Una aparici¨®n en Lisboa
El espectro tom¨® forma la noche de las elecciones portuguesas, cuando las pantallas arrojaron el resultado de un partido ultra, racista y xen¨®fobo como Chega
A¨²n no he visto la bomba H / A¨²n no he visto la bomba de neutrones
A¨²n no he revisado mis pi?ones / a ver si tropiezo en un bache
(Canci¨®n de Sergio Godinho)
1. Alain Tanner llam¨® a Lisboa la ciudad blanca a causa del color de sus muros. Otros la llaman la ciudad rosa a causa del color de los tejados. Personalmente, prefiero llamarla la ciudad azul a causa del Tajo, que forma en ella ...
A¨²n no he visto la bomba H / A¨²n no he visto la bomba de neutrones
A¨²n no he revisado mis pi?ones / a ver si tropiezo en un bache
(Canci¨®n de Sergio Godinho)
1. Alain Tanner llam¨® a Lisboa la ciudad blanca a causa del color de sus muros. Otros la llaman la ciudad rosa a causa del color de los tejados. Personalmente, prefiero llamarla la ciudad azul a causa del Tajo, que forma en ella la r¨ªa m¨¢s hermosa del mundo. El gran cantante Carlos do Carmo la llam¨® menina e mo?a, menina, en un fado que se convirti¨® en bandera. Celebridades y personas sencillas de todas partes llegan a Lisboa para pasar una temporada o incluso quedarse definitivamente aqu¨ª. Ciudad tranquila, segura y hospitalaria. Y as¨ª sigue, aparentemente sin sobresalto. Pero tal vez ya no sea as¨ª: hace dos semanas surgi¨® una aparici¨®n en las pantallas y desde entonces, pasados ya 15 d¨ªas, Lisboa no ha dejado de lamerse sus heridas.
2. Fue a medianoche del 10 de marzo, en el momento en que los resultados de las elecciones legislativas se acercaban al escrutinio final, cuando la aparici¨®n tom¨® forma definitiva: el partido de extrema derecha, populista, racista y xen¨®fobo, acababa de cuadruplicar sus votos, pasando de un solo hombre hace tan solo cinco a?os a 48 esca?os en el Parlamento, apoyado por el 18,06% del electorado. D¨ªas despu¨¦s, la cifra de diputados lleg¨® a 50 con el voto exterior. Para Portugal, eso significa que a corto plazo el pa¨ªs se volver¨¢ ingobernable, a menos que los dem¨®cratas de centroderecha y de derechas incorporen parte del ideario de los populistas. Es dif¨ªcil que el resultado pudiera haber sido peor. Las heridas est¨¢n abiertas y todos intentan afrontar este sobresalto como algo propio de las democracias liberales, pero es innegable que quienes hablan as¨ª, de forma tan serena, lo hacen a costa de pastillas y pensamientos zen.
En primer lugar, porque hace dos a?os el Partido Socialista hab¨ªa logrado una mayor¨ªa absoluta, en contraste con el hundimiento de sus hom¨®logos en distintos pa¨ªses europeos. Sin embargo, a causa de una pol¨ªtica que no tuvo en cuenta el violento clamor de la calle, el Gobierno mostr¨® demasiadas debilidades. Pese a todo, nada hac¨ªa presagiar lo que suceder¨ªa. De repente, la legislatura se vio interrumpida por una sorprendente maniobra judicial, y hasta la fecha, cuatro meses despu¨¦s, no ha habido todav¨ªa una sola palabra que la haya justificado. Como es natural, en un caso tan flagrante de desaf¨ªo entre instituciones, ronda la sospecha de que el poder judicial se haya visto tentado de interferir en el panorama pol¨ªtico portugu¨¦s de forma intolerable. Es muy dif¨ªcil pensar en los resultados de la noche del 10 de marzo y no ver en esos n¨²meros la sombra invisible de algunos palacios cerrados.
3. Las heridas, con todo, van m¨¢s all¨¢. El pr¨®ximo mes de abril, se cumplir¨¢n 50 a?os del inicio de la Revoluci¨®n portuguesa. El contraste entre esta fecha memorable y la presencia de un partido que revive principios tan intolerables como los de la dictadura de Salazar es dif¨ªcil de entender. No debemos olvidar que en 1974 la Europa democr¨¢tica estaba bloqueada en Occidente por dos dictaduras ib¨¦ricas y en el Este por las dictaduras comunistas. A causa de la guerra colonial, los portugueses fueron los primeros en cambiar de r¨¦gimen de forma pac¨ªfica, sin derramamiento de sangre, inaugurando un modelo de cambio que se repetir¨ªa en m¨¢s de 60 casos en los a?os que siguieron. Los portugueses est¨¢n orgullosos de sus claveles rojos y de los pasos triunfantes con los que comienza la canci¨®n que sirvi¨® de contrase?a para aquella noche inolvidable. Por lo tanto, puede comprenderse bien el terremoto que la aparici¨®n de ese n¨²mero en las pantallas tuvo que provocar en el 80% de los portugueses. No, obviamente, en el 18% que vot¨® por el partido Chega.
4. Entre los nombres de los partidos de extrema derecha en Europa, no cabe duda de que el nombre Chega es el m¨¢s grosero, lo que no quiere decir que los principios de quienes llevan nombres tan sugestivos como Amanecer Dorado no lo sean tambi¨¦n. En este caso, a las ocho de la tarde, cuando se anunciaban los pron¨®sticos del triunfo de ese partido, su l¨ªder sal¨ªa de una iglesia. Al preguntarle si ya conoc¨ªa las proyecciones que le daban el triunfo, respondi¨® que nadie le hab¨ªa informado porque estaba en misa. Dado que era el cuarto domingo de Cuaresma, es de suponer que Andr¨¦ Ventura habr¨¢ escuchado atentamente la lectura del Evangelio de San Juan 3, 14-21, ese pasaje en el que Nicodemo interpela a Jes¨²s y este le dice que para buscar la salvaci¨®n hay que nacer de nuevo, nacer del Esp¨ªritu, ya se entiende. El l¨ªder de Chega, como es natural, habr¨¢ aprendido la lecci¨®n. Completamente renacido, se encamin¨® hacia el cuartel general de su campa?a, abri¨® los brazos, exhibi¨® su justa alegr¨ªa y enumer¨® despu¨¦s sus triunfos con los dedos, lanz¨® invectivas, insult¨®, se veng¨®, ofendi¨® a sus adversarios y se sumergi¨® en la exaltaci¨®n de su noche de felicidad. Result¨® aleccionador. El espect¨¢culo de la alegr¨ªa de los ganadores ense?a mucho sobre c¨®mo se aprovechar¨¢ la victoria en el futuro pr¨®ximo. Algunos dicen que esa gente est¨¢ loca, pero no es as¨ª. Esa gente es sabia.
5. En enero de 2020, cuando la pandemia a¨²n no se hab¨ªa declarado y a¨²n faltaban dos a?os para que asisti¨¦ramos a la invasi¨®n de Ucrania, Johann Chapoutot afirm¨® que la democracia francesa, por la forma en la que elige a su presidente, favoreciendo la m¨ªstica mesi¨¢nica, podr¨ªa quedar pronto a merced de un loco. Hoy se nos antoja evidente c¨®mo el carisma furioso que caracteriza a los l¨ªderes fuertes y salvadores campea por doquier, y los dem¨®cratas que practican la moderaci¨®n, el di¨¢logo y el respeto hacia sus oponentes deben recurrir a demasiadas palabras para hacer su trabajo. Y es que los gritos, insultos, tambores y consignas ahorran tiempo y van directos a un lugar del cerebro donde se aloja el instinto de autodefensa y ataque. Cualquiera que piense que ser¨¢ sencillo hacer retroceder esta ola se equivoca porque promete ser de una sabidur¨ªa superior. Se trata de un anillo que se cierra alrededor de la Tierra: en las fotograf¨ªas, Ventura besa a Le Pen, Le Pen escribe a Putin, Putin abraza a Xi Jinping, y Orb¨¢n, muy relajado, sale de Europa, en cuya mesa se sienta, y va a abrazar, en el lado opuesto, nada menos que a Donald Trump. Ahora Portugal, que hasta hace cinco a?os estaba considerado como un ejemplo de resistencia a este fen¨®meno, acaba de ver c¨®mo su inmunidad se derrumba con estr¨¦pito. Y, sin embargo, nada est¨¢ perdido, ya que los trazos c¨®micos que se entrelazan a lo largo de este proceso generan cierta esperanza. Como siempre, incluso ahora, es imposible que el rid¨ªculo no provoque un camino regenerador.
6. El deseo de estar por encima de todo y de todos, tarde o temprano, desemboca en el rid¨ªculo. Milan Kundera, que pens¨® desde Praga, ciudad que tambi¨¦n tiene un r¨ªo y un castillo como Lisboa, y posee un recorrido muy diferente en sus detalles, pero muy similar en ciertas maniobras hist¨®ricas, demostr¨® c¨®mo la tentaci¨®n totalitaria acaba sumergida en el rid¨ªculo de sus procedimientos. Con todo, lo m¨¢s importante fue haber demostrado que vivimos siempre en momentos hist¨®ricos superpuestos y que estas diferentes capas contempor¨¢neas compiten entre s¨ª. Por lo tanto, esta aparici¨®n de Lisboa, sin dejar de ser una se?al desoladora, proporciona al mismo tiempo datos muy esclarecedores. Por suerte, muchos han ganado serenidad y parecen dispuestos a caminar con la circunspecci¨®n necesaria para no perder el humor.