La llave guardada de mi casa en Managua
Una maleta abierta simboliza las incertidumbres y las esperanzas del destino que pesa sobre todo exiliado en cualquier parte del mundo
Uno de estos d¨ªas, por azar, me encontr¨¦ en el forro de una maleta las llaves de mi casa de Managua. Me las hab¨ªa metido en el bolsillo, como siempre, aquella ma?ana de mayo de 2021 en que mi mujer y yo salimos hacia el aeropuerto sin saber que, al cerrarse la puerta tras nuestros pasos, ya no volver¨ªamos a traspasar el umbral.
Record¨¦ entonces, al tenerlas de nuevo en la mano, a los jud¨ªos de Sefarad desterrados en 1492 por decreto de los Reyes Cat¨®licos, y cuyos descendientes, siglos despu¨¦s, conservan en Tesal¨®nica, en Estambul, en Jerusal¨¦n, las llaves de las casas de sus antepasados, y la historia que cuenta en uno de sus art¨ªculos Manuel Vicent (La llave, 16 de febrero de 2014) del comerciante de ¨¢mbar al que se encontr¨® en un mercado de Estambul: ¡°Hab¨ªa realizado varios viajes a Espa?a con la llave de una puerta que solo estaba en sus sue?os. La puerta ya no exist¨ªa, pero pens¨® que, tal vez, la cerradura pudiera andar perdida en manos de alg¨²n chamarilero¡±. Hasta que, ¡°entre los cachivaches de una almoneda, que regentaba un gitano de Plasencia, el sefardita encontr¨® una cerradura herrumbrosa del siglo XV en la que su llave encajaba y funcionaba perfectamente¡±. Y dijo: ¡°As¨ª es c¨®mo se abre y se cierra el destino¡±.
Una llave guardada abre y cierra el destino, y una maleta abierta significa tambi¨¦n las incertidumbres y las esperanzas del destino que pesa sobre todo exiliado en cualquier parte del mundo. Incertidumbre, pesar, nostalgia, esperanza, que son las marcas de la imposibilidad del regreso a la tierra natal.
Cuando salimos de Managua hace ahora tres a?os, llev¨¢bamos cada uno de los dos, como siempre, por razones pr¨¢cticas, una sola maleta, y esas maletas siguen a¨²n sin cerrarse. El s¨ªndrome de la maleta abierta denuncia al exiliado que no se resigna a quedarse, y espera siempre regresar. Estar de paso es hallarse siempre esperanzado de volver.
Como escribe Bertolt Brecht en Meditaciones sobre la duraci¨®n del exilio: ¡°No pongas ning¨²n clavo en la pared, / tira sobre una silla tu chaqueta. /?Vale la pena preocuparse para cuatro d¨ªas? / Ma?ana volver¨¢s. (¡) /?Para qu¨¦ hojear una gram¨¢tica extranjera? / La noticia que te llame a tu casa / vendr¨¢ escrita en idioma conocido¡±.
Mientras tanto el clavo no se clava en la pared, la vida del exilio se vuelve una mezcla de ansiedad, infortunios, gratificaciones. La bondad se cruza con las incomprensiones. La cercan¨ªa con el alejamiento. La solidaridad con los desentendimientos.
En San Mart¨ªn el bueno, San Mart¨ªn el malo, el op¨²sculo que escribi¨® sobre el exilio del general Jos¨¦ de San Mart¨ªn, don Gregorio Mara?¨®n habla de ¡°el patetismo de lo insignificante en la vida del exiliado¡±. Lo que por general no importa en el pa¨ªs propio llega a ganar relevancia inusitada, empezando por las escaleras burocr¨¢ticas por las que hay que ascender cada d¨ªa quienes buscan arreglar sus papeles migratorios, tener un permiso de trabajo. Un techo.
Cuando la maleta se cierra del todo es que se han soltado las amarras, y el pa¨ªs lejano se va a la deriva entre la bruma, perdido para siempre, y no se recupera m¨¢s que en los sue?os, y en la memoria, donde realidad, deseo e imaginaci¨®n se funden y confunden. Nostalgias, figuraciones, cuando ¡°el sue?o (autor de representaciones), en su teatro, sobre el viento armado, sombras suele vestir (...)¡±.
En el sue?o recurrente que sue?o en mi piso de Madrid me veo entrando al pueblo donde nac¨ª subido a un veh¨ªculo abierto, a la vista de todos, recorro las calles con la gente asomada a las puertas, paso por la casa de mi infancia donde mis padres est¨¢n tambi¨¦n asomados a las puertas y yo no puedo bajar a abrazarlos porque el veh¨ªculo en que voy no se detiene. Se hace tarde, va a oscurecer, pero pienso que cuando termine el recorrido ya tendr¨¦ tiempo de regresar a encontrarme con ellos a la hora de la cena. Estar¨¢n tambi¨¦n mis hermanos alrededor de la mesa.
El destierro que es ¡°ese sue?o hacia atr¨¢s en que se empe?a la memoria, flota como la nube, pero es m¨¢s tenaz¡±, dice en Durante el exilio V¨ªctor Hugo, obligado a huir de Francia por la tiran¨ªa de ¡°Napole¨®n el peque?o¡±, y que por obra del exilio escribi¨® Los miserables en la isla de Guernsey, en el canal de la Mancha. No tan lejos lleg¨® Unamuno, porque se qued¨® ¡°a las puertas de Espa?a, y como su ujier¡±, seg¨²n sus palabras, y desde Hendaya pod¨ªa al menos escuchar las campanas de Ir¨²n.
La circular de la polic¨ªa secreta que forz¨® a Hugo al exilio, fechada el 3 de diciembre de 1851, dec¨ªa: ¡°Hoy, a las seis en punto, se ofrecer¨¢n veinticinco mil francos a cualquiera que arreste o asesine a Hugo. Saben d¨®nde est¨¢. No le dejen escapar bajo ning¨²n pretexto¡±.
Cuando una tiran¨ªa pone precio a la cabeza de un escritor, significa que las palabras han cumplido su cometido. Ha conseguido que sea lo que debe ser, letra viva, no letra muerta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.