cambio de sus votos, tanto en Navarra como en el Congreso o en Euskadi. No es casual que el grupo vasco apoyara la reciente investidura del l¨ªder socialista solo a cambio de una foto con Mertxe Aizpurua, fruto de su todav¨ªa necesidad de legitimaci¨®n pol¨ªtica. Del otro lado, una formaci¨®n que deje atr¨¢s a la generaci¨®n Otegi plantear¨¢ a la derecha el desaf¨ªo de dejarle de considerar un partido paria. Aunque el af¨¢n de Bildu de mirar hacia las generaciones futuras, asumido que hoy le pesa m¨¢s mantener en primera fila a sus viejos cuadros que apartarlos, solo puede entenderse ya como otra victoria de la democracia en Espa?a.
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