Una chica normal, muy campechana
Abandonados como estamos a la emocionalidad de los ultras, las meteduras de pata de Ayuso y su actitud chulesca no son una pega para sus simpatizantes, sino todo lo contrario
Una de las cartas que m¨¢s y mejor juega D¨ªaz Ayuso es la de ser una persona normal. Una chica del mont¨®n, una madrile?a de a pie que se pone su camiseta de H¨¦roes del Silencio y se va a la terraza del 100 Montaditos a tomar jarras y bocatines. Una mujer como cualquier otra a la que se la llevan los demonios cuando alguien menciona el nombre de su familia en vano y llama a quien sea y cuando sea hijo de puta.
A Ayuso le pasa como a ?balos no solo en lo que a las buenas compa?¨ªas se refiere: tambi¨¦n en que, en un tablero pol¨ªtico en el que la autenticidad y la campechan¨ªa est¨¢n en retroceso, incluso sus errores juegan a su favor. Pues los hacen humanos, demasiado humanos, que dir¨ªa el fil¨®sofo. Tambi¨¦n juega a su favor que hayamos dejado de concebir la pol¨ªtica como un terreno en el que debe primar la raz¨®n. Pues, abandonados a la emocionalidad embrutecida de los ultras, de quienes van al estadio esperando no tanto que ganen los suyos como que pierda el rival, las meteduras de pata de la presidenta y su actitud chulesca no son una pega para sus simpatizantes, sino todo lo contrario.
De Ayuso, al igual que de distintos gentilhombres de otros partidos ¨Dcomo ?scar Puente, con quien comparte maneras¨D, no se espera ejemplaridad, sino metralla; prudencia, sino barro. No es que sus formaciones y votantes los eligieran a pesar de ello, sino por ello. Hace tiempo que dejamos de votar para que la sanidad y la educaci¨®n funcionaran o para decidir qu¨¦ quer¨ªamos pintar en el mundo. Cedida la soberan¨ªa a entidades supranacionales y la gobernanza al mercado, parece que depositemos la papeleta en la urna con el ¨²nico objetivo de que los nuestros le den zascas a los otros en Twitter y en el Congreso. Una din¨¢mica comprensible si vemos que son las grandes superficies las que deciden si este mes podemos o no llenar la nevera, el BCE quien dictamina si pagamos m¨¢s o menos de letra o un viejo chocho en Estados Unidos quien manda a nuestros j¨®venes a morir en una guerra en la que no se nos ha perdido nada.
Pero la estafa piramidal que es el capitalismo global no es el asunto que hoy nos ocupa. Hoy estamos hablando de una de sus aventajadas chicas de Avon, Isabel D¨ªaz Ayuso, y de su insistencia en que pensemos que es como nosotros, un deje de muchos pol¨ªticos, pero especialmente acusado en ella. En los ¨²ltimos d¨ªas lo ha intentado cont¨¢ndonos que es una pobre diabla que lleva ¡°20 a?os viviendo de alquiler, casi cinco como presidenta de la Comunidad de Madrid (...) Yo no tengo nada, no tengo ning¨²n piso¡±. Ayuso miente: s¨ª que tiene un piso en nuda propiedad. Se lo don¨® su padre para evitar un embargo por una deuda de 400.000 euros con Avalmadrid. Quiz¨¢ mienta tambi¨¦n dici¨¦ndonos que vive de alquiler, pues en otras ocasiones ha reconocido residir con su pareja en el piso que compr¨® tras, presuntamente, estafarle m¨¢s de 300.000 euros a Hacienda. Pero su intento de manipularnos es casi m¨¢s feo que sus mentiras: nos dice que lleva 20 a?os de alquiler como si, cobrando 100.000 al a?o, eso fuera una elecci¨®n. Deja caer que ella es como tantos espa?oles que no tienen casa porque no pueden.
Ayuso nos quiere contar que es como nosotros. Una chica del mont¨®n, muy campechana y normal. Porque, ?qui¨¦n no tiene un par de seres queridos que mercadearon con mascarillas? ?Qui¨¦n no tiene un hermano sacando una tajada de 230.000 euros por comprar mascarillas para la Comunidad de Madrid, o un novio que presuntamente ha desfalcado a Hacienda m¨¢s de 300.000 tras ganar dos millones por hacer eso mismo?
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