Europa, 24 lenguas contra una neolengua
El multiling¨¹ismo forma parte esencial del proyecto ilustrado y progresista que dio vida a la UE
Las pr¨®ximas elecciones europeas que se celebran el domingo pueden cambiar el rumbo de nuestro continente, seg¨²n dicen. La guerra en Ucrania y el avance de la ultraderecha est¨¢n presentes en todos los discursos. Tambi¨¦n lo est¨¢ el futuro de una instituci¨®n que naci¨® tras la Segunda Guerra Mundial como una alianza de valores y no como un cajero autom¨¢tico.
Aquel sue?o europeo vio la luz con un car¨¢cter claramente diferenciado del sue?o americano. El multiling¨¹ismo era una de sus peculiaridades. Si 27 pa¨ªses forman parte de la Uni¨®n, los idiomas oficiales del privilegiado club suman 24. Cada vez que se acepta un miembro se incorpora su lengua, a la que se traduce todo el acervo comunitario y los documentos que se generan a partir de ese momento, sin importar lo minoritaria que sea la misma. El asombroso n¨²mero de idiomas es asumido con naturalidad por la Uni¨®n, que ha hecho suya la certeza de Umberto Eco de que la traducci¨®n es la lengua de Europa. La salida del Reino Unido (66,97 millones de habitantes) de la Uni¨®n en 2020 no disminuy¨® el peso del ingl¨¦s como lengua oficial, que sigue presente como una de las lenguas propias de Irlanda (5,12 millones de habitantes) y Malta (531.000 habitantes). A pesar del airado Brexit, se impuso la necesidad de entendimiento.
En la Uni¨®n los idiomas minoritarios gozan de los mismos derechos que los mayoritarios. No es una cuesti¨®n cuantitativa, sino cualitativa. No se valora el n¨²mero de hablantes, sino el tesoro que es toda lengua. El multiling¨¹ismo es una hermosa rareza. Tan hermosa como fr¨¢gil. Hay una narrativa, de clara deriva totalitaria, que alimenta el rechazo que sienten muchos ciudadanos ante lo que consideran ¡°un gasto in¨²til¡±, dado el despliegue de traductores e int¨¦rpretes que requiere el funcionamiento del Parlamento Europeo. Desafortunadamente, los pol¨ªticos que abogan por el uso de las 24 lenguas, maltratan sin piedad la propia y socavan as¨ª lo que defienden. ?C¨®mo es posible respetar los idiomas ajenos cuando no se respeta el materno? Nuestros representantes, de uno y otro signo, no buscan interlocutores, sino seguidores; elaboran sus discursos a base de likes; solo hablan para su parroquia. Unos y otros han convertido la lengua en una herramienta propagand¨ªstica, hecha de consignas, lemas y tuits.
Si nadie parece escuchar a nadie y las lenguas son utilizadas como proyectiles en un frente de batalla, ?para qu¨¦ sirve mantener esa costosa torre de Babel? ?No equivale el Parlamento Europeo a una versi¨®n sofisticada de un parque tem¨¢tico ling¨¹¨ªstico? ?Se ha convertido en el hom¨®logo idiom¨¢tico del Banco Mundial de Semillas de Svalbard, en Noruega, que aspira a preservar todas las semillas del planeta?
La Euroc¨¢mara es un espacio de negociaci¨®n, no una escuela de idiomas. ?Qu¨¦ m¨¢s da poder decir ¡°igualdad¡± en 24 lenguas si ya no sabemos qu¨¦ significa? ?Y solidaridad? ?Y paz? ?Y guerra?¡ ?Qu¨¦ significa hoy europe¨ªsmo? El nivel de los discursos pol¨ªticos ha vaciado las palabras de contenido. Para defender ideas hay que empezar por devolverles su sentido. Hay que pararse a escuchar. La propia extra?eza que provoca o¨ªr un idioma desconocido deber¨ªa actuar como resorte para potenciar el esfuerzo de comprender al otro y prestar atenci¨®n a una forma distinta de formular los problemas y quiz¨¢ tambi¨¦n de encarar sus soluciones. Dec¨ªa el ensayista George Steiner que cada lengua posee su manera de mirar, su l¨®gica, su m¨¦todo de conocimiento, su particular cosmovisi¨®n. Acceder a 24 cosmovisiones posee un inmenso valor estrat¨¦gico. Busquemos en el Parlamento Europeo el modelo del ¨¢gora que fue el coraz¨®n de la vieja y fascinante Atenas: un espacio de encuentro en medio del ruido donde hablar y escuchar, donde reflexionar y negociar. Asumir lo extra?o como propio, comprender que lo com¨²n es lo diverso, es un excelente ejercicio democr¨¢tico.
Trabajar por la eliminaci¨®n de los 24 idiomas en favor de tres o dos o uno solo, en aras de la econom¨ªa, nos llevar¨ªa de Steiner a Orwell, de un George a otro. El empobrecimiento verbal es un ejercicio sin fin. En su novela 1984, el brit¨¢nico George Orwell ide¨® un r¨¦gimen totalitario que, para someter a sus ciudadanos, hab¨ªa creado la neolengua (newspeak), una versi¨®n extremadamente simplificada del ingl¨¦s. A trav¨¦s de la jibarizaci¨®n del vocabulario, se lograba controlar y atrofiar el pensamiento de la poblaci¨®n. ¡°Al final de cuentas, se esperaba que todos emitieran palabras desde la laringe sin que participaran en absoluto los centros del cerebro¡±, escribe el autor. Los negros vaticinios no parecen tan ajenos a nuestra realidad.
Las ideas de Orwell y de Steiner bien podr¨ªan servir para construir una narrativa, la ¡°Narrativa George¡±, en defensa de esa hermosa y fr¨¢gil rareza que es el multiling¨¹ismo como parte esencial del proyecto ilustrado y progresista que dio vida a la Uni¨®n Europea.
Dec¨ªa la escritora estadounidense Flannery O¡¯Connor que ¡°cuando los lectores no comparten tus creencias, entonces tienes que dejar clara tu visi¨®n sobresalt¨¢ndolos: a los duros de o¨ªdo les gritas y para los casi ciegos dibujas figuras m¨¢s grandes y sorprendentes¡±. En la novela 1984, las autoridades aseguran que la neolengua estar¨¢ implantada en 2050. Ser¨ªa el fin del multiling¨¹ismo, entre otros males. Todav¨ªa estamos a tiempo de que la profec¨ªa no se cumpla.
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