La realidad de la agricultura detr¨¢s de los tractores
El futuro de los colectivos agrarios mayoritarios en Espa?a pasa por promover un desarrollo rural sostenible
La agricultura espa?ola ha formado parte de los sectores econ¨®micos esenciales durante la pandemia de la covid-19 y ha sido alabada justamente por contribuir a que no se interrumpiera el suministro alimentario. Pero las actuales protestas muestran, con diferencias abultadas por colectivos agrarios y ramas productivas, que su situaci¨®n es realmente problem¨¢tica.
En las pasadas d¨¦cadas, el sector ha llevado a cabo una gran reconversi¨®n, una silenciosa reforma agraria de mercado a partir de nuestra adhesi¨®n a la UE, pero los frutos apenas se traducen en aumentos de rentas. Los cambios se han caracterizado por un reparto muy desigual de ingresos a lo largo de la cadena alimentaria, con costes crecientes y precios bajos, muy alejados de los que pagamos los consumidores, evidenciando que los agricultores est¨¢n inermes ante sus mercados.
En este escenario, las millonarias ayudas de la Pol¨ªtica Agr¨ªcola Com¨²n (PAC) no est¨¢n impidiendo las crisis de rentas de una mayor¨ªa de agricultores, ni el atraso socioecon¨®mico relativo de muchas zonas rurales. Muy al contrario, perviven con gran dificultad los colectivos mayoritarios de agricultores y ganaderos familiares y de jornaleros, ambos en fuerte retroceso, al tiempo que los ingresos se concentran en pocas empresas de producci¨®n, transformaci¨®n y distribuci¨®n alimentaria.
La nueva PAC y sus efectos
Desde que la PAC suprimi¨® los precios m¨ªnimos garantizados como medida b¨¢sica de apoyo, las rentas de los agricultores han venido sufriendo crisis recurrentes. En resumen, las nuevas pol¨ªticas adoptadas paulatinamente a partir de la reforma de 1992 les indicaron tres opciones de futuro: aumentar la eficiencia productiva (elevando la productividad), reducir el nivel de dedicaci¨®n (con m¨¢s agricultura a tiempo parcial) o abandonar explotaciones.
La importancia relativa de estas tres opciones ha variado en los pa¨ªses europeos seg¨²n la estructura de sus agriculturas. En nuestro pa¨ªs, con una estructura productiva muy dual (el 45,6% de explotaciones agr¨ªcolas peque?as o medianas y el 55,4% grandes o muy grandes; el 21,9% y el 78,1% de explotaciones ganaderas, an¨¢logamente), la presencia de las dos ¨²ltimas opciones ha sido singularmente elevada.
Padecemos, pues, una estructura productiva agraria muy fr¨¢gil que, ante unos precios percibidos bajos y precios pagados elevados que les vienen dados a los agricultores (son meros precioaceptantes), condiciona la viabilidad econ¨®mica de sus explotaciones. Esta caracter¨ªstica explica, en gran parte, la dimensi¨®n de la crisis actual de rentas y la extensi¨®n que alcanzan las protestas.
Una segunda caracter¨ªstica estriba en que, dado que las ayudas de la PAC se concentran en los titulares de derechos de cobro con m¨¢s tierra o ganado, en Espa?a pocos perciben una elevada aportaci¨®n a sus rentas, mientras a muchos otros apenas les facilita su continuidad o bien les resulta irrelevante. Tambi¨¦n es preciso recordar que sectores enteros carecen de ayudas a las rentas, como los frutales y la horticultura o el porcino y la avicultura.
Y otra caracter¨ªstica decisiva es la extrema debilidad de nuestro tejido asociativo agrario. Durante las ¨²ltimas d¨¦cadas ha tenido lugar un fuerte retroceso del cooperativismo, al tiempo que aumenta el peso de la agricultura y ganader¨ªa societarias (alcanzan el 23,1% y el 41,5%, respectivamente). De este modo, el poder negociador del agricultor y del ganadero es casi nulo frente a la agroindustria y la distribuci¨®n alimentaria; de igual modo es inexistente frente al sector abastecedor de los bienes y servicios productivos agrarios.
Colectivos agrarios muy diversos
As¨ª pues, esta gran reconversi¨®n ha tenido consecuencias muy dispares en las rentas de los diversos colectivos agrarios, lo que se constata si observamos los tipos de explotaciones por su dimensi¨®n econ¨®mica. En concreto, destacan las explotaciones denominadas comerciales (apenas el 10% en n¨²mero, pero con casi el 50% de la superficie de cultivo y dos tercios de la producci¨®n agr¨ªcola total, y el 39% en n¨²mero, pero con el 90% de la caba?a y de la producci¨®n ganadera total), que han protagonizado la transformaci¨®n en explotaciones m¨¢s grandes y modernizadas.
A su vez, contamos con un n¨²mero enorme de explotaciones territoriales y marginales (el 29% y el 61%, respectivamente en la agricultura, y el 43% y 18% en la ganader¨ªa). La principal significaci¨®n de las territoriales estriba en el volumen de empleo que sostienen pese a su dif¨ªcil pervivencia, pudiendo suponer un apreciable complemento de ingresos para sus titulares y con ello facilitar el mantenimiento de la poblaci¨®n rural. Mientras tanto, las marginales tienden a desaparecer con mayor o menor intensidad seg¨²n los sectores productivos.
Pero hay otro colectivo cuya presencia es dominante en amplias zonas rurales: los asalariados eventuales o fijos (m¨¢s del 62% de la poblaci¨®n agraria ocupada, seg¨²n el INE). Este extenso colectivo carece de ayudas de la PAC, mantiene tasas muy elevadas de paro estacional (sus 20 jornales anuales m¨ªnimos exigidos para cobrar un subsidio de paro son bien elocuentes) y coexiste con decenas de miles de trabajadores inmigrantes a menudo con los salarios m¨¢s bajos y sin derechos laborales.
En consecuencia, la crisis actual de rentas impacta en todos nuestros colectivos, aunque de forma muy desigual. Los titulares de explotaciones comerciales que lograron mejorar su eficiencia productiva conservan la mayor parte de las rentas agrarias totales y de las ayudas de la PAC, pero no consiguen retener sus ingresos, aun generando un volumen muy decreciente de empleo. Sin embargo, las explotaciones territoriales de car¨¢cter familiar (en su mayor¨ªa a tiempo parcial) tienen comprometida su continuidad por la ca¨ªda de rentas, vi¨¦ndose empujadas a convertirse en marginales y al abandono.
?Y los asalariados? Sufren la presi¨®n a la contenci¨®n de sus reducidos salarios, la precariedad del empleo y la escasez de ingresos. Sin duda, son los grandes perdedores del nuevo modelo productivo, tendente a reducir la mano de obra necesaria en todo tipo de tareas y aumentar la productividad del trabajo (las jornadas totales realizadas se han reducido al 48,3%, esto es, a menos de la mitad en los ¨²ltimos 40 a?os, un tercio en la agricultura y dos tercios en la ganader¨ªa, seg¨²n los ¨²ltimos datos censales).
Situaci¨®n y medidas de respuesta
La situaci¨®n actual muestra a unos agricultores comerciales que han apostado por invertir y mejorar sus explotaciones, pero no pueden impedir la fuertemente desigual distribuci¨®n de ingresos a lo largo de la cadena alimentaria. Intentan aumentar a toda costa sus producciones, pero el poder de mercado reside en oligopolios o cuasi monopolios reales o virtuales, verdaderos fijadores de precios que dominan todos los eslabones de esta cadena.
Ante el escaso resultado de medidas como nuestra ley de la cadena alimentaria de 2021, cabe plantear si la PAC debiera regular una m¨¢s justa distribuci¨®n de ingresos, un problema com¨²n a todos los pa¨ªses. Pero cabe cuestionar medidas como la reducci¨®n del uso de fertilizantes, pesticidas y antibi¨®ticos, dada la fuerte degradaci¨®n ambiental causada por una agricultura y ganader¨ªa intensivas cada d¨ªa m¨¢s en manos de fondos de capital y cuando acechan nuevas pandemias.
En cuanto a los agricultores territoriales, si bien se encuentran igualmente afectados por los problemas citados, su importancia territorial y social exigir¨ªa medidas espec¨ªficas. Ante todo, deber¨ªan verse beneficiados por un cambio en el sistema de reparto de las ayudas de la PAC, una de sus principales asignaturas pendientes. Necesitan diversificar sus fuentes de ingresos con otros tipos de actividades que dependen del nivel de desarrollo de sus zonas rurales.
Igualmente, la situaci¨®n alcanzada nos muestra a miles de jornaleros mal pagados, muchos inmersos en la econom¨ªa sumergida, con condiciones de vida y trabajo objeto de denuncias por la ONU. La pregunta es si sectores agr¨ªcolas enteros, como por ejemplo el hortofrut¨ªcola, necesitan sustentarse en la sobreexplotaci¨®n permanente de estos temporeros, en buena medida inmigrantes.
En definitiva, la crisis agraria golpea a los colectivos y tambi¨¦n a las ¨¢reas rurales en funci¨®n de la composici¨®n de su actividad econ¨®mica, pero hoy d¨ªa el medio rural ya no es solo sin¨®nimo de campo (agricultura, ganader¨ªa y montes). En Espa?a, para los colectivos agrarios mayoritarios, en particular los titulares de explotaciones territoriales y los asalariados, el futuro pasa, sobre todo, por promover un desarrollo rural sostenible, pero esa es otra asignatura pendiente que requiere una inaplazable pol¨ªtica rural de Estado.
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