Una derrota de Putin en Ucrania dar¨¢ m¨¢s oportunidades a la otra Rusia
El funeral de Navalni y las pseudoelecciones de este fin de semana nos muestran dos pa¨ªses. Apoyemos al mejor
El pr¨®ximo lunes, Vlad¨ªmir Putin habr¨¢ sido ¡°reelegido¡± presidente de Rusia. En realidad, los votantes rusos no tienen ninguna posibilidad genuina de elegir, puesto que Putin ha matado a su rival m¨¢s temible, Alex¨¦i Navalni, y ha ordenado la inhabilitaci¨®n de cualquier otro candidato que pudiera tener la m¨¢s m¨ªnima posibilidad de ser un aut¨¦ntico competidor. Este procedimiento plebiscitario de legitimaci¨®n ¡ªya muy conocido por otras dictaduras hist¨®ricas¡ª tambi¨¦n se llevar¨¢ a cabo en algunas partes del este de Ucrania, que las fuentes oficiales rusas denominan los Nuevos Territorios. Es previsible que haya grandes porcentajes tanto de participaci¨®n como de votos a favor de Putin, que ser¨¢n tan poco rigurosos como sus ensayos hist¨®ricos sobre las relaciones ruso-ucranias.
Animado por ciertas se?ales de debilidad occidental, como la negativa del canciller alem¨¢n, Olaf Scholz, a enviar misiles Taurus a Ucrania y la recomendaci¨®n del papa Francisco de que Ucrania ice la bandera blanca, el brutal dictador ruso seguir¨¢ intentando conquistar m¨¢s territorio ucranio. No solo es que Putin est¨¦ convencido de que Ucrania pertenece hist¨®ricamente a una Rusia cuyo destino manifiesto es ser una gran potencia imperial, sino que, a diferencia de los gobiernos occidentales, su r¨¦gimen se ha comprometido pol¨ªtica y econ¨®micamente a seguir adelante con esta guerra, dedica nada menos que un 40% del presupuesto a gastos militares, de inteligencia, desinformaci¨®n y seguridad interna, y ha impuesto una econom¨ªa de guerra de la que no es f¨¢cil volver a los criterios de tiempos de paz.
Sin embargo, estas ¨²ltimas semanas nos han demostrado que sigue existiendo otra Rusia, igual que hubo otra Alemania incluso en pleno apogeo del poder de Adolf Hitler en el Tercer Reich. Decenas de miles de rusos de toda clase y condici¨®n se arriesgaron a sufrir represalias por rendir homenaje a Navalni y crearon esa imagen inolvidable de su tumba cubierta por una inmensa monta?a de flores. En el funeral corearon ¡°?Navalni! ?Navalni!¡±, ¡°?Parad la guerra!¡± y ¡°?Los ucranios son buena gente!¡±.
Otros valientes defensores de una Rusia mejor, como Vlad¨ªmir Kara-Murza y Oleg Orlov, est¨¢n en la c¨¢rcel, y no tenemos m¨¢s remedio que temer por su vida. Fuera del pa¨ªs, Yulia Navalnaya contin¨²a la lucha de su marido con una valent¨ªa y una dignidad extraordinarias y deja claro tambi¨¦n que condena la guerra de Putin en Ucrania. Para dar ejemplo de esa pol¨ªtica ¡°innovadora¡± que propugn¨® recientemente ante el Parlamento Europeo, ha pedido a los partidarios de Navalni que este domingo a mediod¨ªa acudan a los colegios electorales para crear una imagen visible de la otra Rusia sin poner en peligro directamente a ning¨²n ciudadano. Algunos han dicho que escribir¨¢n el nombre de Navalni en la papeleta. Mientras tanto, muchos cientos de miles de rusos que aborrecen el r¨¦gimen de Putin y desean ardientemente que Rusia se incorpore a Europa y Occidente se han reasentado en el extranjero.
Es imposible saber cu¨¢nto apoyo tiene verdaderamente esta otra Rusia dentro del pa¨ªs. Se calcula que se ha detenido a 20.000 manifestantes desde el comienzo de la invasi¨®n de Ucrania, hace poco m¨¢s de dos a?os. El aumento de la represi¨®n provoca m¨¢s miedo, incluido el temor a responder con sinceridad a encuestadores, periodistas o diplom¨¢ticos. A esto se a?ade lo dif¨ªcil que es psicol¨®gicamente para una persona reconocer que su pa¨ªs, que se considera v¨ªctima hist¨®rica de invasores desde Napole¨®n hasta Hitler, est¨¢ cometiendo una agresi¨®n criminal contra su vecino m¨¢s cercano. Y, como pueden atestiguar muchas otras naciones, la p¨¦rdida de un imperio siempre es dif¨ªcil de aceptar.
La impresi¨®n que me transmite un veterano observador que sigue viviendo en Rusia es que un 20% de la poblaci¨®n apoya rotundamente a Putin, un 20% se opone rotundamente a ¨¦l y un 60% acepta la situaci¨®n con pasividad, sin entusiasmo, pero sin creer que el cambio pueda venir desde abajo. Ahora bien, esta no puede ser m¨¢s que una suposici¨®n. Solo podemos estar seguros de una cosa: si la otra Rusia acaba triunfando, el n¨²mero de los que la apoyaron todo el tiempo se multiplicar¨¢ como las reliquias de la cruz de Jes¨²s, igual que se multiplicaron a posteriori los miembros de la resistencia en Francia y Alemania despu¨¦s de 1945.
Pase lo que pase este fin de semana, ser¨ªa claramente ingenuo esperar un cambio de r¨¦gimen o incluso un cambio pol¨ªtico importante inmediato en el Kremlin. Los consultores sobre ¡°riesgos pol¨ªticos¡± pueden ganar cuantiosos honorarios por hacer predicciones sobre la pol¨ªtica nacional rusa, pero, en realidad, lo ¨²nico que se puede decir con certeza sobre el futuro de Rusia es que nadie sabe cu¨¢ndo ni c¨®mo se producir¨¢ el cambio pol¨ªtico, ni si ese cambio ser¨¢ para peor o para mejor o, lo m¨¢s probable, primero una cosa y luego la otra.
En estas circunstancias, ?c¨®mo elaborar una pol¨ªtica respecto a Rusia? Un inteligente observador de los asuntos rusos ha comentado que, hasta 2022, Occidente ten¨ªa una pol¨ªtica para Rusia, pero no para Ucrania; y ahora tiene una pol¨ªtica para Ucrania, pero no para Rusia. Yo dir¨ªa que nuestra pol¨ªtica ucrania es nuestra pol¨ªtica rusa y que es la ¨²nica eficaz en estos momentos. Entre otras cosas, porque la pol¨ªtica de Putin respecto a Ucrania es su pol¨ªtica para Rusia.
El expresidente ruso y principal altavoz de Putin, Dmitri Medv¨¦dev, se coloc¨® hace poco delante de un mapa gigante en el que aparec¨ªa incluida dentro de Rusia toda Ucrania excepto una peque?a parte alrededor de Kiev y declar¨®: ¡°Ucrania es decididamente Rusia¡±. Obs¨¦rvese la f¨®rmula colonial por excelencia: Ucrania no ¡°pertenece¡± a Rusia, sino que es Rusia. Es lo mismo que Irlanda es Gran Breta?a (1916), Polonia es Alemania (1939), Argelia es Francia (1954). Una Rusia que incorpore a Ucrania sigue siendo un imperio. Una Rusia sin Ucrania debe emprender el largo y doloroso camino recorrido por otras antiguas potencias coloniales, la transici¨®n desde el imperio hasta algo parecido a un Estado naci¨®n m¨¢s ¡°normal¡±.
Ese proceso suele durar d¨¦cadas e ir acompa?ado de inestabilidad y conflictos. No obstante, a corto plazo, una victoria de Ucrania ¡ªque, a pesar de los recientes cantos de sirena en sentido contrario, requiere forzosamente que recupere la mayor parte de su territorio en los pr¨®ximos a?os¡ª supondr¨ªa una gran derrota para Putin y tendr¨ªa m¨¢s probabilidades de acelerar un cambio pol¨ªtico en Rusia que cualquier otra situaci¨®n.
En un futuro inmediato, la consecuencia ser¨¢ un mayor riesgo de que Putin tenga una reacci¨®n a¨²n m¨¢s fuerte y deje m¨¢s inestabilidad a su paso. Por eso, en cualquier pol¨ªtica realista en relaci¨®n con Rusia deben permanecer abiertas todas las l¨ªneas posibles de informaci¨®n sobre el pa¨ªs y comunicaci¨®n con ¨¦l, planes detallados para cualquier contingencia, para lo peor y lo mejor, y mensajes claros al Kremlin sobre el coste que tendr¨ªa una mayor escalada por su parte. Asimismo, Occidente debe hacer m¨¢s esfuerzos para ayudar a la otra Rusia en todo lo posible, lo que, de momento, significa actuar sobre todo fuera de Rusia y a trav¨¦s de canales virtuales.
Estamos en el comienzo de un nuevo periodo de la historia europea y las consecuencias de lo que hagamos este a?o se sentir¨¢n durante d¨¦cadas. Ayudar a que Ucrania gane esta guerra es la forma no solo de garantizar un futuro democr¨¢tico y pac¨ªfico para la propia Ucrania, sino tambi¨¦n de aumentar las posibilidades de que, a largo plazo, haya una Rusia mejor.
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