Una humanidad cuyas palabras no defrauden al ser humano
Ponerse del lado de Ucrania significa creer realmente que la especie humana tiene futuro. No solo como especie, sino como especie caracterizada por la humanidad
I. La Historia se ha convertido de nuevo en un horror. Siempre ha sido as¨ª, salvo en las ocho d¨¦cadas de paz que vivi¨® lo que ahora es la Uni¨®n Europea despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. Pero incluso esa paz era relativa, ya que no deber¨ªamos olvidar las atrocidades de la guerra de Yugoslavia. Siempre que tengamos la tentaci¨®n de albergar una opini¨®n demasiado elevada de la especie humana deber¨ªamos atemperarla pensando que, a lo largo de toda nuestra historia, este periodo de ocho d¨¦cadas es la ¨¦poca m¨¢s larga de paz relativa que hemos logrado crear. Sin embargo, las obras de arte rupestre m¨¢s antiguas dedicadas a la guerra se sit¨²an en torno a unos 10.000 a?os a. C.
12.000 a?os de guerras. 80 de paz. Por cada a?o de paz, 150 de guerra. Este sencillo recuento deber¨ªa haber bastado para creer incondicionalmente en el ¡°liberalismo del miedo¡± del que habla Judith Shklar, quien intent¨® ense?arnos a temer el derrumbe de las instituciones liberales y su sustituci¨®n por otras basadas en el horror. Shklar ten¨ªa raz¨®n: tendr¨ªamos que haber temido m¨¢s a nuestra naturaleza destructiva. Sloterdijk tambi¨¦n la ten¨ªa al se?alar, en Ira y tiempo: ensayo psicopol¨ªtico, que, en contra de lo que en la actualidad suele pensarse, la guerra ha sido el estado natural de nuestra especie, en tanto que la paz era la excepci¨®n. Tal como se?al¨® con amargura Amos Oz en diciembre de 2016, ya no nos aterroriza el legado de Hitler y Stalin, de ah¨ª el impulso de poner de nuevo a prueba sus totalitarias y antidemocr¨¢ticas ideolog¨ªas.
La b¨¢rbara guerra lanzada por Rusia contra Ucrania es exactamente eso: un intento de refutar todo lo que las democracias liberales lograron construir despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial, y de retomar un orden antidemocr¨¢tico en el que los Estados no los gobiernen los civiles que elegimos para protegernos de la guerra, sino militaristas que destruyen cualquier instituci¨®n y a cualquier ser humano que se oponga a la ideolog¨ªa belicista. Desde un punto de vista freudiano, la b¨¢rbara guerra rusa constituye el retorno de nuestro reprimido ego militarista y antidemocr¨¢tico: el responsable de 12.000 a?os de guerra ininterrumpida. Mientras que Vlad¨ªmir Putin es la encarnaci¨®n viviente de ese ego militarista, que Hitler y Stalin encarnaron en su ¨¦poca, Ucrania representa una metonimia de nuestro otro ego: el que, sirvi¨¦ndose de las fr¨¢giles instituciones de la democracia liberal, ha logrado crear el m¨¢s consistente y continuo periodo de paz y prosperidad conocido en la historia de la humanidad.
En tiempos b¨¢rbaros, quiz¨¢ la ¨²nica ventaja que tengamos es que los relatos se simplifican: sabemos exactamente d¨®nde est¨¢ la barbarie, igual que sabemos exactamente d¨®nde se sit¨²a la humanidad. En la m¨¢s reciente versi¨®n de este relato, ponerse del lado de Rusia significa estar junto a nuestro ego militarista, lo cual representa verdaderamente el pasado pol¨ªtico dominante de nuestra especie; estar con Ucrania es confiar en que nuestro ego pacifista, favorable a la democracia y el ser humano, siga representando el futuro de nuestra especie.
Ponerse del lado de Ucrania significa creer realmente que la especie humana tiene futuro. No solo como especie, sino como especie caracterizada por la humanidad.
II. ¡°El horror, el horror¡±. Pienso en las palabras de Joseph Conrad en El coraz¨®n de las tinieblas cada vez que leo las noticias, es decir, todos los d¨ªas. Y en aquellos en los que comenc¨¦ a leer sobre los horrores de Bucha, record¨¦ la espantosa historia de Mikl¨®s Radn¨®ti. Como era de origen jud¨ªo, el gran poeta h¨²ngaro fue asesinado en noviembre de 1944 y arrojado a una fosa com¨²n. All¨ª lo encontr¨® en junio de 1946 su esposa Fanni Gyarmati, y al exhumarlo hall¨® en uno de sus bolsillos una libreta con poemas: la mitad eran cartas de amor para ella, la otra mitad describ¨ªa la vida cotidiana en ese infierno. El amor de Fanni ha conseguido que la literatura regrese de la tumba; ha logrado realmente que sea m¨¢s fuerte que la muerte.
La literatura de Radn¨®ti demostr¨® que la barbarie nunca tendr¨¢ la ¨²ltima palabra. Si hay amor suficiente, nuestras palabras siempre regresar¨¢n de la tumba para dar fe de que nuestro ego prohumano es m¨¢s fuerte que el antihumano. Y, por tanto, para dar significado a todos los intentos que hace el arte por dar fe de la existencia de ese ego. De que no solo somos la especie que crea fosas comunes, tambi¨¦n la que crea belleza y amabilidad.
Tambi¨¦n pens¨¦ en la historia de Radn¨®ti cuando me enter¨¦ del asesinato del escritor ucranio Volod¨ªmir Vakulenko a manos de tropas rusas entre marzo y mayo de 2022, en una aldea cercana a Izium. Vakulenko le dijo a su padre que llevaba un diario de esos d¨ªas infernales, y que lo enterrar¨ªa en el jard¨ªn si ve¨ªa su vida en peligro. Despu¨¦s de su asesinato y de que la aldea fuera de nuevo tomada por las fuerzas ucranias, el padre del poeta y la escritora Victoria Amelina, ganadora del Premio Joseph Conrad y finalista del Premio de Literatura de la Uni¨®n Europea, cavaron en el jard¨ªn, encontraron el diario y lo publicaron. Es exactamente la misma historia: una literatura que sale de la tumba, sin permitir que la barbarie tenga la ¨²ltima palabra. La belleza da fe de que, si hay amor suficiente, nuestra especie a¨²n tendr¨¢ una oportunidad.
Un a?o despu¨¦s, en julio de 2023, Victoria Amelina result¨® muerta por la explosi¨®n de una bomba rusa mientras estaba en una pizzer¨ªa de Kramatorsk junto a otros escritores y periodistas. Ten¨ªa 37 a?os. Una vez m¨¢s, su extraordinaria obra demuestra que la barbarie nunca tendr¨¢ la ¨²ltima palabra.
En enero de 2024 tambi¨¦n result¨® muerto el poeta ucranio Maksim Krivtsov, dos d¨ªas despu¨¦s de colgar en Facebook su ¨²ltimo poema, en el que escrib¨ªa precisamente sobre su propia muerte. Ten¨ªa 34 a?os. Sus extraordinarios poemas demuestran igualmente que nuestra humanidad tiene futuro.
III. En los primeros meses de 1940, menos de medio a?o despu¨¦s del inicio de la Segunda Guerra Mundial, cuando se asist¨ªa a otro enfrentamiento fundamental entre humanidad y barbarie, Walter Benjamin escribi¨®: ¡°No hay ning¨²n documento de cultura que no lo sea, al tiempo, de barbarie¡± (Sobre el concepto de historia). Para m¨ª, una de las conclusiones fundamentales que se derivan de la m¨¢xima de Benjamin ata?e a nuestra funci¨®n como artistas: quiz¨¢ nuestra labor esencial sea no permitir que los documentos de barbarie nos definan, y convertirlos en documentos de cultura, de civilizaci¨®n. Dar fe de nuestra humanidad. Demostrar que, aun en el caso de que nos maten a nosotros y a los dem¨¢s seres humanos, no se podr¨¢ destruir nuestra humanidad.
Es una labor dif¨ªcil. Y, por demasiadas razones, tambi¨¦n peligrosa. Pero hay ejemplos luminosos que indican c¨®mo puede realizarse. Pienso, por ejemplo, en Benjamin Britten, que utiliz¨® ocho de los extraordinarios poemas de Wilfred Owen sobre la guerra en su no menos extraordinario War Requiem (1962). Owen muri¨® en combate a finales de la Primera Guerra Mundial, exactamente una semana antes del armisticio. Ten¨ªa 25 a?os, y, seg¨²n Harold Bloom, fue uno de los m¨¢s grandes poetas del siglo XX en lengua inglesa. Casi medio siglo despu¨¦s, Benjamin Britten utiliz¨® el arte de Owen para sustentar el suyo, mientras compon¨ªa su R¨¦quiem para las v¨ªctimas de las dos guerras mundiales. La muerte de Owen, as¨ª como la de otras decenas de millones de personas, fueron documentos de barbarie; sus poemas, as¨ª como la m¨²sica de Britten, son documentos de civilizaci¨®n, que demuestran que la barbarie nunca tendr¨¢ la ¨²ltima palabra. Que son Owen y Britten, no Hitler, Stalin o Putin, quienes definen nuestra humanidad. Aunque estos tres ¨²ltimos puedan desatar guerras y asesinatos masivos que acaben con la vida de decenas de millones de seres humanos, no podr¨¢n destruir la humanidad que sabemos que puede y debe existir. Nuestro arte demuestra que lo que define la humanidad son las v¨ªctimas, no sus verdugos.
Otro ejemplo luminoso es el de Paul Celan. Este gran poeta, cuya existencia recorri¨® Ucrania, Rumania, Francia y Alemania, utiliz¨® sus palabras para transformar un documento de barbarie (es decir, el asesinato de sus padres en el Holocausto rumano) en un documento de civilizaci¨®n. Seg¨²n le dijo en una carta de noviembre de 1947 al cr¨ªtico suizo Max Rychner, hab¨ªa decidido escribir en alem¨¢n (despu¨¦s de escribir unos 18 poemas en rumano) porque, aunque este fuera el idioma de los asesinos de su madre, tambi¨¦n era el que ¨¦l hablaba con ella. De manera que utiliz¨® sus palabras para recrear un espacio verbal en el que la comuni¨®n con su madre a¨²n fuera posible; en su sentido m¨¢s literal, se trataba de poes¨ªa escrita contra la muerte. Y para dar testimonio de quienes hab¨ªan sido asesinados por la exterminadora ideolog¨ªa nazi. Con motivo del discurso de aceptaci¨®n del premio Bremen, Celan escribi¨® directamente que, despu¨¦s de ¡°discurrir por las miles de oscuridades de los discursos homicidas¡±, la lengua sobreviv¨ªa al asesinato de los seres humanos, y se enriquec¨ªa (angereichert) con su humanidad. Seg¨²n Celan, la poes¨ªa da fe de la existencia de esos seres humanos asesinados; demuestra que, aunque murieran violentamente, nunca se les podr¨¢ destruir. En una ocasi¨®n un cr¨ªtico se?al¨® que todos los poemas de Celan tienen una relaci¨®n intertextual inmediata con el Holocausto. Estoy de acuerdo, y a?adir¨ªa que, siendo as¨ª, se niegan a otorgarle la ¨²ltima palabra al Holocausto. Sus poemas son lo que las v¨ªctimas declaran despu¨¦s de que ¡°las miles de oscuridades de los discursos homicidas¡± hayan dejado hace tiempo de hacer efecto.
Aqu¨ª tambi¨¦n puedo mencionar la extraordinaria antolog¨ªa de Carolyn Forch¨¦ de 1993, Against Forgetting. Twentieth-century Poetry of Witness (Contra el olvido: poes¨ªa testimonial del siglo XX). Con la maravillosa capacidad de percepci¨®n y exigencia de la gran poeta que es, Forch¨¦ reuni¨® a unos 150 poetas del siglo XX que escribieron en tiempos de guerra, genocidio, totalitarismo, campos de exterminio, etc. Algunos han sobrevivido, otros no; sus poemas siempre dan fe de la pervivencia de la humanidad, aunque sea en las condiciones m¨¢s inhumanas. ¡°La poes¨ªa como testimonio¡±, as¨ª la califican tanto Celan como Forch¨¦; sobre todo testimonio de que nuestra humanidad es real, no una simple utop¨ªa.
Tambi¨¦n podr¨ªa mencionar otra extraordinaria antolog¨ªa, Language for a New Century: Contemporary Poetry from the Middle East, Asia, and Beyond (Palabras para un nuevo siglo: poes¨ªa contempor¨¢nea de Oriente Pr¨®ximo, Asia y otros lugares). Este libro, editado en 2008 por Tina Chang, Nathalie Handal y Ravi Shankar, con una introducci¨®n de la propia Forch¨¦, comprende poemas de unos 400 autores, que en algunos casos enviaron sus obras desde c¨¢rceles o zonas de guerra. La barbarie no puede destruirnos: eso es lo que dicen todas esas obras, cada una desde su lengua y su tradici¨®n. La existencia de la humanidad es patente, y su arte tiene en verdad la capacidad de transformar todos los documentos de barbarie en documentos de civilizaciones.
Este es el mundo que debemos construir con nuestras palabras: un mundo en el que no se utilicen para aludir a ideolog¨ªas exterminadoras. Un mundo en el que, muy por el contrario, las palabras sean un testimonio frente a la barbarie. Un testimonio que afirma que a la gente se la puede asesinar, pero no destruir. Un testimonio al servicio de los dem¨¢s seres humanos, no de las ideolog¨ªas.
Porque ahora sabemos que, cuando las palabras defraudan, defrauda la historia. Y se convierte de nuevo en el horror.
Debemos construir una Europa y un mundo en el que las palabras no defrauden al ser humano. Otra vez no. De lo contrario, todo lo que la literatura o las artes han llegado a representar ser¨¢ simplemente una mentira.
La ¨²nica humanidad que no es una civilizaci¨®n muerta es aquella cuyas palabras no defraudan al ser humano.
IV. En el mismo ensayo hist¨®rico escrito menos de medio a?o despu¨¦s del inicio de la Segunda Guerra Mundial, Walter Benjamin se?ala que el asombro que produce el hecho de que la barbarie a¨²n sea posible en el siglo XX rema a favor del fascismo. Seg¨²n escribe Benjamin, el objetivo es saber que la barbarie es siempre posible, por lo que debemos ¡°promover un aut¨¦ntico estado de emergencia¡± (las cursivas son del propio autor). Siempre debemos actuar (no s¨®lo los artistas; tambi¨¦n los seres humanos) como si la humanidad se encontrara verdaderamente en un estado de emergencia. Y hacer todo lo que est¨¦ a nuestro alcance, independientemente de lo limitado que este sea, para conservar la humanidad que nos queda.
Esta defensa por parte de Benjamin de un estado de emergencia permanente que favorezca al ser humano me asalt¨® cuando le¨ª la defensa que hizo Amos Oz de la Orden de la cucharilla, cuya primera manifestaci¨®n fue una propuesta incluida en 2004 en Contra el fanatismo. La orden se constituy¨® dos a?os despu¨¦s, el 17 de agosto de 2006, en Estocolmo. Cuando se lee este texto, se tiene la sensaci¨®n de que contesta directamente a la idea de un estado de emergencia permanente planteada por Benjamin. Casi 70 a?os despu¨¦s de que Benjamin redactara su petici¨®n, Amos Oz le daba curso con la creaci¨®n de la Orden de la cucharilla. Estoy seguro de que Camus ten¨ªa raz¨®n al decir que la verdad es todo lo que se contin¨²a; mucha es la continuidad que se observa entre Benjamin y Oz. Aqu¨ª figura el documento de constituci¨®n de la Orden de la cucharilla:
¡°Creo que si una persona asiste a una gran calamidad, por ejemplo, una conflagraci¨®n, un incendio, siempre se puede elegir entre tres opciones b¨¢sicas:
1. Salir corriendo, lo m¨¢s lejos y lo m¨¢s r¨¢pido posible, y dejar que quien no pueda correr se queme.
2. Escribir una carta muy airada al director de tu peri¨®dico exigiendo que los responsables de la calamidad sean deshonrosamente destituidos. O, en realidad, tambi¨¦n se puede convocar una manifestaci¨®n.
3. Traer un cubo de agua y arrojarla al fuego, y si no hay cubo, traer un vaso, y, si no, una cucharilla, todo el mundo tiene alguna. S¨ª, ya s¨¦ que una cucharilla es peque?a y que el fuego es enorme, pero somos millones de personas y todas tenemos una cucharilla. As¨ª que me gustar¨ªa constituir la Orden de la cucharilla. Quienes compartan mi actitud, no la de salir corriendo, ni la de escribir una carta, sino la de utilizar una cucharilla, me gustar¨ªa que fueran por ah¨ª con una en la solapa de la chaqueta, para que supi¨¦ramos que pertenecemos al mismo movimiento, la misma hermandad, la misma orden, la orden de la cucharilla¡±.
He conocido a gente que, con peque?as cucharillas en la solapa, nos muestra que pertenece a una comunidad humana que ninguna cat¨¢strofe hist¨®rica puede destrozar. Los valores humanos presentan una continuidad (y, por tanto, una verdad) que ninguna barbarie puede destruir. Y no hay ning¨²n b¨¢rbaro incendio que nuestras diminutas cucharillas humanistas no puedan sofocar. El arte constituye una buena colecci¨®n de cucharillas usadas como esas; ya son viejas, pero han cumplido bien su funci¨®n, y seguir¨¢n cumpli¨¦ndola.
Ahora, en 2024, la idea de Amos Oz cumple exactamente 20 a?os, y en agosto la propia Orden llegar¨¢ a los 18. Si resulta que usted no forma parte de ella, quiz¨¢ sea una buena idea unirse ahora que est¨¢ entrando en la edad adulta.
V. Antes de poner fin a este manifiesto en defensa de una humanidad cuyas palabras no defrauden al ser humano, perm¨ªtanme decirles algunas sobre la furia desatada actualmente contra la cultura rusa, que se parece a la que azot¨® la alemana despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial.
El expediente ¡°cultura rusa frente a barbarie rusa¡± reproduce el denominado ¡°cultura alemana frente a barbarie alemana¡±, que en la d¨¦cada de 1950 domin¨® en Europa los debates sobre la funci¨®n del arte. Hoy como ayer se plantea lo mismo: si la cultura no impide la barbarie, ?de qu¨¦ sirve? Si la m¨²sica, la filosof¨ªa y la literatura alemanas, todas ellas superlativas, no pudieron conseguir que el pueblo alem¨¢n fuera lo suficientemente humano como para impedir el nazismo, ?de qu¨¦ serv¨ªa cada una de esas manifestaciones? ?De qu¨¦ sirve una cultura que no nos hace m¨¢s humanos? La rebeli¨®n que conten¨ªa esta pregunta es lo que en 1951 condujo a Adorno a una amarga conclusi¨®n: escribir poes¨ªa sobre Auschwitz constituye un acto de barbarie. Y esa misma rebeli¨®n indujo a George Steiner a afirmar, en un art¨ªculo publicado ya en 1960, titulado El milagro vac¨ªo: notas sobre la lengua alemana, que ¡°la lengua alemana no era inocente de los horrores del nazismo¡±, y que Hitler encontr¨® en ella la ¡°histeria latente¡± que necesitaba para perge?ar su ideolog¨ªa exterminadora.
En la actualidad se observa una furia similar contra la cultura rusa. Del mismo modo que Adorno negaba el derecho moral a escribir poes¨ªa despu¨¦s de Auschwitz, para cualquier ucranio el derecho moral a la literatura rusa desaparece despu¨¦s de las masacres cometidas en Bucha y Mariupol. Del mismo modo que para Steiner la lengua alemana era c¨®mplice de Hitler, ante los ojos de cualquier ucranio la literatura rusa se antoja c¨®mplice de Putin. Y de hecho, diacr¨®nicamente, es f¨¢cil detectar en toda la historia de la literatura rusa una profunda veta panrusa, antieuropea y antidemocr¨¢tica. Desde Dostoievski, pasando por innumerables escritores de toda categor¨ªa hasta llegar a contempor¨¢neos como Zajar Prilepin, es comprensible que esta veta antieuropea y antidemocr¨¢tica se considere (en virtud de su continuidad, persistencia, amplitud e intensidad) la propia columna vertebral de toda la literatura rusa. Es algo que convierte en inmediatamente comprensible el rechazo visceral que sienten los ucranios hacia la literatura rusa; del mismo modo que, en su ¨¦poca, era inmediatamente comprensible el rechazo esencial a la cultura alemana despu¨¦s del nazismo.
Dado que tanto Adorno como Steiner eran influyentes figuras de autoridad, su opini¨®n no tard¨® en generalizarse. Poco puede sorprender que a quienes m¨¢s les doliera, quienes la consideraran injusta, fueran los propios poetas. A Paul Celan le doli¨®: en 1951, cuando Adorno public¨® su declaraci¨®n, ya hab¨ªa escrito una impresionante cantidad de poemas sobre el Holocausto (Todesfuge se escribi¨® en 1945; su primera versi¨®n en rumano, Tangoul mor?ii, es de 1947; el original alem¨¢n se public¨® en 1948). Como ya se ha dicho, su poes¨ªa escrita en alem¨¢n establec¨ªa una comunidad verbal con su madre, y ahora el autor sent¨ªa que la prohibici¨®n moral que Adorno lanzaba sobre la poes¨ªa le privaba de la ¨²ltima posibilidad de reconectar con los seres queridos que el nazismo le hab¨ªa arrebatado brutalmente. A Czes?aw Mi?osz tambi¨¦n le doli¨®: hab¨ªa escrito algunos extraordinarios poemas sobre el Holocausto polaco, como Campo dei Fiori, redactado durante la Pascua de 1943.
Adorno tard¨® casi dos d¨¦cadas en reconocer que no ten¨ªa toda la raz¨®n. En su ¨²ltimo libro, Dial¨¦ctica negativa (1966), admiti¨® que, despu¨¦s de leer a Celan, comprendi¨® que la poes¨ªa es nuestro derecho inalienable a gritar cuando nos torturan. En consecuencia, escribirla para dar fe del sufrimiento de la v¨ªctima en la lengua de sus asesinos es derrotar a esos asesinos.
Ser¨ªa injusto (y quiz¨¢ incluso un acto de barbarie) no apreciar que la literatura rusa tambi¨¦n participa de una tradici¨®n proeuropea, humanista y amante de la libertad. Aunque es probable que sea m¨¢s endeble que la antidemocr¨¢tica, no es en modo alguno desde?able, ya que transita dos siglos y a algunos importantes autores: empezando por Ch¨¦jov y Turgu¨¦nev, continuando con Ajmatova, Madelstam, Pasternak y Tsvet¨¢ieva, hasta llegar hoy a Liudmila Ul¨ªtskaya and Mija¨ªl Shishkin. Todos ellos se sintieron claramente parte de la cultura europea; algunos incluso se identificaron m¨¢s como europeos que como rusos. Turgu¨¦nev, por ejemplo, en su ¨²ltima diatriba con Dostoievski, cuando el autor de Los demonios lo acus¨® de traicionar a Rusia con su actitud filoeuropea, le respondi¨® tajante: ¡°Pero si no soy ruso, ?soy alem¨¢n!¡± (la escena entera se reproduce en Los europeos de Orlando Figes). Ch¨¦jov es uno de los principales artistas humanistas del mundo. Madelstam y Ajmatova se encuentran entre los poetas m¨¢s amantes de la libertad de todo el siglo XX; precisamente por eso fueron aplastados sin piedad por el r¨¦gimen comunista. Esta es la cultura humanista rusa que Europa (Ucrania incluida, no hace falta decirlo) tambi¨¦n querr¨¢ recuperar, puesto que en ella hay cantidades de verdad y belleza que no se encuentran en otros lugares, y porque es una cultura que alimentar¨¢ decisivamente el coraz¨®n y la mente de nosotros los europeos.
Adorno tard¨® casi 20 a?os en comprender que deb¨ªa moderar la inclemencia de su afirmaci¨®n. Que existe un arte que sirve a la barbarie de los tiranos y la justifica, y que hay otro que otorga voz a las v¨ªctimas. La que precisan para gritar mientras las torturan. La que precisan para dar su testimonio. Es ¨²nicamente esta voz con la que realmente se expresa el arte. Y es precisamente esta voz la que demuestra que ninguna barbarie podr¨¢ destruir definitivamente al ser humano.
VI. Si Alemania volvi¨® a ser uno de los principales corazones de Europa, fue porque admiti¨® su tr¨¢gico y b¨¢rbaro error y tuvo la voluntad pol¨ªtica y social de desarrollar la conciencia de su culpa. Este fue y sigue siendo un programa educativo de un alcance nunca visto. Despu¨¦s de 1945, Alemania tuvo futuro por esta admisi¨®n moral de sus culpas pasadas.
Si Rusia quiere tener un pasado despu¨¦s de perder la guerra con Ucrania tendr¨¢ que pasar por un proceso moral similar, de admisi¨®n y arrepentimiento de su tr¨¢gico y b¨¢rbaro error. Por desgracia para Rusia, no observo en ella ninguna voluntad pol¨ªtica ni social que conduzca a esa reacci¨®n moral. Dicho sin rodeos, Rusia no tendr¨¢ futuro por su impotencia para afrontar las culpas de su pasado.
Por su parte, en Ucrania todos observamos y admiramos un extraordinario esp¨ªritu, nacido de la reacci¨®n moral frente a la barbarie. Las extraordinarias palabras del presidente Zelenski ¡ª¡±Necesito municiones, no dar un paseo¡±¡ª, pronunciadas ante una muerte bastante probable, fueron el inicio de esta enorme reacci¨®n moral que sirvi¨® de catalizador para un presente y un futuro imponentes para Ucrania.
Lo cual significa que la barbarie rusa no ha logrado destruir ese pa¨ªs. La barbarie rusa ha destruido sobre todo a Rusia.
Por su parte, los escritores ucranios han hecho exactamente lo que hacen los verdaderos artistas cuando la historia se convierte en horror: han dado voz a quienes la necesitaban para gritar frente a la barbarie. Han utilizado sus palabras para dar testimonio frente a la atrocidad. No han permitido que la barbarie tenga la ¨²ltima palabra.
De manera que Vakulenko, Amelina y Krivtsov, no Putin y sus b¨¢rbaros adl¨¢teres, ser¨¢n quienes nos definan en cuanto especie humana.
Si queremos que nuestro arte, y nuestra humanidad, tengan futuro, debemos seguir su ejemplo, y escribir desde este permanente estado de emergencia para el ser humano. Sirviendo a la literatura como miembros de la Orden de la cucharilla. Y construyendo una humanidad cuyas palabras no vuelvan a defraudar al ser humano.
Si lo hacemos as¨ª, la literatura nos llegar¨¢ aunque tenga que transitar entre fosas comunes. Ya lo ha hecho. Pero ojal¨¢ no tenga que volver a hacerlo.
Depende de nosotros. Y de nuestras cucharillas.
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