?Y si la inteligencia artificial creara una humanidad menos violenta?
El problema de la llamada IA no es que deje de ser humana, sino el uso que seamos capaces de hacer con ella. Que sirva para consolidar la paz y no para la creaci¨®n de nuevas armas
![ataque a¨¦reo israel¨ª contra Deir Al Balah, en el sur de la Franja de Gaza](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/422QAKAHZJODFXCONIADJA5P4I.jpg?auth=4830325b9dc76534c767a228c8686dd3f6ac0547d2b32ea7e7733b60f156ff79&width=414)
A veces me pregunto por qu¨¦ ese miedo a la inteligencia artificial. ?Artificial por qu¨¦? ?Acaso ha llegado de otro planeta o la hemos creado nosotros, el Homo sapiens? El problema no deber¨ªa ser el miedo a que las m¨¢quinas puedan superar al cerebro humano. Eso lo ha sido siempre. Cada nueva conquista de la ciencia ha pasado por el cerebro. No ha venido de fuera, de la nada a importunarnos. ?Y si esa nueva inteligencia fuera capaz de modificar nuestro cerebro? Seguir¨ªa siempre siendo natural y no artificial.
El problema no es que nos cueste entender esa mal llamada nueva inteligencia, sino que ese plus de nuevos conocimientos se use para el bien o para el mal, para la concordia y el di¨¢logo, y no para sofisticar las armas de la guerra. Para agrandar los horizontes de la paz y la concordia y no los nuevos genocidios.
Cada vez que el Homo sapiens hizo nuevos descubrimientos, desde las cavernas a hoy, debi¨® haber creado una convulsi¨®n natural, no artificial. Imagin¨¦monos que cuando fue descubierto el fuego: ?No era peligroso? Y, sin embargo, cambi¨® la historia. ?Y el descubrimiento del motor? ?Tambi¨¦n era artificial? Y cambi¨® el mundo. ?Y la luz, esa s¨ª artificial, no la del sol? Imagino lo que habr¨¢n dicho entonces ante una bombilla encendida y la revoluci¨®n que supuso. Tambi¨¦n puso a la humanidad en alerta, estupefacta. Y cambi¨® al mundo.
?Y el primer abecedario? ?La escritura? Y m¨¢s cerca de nosotros, la imprenta, que acab¨® con los manuscritos. ?Y la radio, el tel¨¦fono, la televisi¨®n, los aviones que nos convirti¨® en ¨¢guilas? ?Y la llegada del hombre a la Luna? Pareci¨® y sigue pareci¨¦ndole a muchos una falsedad, como que la Tierra es redonda. Todo ello podr¨ªa haberse llamado artificial, divino o diab¨®lico. Eran quiz¨¢ solo unos gramos m¨¢s de nuestra masa encef¨¢lica. Eran invenciones no artificiales, sino tremendamente naturales.
El problema de la llamada IA no es que deje de ser humana, sino el uso que seamos capaces de hacer con ella. Que sirva para consolidar la paz y no para la creaci¨®n de nuevas armas. Que sea capaz de ensanchar nuestro cerebro para rechazar la violencia. Que pueda ser una vacuna contra la iniquidad y el desamor. Lo s¨¦, es una utop¨ªa, pero d¨¦jenme so?ar. Que la nueva IA sirva para poder mejor defender a nuestro planeta, que cree una humanidad de manos abiertas que elimine los pu?os cerrados que nos impiden bendecir.
Dicen que la IA podr¨¢ ensanchar muchos a?os nuestra vida con nuevos descubrimientos en el campo de la ciencia y de la medicina, creando nuevos ant¨ªdotos contra las enfermedades. ?Y si sirviera tambi¨¦n para inventar un ant¨ªdoto contra el capitalismo salvaje, contra los asesinatos de las democracias, unas barreras a la exploraci¨®n humana? ?Si acabara esa est¨²pida guerra entre los g¨¦neros? ?Si nos inyectara la conciencia de que somos, pero todos, sin distinci¨®n, hechos del mismo barro, de las mismas ilusiones y de los mismos quebrantos del alma?
?Si sirviera para hacer amainar nuestros odios in¨²tiles, nuestras avaricias y cobard¨ªas?
¡°Sed astutos como las serpientes¡±, reza la vieja sabidur¨ªa de la Biblia. La estupidez no es una virtud. Lo es la capacidad de saber detectar a tiempo, en la pol¨ªtica y en la religi¨®n, el veneno de la falsedad y el enga?o. Toda la ciencia moderna y la IA est¨¢n volcadas en alargar nuestras vidas, pero a¨²n no han descubierto como curarnos de la ambici¨®n desmedida de poseer y de prevaricar sobre los otros.
No hace falta que la IA nos haga inmortales o superhombres. Bastar¨ªa que nos ense?ara a aceptar, sin enloquecer, nuestros l¨ªmites. Que nos ayudara a entender que somos simplemente mortales y no divinos. Aceptar nuestros l¨ªmites y luchar para ensanchar los horizontes de nuestra capacidad de di¨¢logo y de justicia, deber¨ªa ser lo natural, nuestra esencia. No nos har¨¢ m¨¢s felices convertirnos en misteriosos robots, que ya no es poco ser capaces de ser simplemente humanos.
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