Israel y las guerras sin fin
Netanyahu ha embarcado al pa¨ªs en un conflicto en el que la victoria es inalcanzable: la resistencia del enemigo es inagotable y ¨¦l no tiene plan para controlar el territorio. La ¨²nica soluci¨®n es a largo plazo y est¨¢ en manos de los israel¨ªes, que deben decidir qu¨¦ pa¨ªs quieren ser
El acuerdo que parece ir abri¨¦ndose paso en la comunidad internacional para poner fin al conflicto entre Israel y Ham¨¢s desencadenado por los atentados del pasado 7 de octubre se articula en torno a dos principios expresos: la salida del primer ministro israel¨ª, Benjam¨ªn Netanyahu, y el inicio de negociaciones que conduzcan a la soluci¨®n de los dos Estados en el territorio del antiguo mandato brit¨¢nico sobre Palestina. Pero existe, adem¨¢s, un principio impl¨ªcito, que es el que probablemente acabar¨¢ marcando la evoluci¨®n del conflicto en los pr¨®ximos meses y a?os: al contrario de lo que han venido sosteniendo Netanyahu y sus aliados, incluyendo los patrocinadores de los Acuerdos de Abraham, la completa anexi¨®n de Gaza, Cisjordania y Jerusal¨¦n Este, ocupados a ra¨ªz de la guerra de 1967, no conducir¨¢ a la ¡°extinci¨®n¡± del problema palestino, sino a la profundizaci¨®n de la fractura pol¨ªtica, social y religiosa que ensombrece el futuro de Israel.
El asesinato de Isaac Rabin, en 1995, fue una se?al de alarma que la comunidad internacional, adem¨¢s de la propia opini¨®n israel¨ª, han preferido ignorar a lo largo de tres d¨¦cadas, transigiendo entretanto con la colonizaci¨®n intensiva de los territorios ocupados, contra el derecho internacional. Por m¨¢s que se haya responsabilizado invariablemente a los l¨ªderes palestinos de las dificultades para alcanzar un acuerdo de paz ¡ªun acuerdo que, sea del signo que sea, contendr¨ªa siempre alg¨²n g¨¦nero de arreglo territorial¡ª, lo cierto es que amplios sectores de la sociedad israel¨ª, reflejados en la mayor¨ªa parlamentaria que ha sostenido durante a?os a Netanyahu y que lo trajo de vuelta al poder, rechazan realizar concesiones como las que propon¨ªa Rabin, quien pag¨® con su vida a manos de un colono radicalizado. Desde entonces poco o nada ha cambiado la corriente de fondo en Israel, salvo que las fuerzas que se encontraban en los m¨¢rgenes del sistema pol¨ªtico ocupan ahora un lugar central, polarizando a los israel¨ªes, por un lado, y bloqueando, por otro, cualquier salida negociada con los palestinos. Y cualquier salida significa cualquier salida, territorial o jur¨ªdica, puesto que Netanyahu hizo aprobar una ley que define a Israel como un Estado jud¨ªo, m¨¢s de seis d¨¦cadas despu¨¦s de su creaci¨®n. La intenci¨®n no era afirmar una obviedad, sino establecer un orden jur¨ªdico que conducir¨ªa a un sistema de apartheid si la salida al conflicto fuera, no la de los dos Estados, a la que Netanyahu y sus aliados se oponen, sino la de un ¨²nico Estado con iguales derechos para todos, palestinos e israel¨ªes, a la que tambi¨¦n se oponen.
De acuerdo con una m¨ªnima exigencia democr¨¢tica, sin entrar siquiera en las eventuales responsabilidades contra¨ªdas por no haber anticipado un atentado como el perpetrado por Ham¨¢s y ordenar, en represalia, una operaci¨®n militar que ha causado 34.000 muertos, la destrucci¨®n de hospitales e infraestructuras civiles o la hambruna de dos millones de civiles en Gaza, un l¨ªder como Netanyahu no podr¨ªa permanecer al frente de ning¨²n Gobierno. Pero considerar que su ca¨ªda, si se produce, va a permitir un giro de la pol¨ªtica israel¨ª con respecto a la ocupaci¨®n y el trato a los palestinos es fruto de un c¨¢lculo que no toma en consideraci¨®n la bomba de relojer¨ªa que el propio Israel ha ido cebando en su interior desde 1967, cuando comenz¨® la ocupaci¨®n. Hasta donde se sabe, los ciudadanos israel¨ªes reprochan a Netanyahu haber prestado m¨¢s atenci¨®n a sus problemas con la justicia, tratando de someterla, que a sus deberes como primer ministro, comenzando por el de preservar la seguridad del pa¨ªs. Sobre la manera en la que est¨¢ conduciendo las operaciones militares y el objetivo de acabar con Ham¨¢s el acuerdo es amplio, con la ¨²nica excepci¨®n de si debe declarar una tregua para negociar la liberaci¨®n de los rehenes.
Pero es precisamente la manera en la que Netanyahu est¨¢ conduciendo las operaciones militares y el objetivo de acabar con Ham¨¢s lo que est¨¢ llevando a Israel a un callej¨®n sin salida; el mismo, por cierto, en el que se precipit¨® Estados Unidos al declarar una ¡°guerra contra el terrorismo¡± tras los atentados del 11 de septiembre. Ambas son guerras sin fin, guerras que deben librarse indefinidamente, no porque los enemigos dispongan de una inagotable capacidad de resistencia, sino porque quienes las declaran definen la victoria en unos t¨¦rminos que impiden alcanzarla por medios militares, obligando a que los ej¨¦rcitos emprendan una interminable carrera contra la propia sombra. Por medios militares Israel podr¨ªa, qui¨¦n sabe, tomar el per¨ªmetro de Gaza, si es que supiera qu¨¦ hacer despu¨¦s con el territorio y los habitantes. Acabar con Ham¨¢s, por el contrario, es una victoria inalcanzable, porque mientras uno solo de los militantes de la organizaci¨®n, uno solo, cometa un atentado y lo reivindique en su nombre, la guerra no habr¨¢ terminado. Esta es la raz¨®n por la que Netanyahu y sus aliados se resisten a declarar ninguna tregua, ya sea la que le reclama el Consejo de Seguridad o la que le exigen los familiares de los rehenes para negociar su liberaci¨®n. Las treguas, para Netanyahu y sus aliados, son victorias parciales de Ham¨¢s, puesto que obligan a reconocer, fortaleci¨¦ndolo en el plano pol¨ªtico, a un enemigo que, sin embargo, buscan aniquilar en el militar.
Aun suponiendo que Netanyahu cesara como primer ministro y aun suponiendo, adem¨¢s, que su eventual sucesor quisiera y pudiera declarar el fin de la guerra pese a los atentados que Ham¨¢s perpetrar¨ªa acto seguido para arrogarse la victoria ¡ªp¨ªrrica sin duda, pero victoria al fin y al cabo, porque no habr¨ªa sido destruida¡ª, Israel se asoma a un tenebroso horizonte de divisi¨®n interna. En este momento, los sucesivos gobiernos de Israel han consentido que se asienten en Cisjordania y Jerusal¨¦n Este medio mill¨®n de colonos, civiles armados que algunas fuerzas pol¨ªticas llevan instrumentalizando desde el asesinato de Rabin contra cualquier decisi¨®n que pudiera implicar una cesi¨®n territorial en favor de los palestinos. As¨ª las cosas, ?es previsible imaginar en el corto o medio plazo un gobierno israel¨ª que cuente con la mayor¨ªa parlamentaria y el consenso social requeridos para afrontar la soluci¨®n de los dos Estados, desmantelando los asentamientos? ?O lo que puede suceder, por el contrario, es que la fractura pol¨ªtica, social y religiosa deliberadamente alimentada por Netanyahu y sus aliados alcance un punto sin retorno si un nuevo gobierno lo intenta? La soluci¨®n de los dos Estados, por lo dem¨¢s, se limita a recordar, con 76 a?os de tr¨¢gico retraso, la necesidad de dar cumplimiento a la Resoluci¨®n 181 por la que Naciones Unidas dividi¨® el mandato brit¨¢nico sobre Palestina entre los pioneros sionistas y los habitantes nativos.
La pregunta, como siempre en Oriente Pr¨®ximo, es qu¨¦ hacer. Pero la respuesta, esta vez, solo depende de los israel¨ªes. En concreto, de la decisi¨®n que adopten acerca de en qu¨¦ pa¨ªs quieren vivir y cu¨¢l quieren que sea la naturaleza de su Estado. ?Pueden continuar la ocupaci¨®n y los asentamientos ignorando los m¨¢s elementales derechos de los palestinos, violando la legalidad internacional y acusando de antisemita a cualquiera que denuncie que sus ataques contra Gaza exceden con mucho los l¨ªmites de la leg¨ªtima defensa? El tiempo, entretanto, corre contra los palestinos, porque siguen muriendo cada d¨ªa bajo unas bombas que exhiben obscenamente fuerza, nada m¨¢s que fuerza. Pero tambi¨¦n corre contra los israel¨ªes, cada vez m¨¢s divididos mientras Netanyahu y sus aliados, intentando imponer una soluci¨®n que no es soluci¨®n, perseveran en la guerra sin fin en la que se han embarcado y que ahora amenaza con arrastrar a toda la regi¨®n y con llegar a¨²n m¨¢s lejos.
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