Una mujer en la vieja Rusia
La ind¨®mita personalidad de la gran poeta Marina Tsviet¨¢ieva muestra que en aquel gran pa¨ªs no siempre ha reinado la devastaci¨®n moral que ha impuesto Putin
Marina Tsviet¨¢ieva conoci¨® a Sof¨ªa Parnok en octubre de 1914 en uno de los muchos c¨ªrculos literarios que hab¨ªa entonces en Mosc¨². Se volvi¨® loca por esta mujer que le sacaba siete a?os y con la que descubri¨® hasta qu¨¦ punto pod¨ªa ser intensa una relaci¨®n f¨ªsica. Tuvieron momentos de exaltaci¨®n y momentos tormentosos. A veces los celos la sacaban de quicio; otras, eran tan grandes sus expectativas que terminaba decepcionada. ¡°El vestido ¡ª una coraza de seda negra. / La voz un poco grave de gitana, / todo en ti me gusta a rabiar, / ?incluso que no seas hermosa!¡±, escribi¨® Tsviet¨¢ieva en uno de los 17 poemas reunidos en La amiga, que Pre-Textos public¨® hace unos meses y que resume esa vertiginosa temporada con Parnok: ¡°Y en aquel duelo de voluntades, / ?qui¨¦n en las manos del otro era la pelota? / ?Qu¨¦ coraz¨®n, el suyo, o quiz¨¢ el m¨ªo, / sali¨® volando al galope?¡±.
Cuentan que Marina Tsviet¨¢ieva empez¨® a escribir muy pronto y que, cuando public¨®, deslumbr¨® a los cr¨ªticos con sus versos, su arrolladora personalidad, su inteligencia, su audacia. Era indomable. ¡°As¨ª estuve de pie ¡ª en la oscuridad ¡ª / alejada del bien y del mal¡±, apunta en otros versos de La amiga, radicalmente libre frente a cualquier convenci¨®n social, sin ataduras. Ahora, su energ¨ªa y su luminosidad irrumpen desde esa vieja Rusia de principios del siglo XX para mostrar que tambi¨¦n ah¨ª, en aquel remoto pa¨ªs del que ya solo llega la tristeza y la grisura y la devastaci¨®n moral que ha impuesto el r¨¦gimen de Putin, existi¨® alguna vez ese torbellino que se llev¨® cuanto se puso por delante para ser ella misma. ¡°Las colinas cercanas a Mosc¨² son azules, / en el aire, apenas tibio, polvo y alquitr¨¢n. / Duermo todo el d¨ªa, todo el d¨ªa r¨ªo, sin duda / me estoy recuperando del invierno¡±. Estas palabras son de 1915, cuando la relaci¨®n con Parnok estaba y¨¦ndose a pique. Un d¨ªa fue a encontrarse con ella a San Petersburgo y descubri¨® a otra mujer sentada en su cama. Una cat¨¢strofe.
¡°?Tengo la cabeza vac¨ªa! ?Una delicia! / Porque el coraz¨®n ¡ª est¨¢ demasiado lleno. / Mis d¨ªas son como peque?as olas, / que contemplo desde lo alto del puente¡±, dec¨ªa tambi¨¦n en ese poema. Tsviet¨¢ieva estaba casada con Sergu¨¦i Efr¨®n en los d¨ªas de su historia con Parnok, y ten¨ªa una hija de dos a?os. Su marido acept¨® lo que ocurr¨ªa, y en aquella terrible ¨¦poca trabaj¨® como enfermero en la Gran Guerra; vino la Revoluci¨®n, se alist¨® en el Ej¨¦rcito Blanco. Tsviet¨¢ieva se qued¨® en Mosc¨² y en 1920, cuando los bolcheviques hab¨ªan conseguido vencer, perdieron a su segunda hija por desnutrici¨®n en un asilo infantil.
Tardaron un par de a?os en volver a encontrarse (en el exilio), vivieron tiempos dif¨ªciles, tuvieron un hijo m¨¢s, Efron comenz¨® a trabajar en los servicios secretos sovi¨¦ticos tras enmendar su pasado contrarrevolucionario. Pero el terror del r¨¦gimen lo alcanz¨®, y tambi¨¦n a su hija mayor, y fueron torturados: a ella se la llevaron a prisi¨®n; a ¨¦l, lo condenaron a muerte. Tsviet¨¢ieva aguant¨® todo lo que pudo con su determinaci¨®n habitual, pero se quebr¨® en 1941 y se suicid¨® colg¨¢ndose en la casa del pueblo t¨¢rtaro de Yel¨¢buga, a la que lleg¨® con su hijo intentando sobrevivir en una nueva guerra. Su imponente figura resume las fortalezas que construy¨® como mujer y las quiebras que tambi¨¦n como mujer la fueron destrozando. Quiz¨¢ sirvan esos versos suyos dedicados a Parnok para recordarla hoy, 8 de marzo: ¡°Y veo: el m¨¢stil de la nave / y usted ¡ª en la cubierta¡ / La veo en la humareda de un tren¡ Los campos / se revisten de un lamento vespertino¡¡±.
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