Hacer no haciendo
En nuestro mundo prima la inmediatez, pero en bastantes ocasiones ser¨ªa mejor hacer muy poco o nada
En nuestra mentalidad occidental y moderna decidimos que para arreglar un problema o mejorar una situaci¨®n hay que hacer algo de inmediato. No se nos ocurre que en bastantes ocasiones ser¨ªa mejor hacer muy poco, o incluso no hacer nada. Para nosotros ese ¡°no hacer¡± encubre una pasividad culpable, tal vez una simple impotencia, te?ida de resignaci¨®n. Pero la simple observaci¨®n de la vida ense?a que en situaciones cruciales lo mejor no es hacer algo, sino abstenerse de hacerlo, y que la urgencia por actuar sin el grado necesario de conocimiento o reflexi¨®n puede conducir al desastre, agravando el infortunio que se intentaba remediar. Hay ciertas cosas que est¨¢ bien hacer para mantener la salud, pero algunas de las medidas m¨¢s importantes consisten en no hacer algo: no fumar, no comer ni beber en exceso. El no hacer no es pasividad, sino acci¨®n indirecta, incluso sigilosa. Los cinco preceptos del budismo no exigen hacer ciertas buenas acciones, sino no hacer otras: no tomar lo que no ha sido dado, no hablar de manera falsa o injuriosa, no perder el control de uno mismo mediante alguna forma de intoxicaci¨®n, no entregarse a una sexualidad da?ina para uno mismo o para otros, no destruir la vida. El resumen es m¨¢s simple todav¨ªa: no hacer da?o.
No hacer da?o se nos aparece como una ambici¨®n muy limitada, dada la urgencia de todas las cosas que s¨ª hay que hacer, pero su cumplimiento en la pr¨¢ctica tendr¨ªa consecuencias revolucionarias, igual que la tiene en la vida de cualquiera. En nuestra juventud cre¨ªamos que para ser aut¨¦nticos hab¨ªa que decirlo todo, y que la sinceridad completa era saludable aunque causara heridas. Con el tiempo nos hemos ido dando cuenta de que no decir ciertas cosas puede ser cortes¨ªa y prudencia, no hipocres¨ªa, y que cuando las diatribas se encienden, en privado o en p¨²blico, las palabras cobran una inercia violenta que no controla nadie. En tales casos, es preferible acogerse a lo que llamaba Buda ¡°el noble silencio¡±.
Yo estoy contento de unas cuantas cosas que he dicho en voz alta o por escrito, y me alegro de otras que eleg¨ª no decir, o que he borrado despu¨¦s de escribirlas. En el tao¨ªsmo existe el concepto del ¡°no hacer¡±, que se complementa con el de ¡°hacer no haciendo¡±. De ¨¦l puede que aprendiera Gandhi la idea de la ¡°no violencia¡±, que es la prueba m¨¢s radical del grado de hero¨ªsmo que exige el no hacer. Rosa Parks eligi¨® no levantarse de su asiento en aquel autob¨²s de Montgomery, Alabama. Los manifestantes contra la segregaci¨®n eleg¨ªan no responder a los golpes de la polic¨ªa ni a los insultos de los racistas, y no resistir a la detenci¨®n. Los activistas israel¨ªes, escasos y admirables, y sus iguales palestinos que se unen para protestar con la misma vehemencia contra los cr¨ªmenes de Ham¨¢s y contra las matanzas innumerables del ej¨¦rcito israel¨ª, han elegido no secundar la atm¨®sfera inhumana de odio y venganza que ha invadido esa tierra.
Hay que saber qu¨¦ hacer, y qu¨¦ no hacer. He le¨ªdo con gran curiosidad una informaci¨®n de este peri¨®dico sobre las tareas emprendidas para recuperar un paisaje arrasado hace doce a?os por uno de los incendios m¨¢s devastadores de esta edad nueva del fuego en la que ahora vivimos, en los montes valencianos de Cortes de Pall¨¢s, donde ardieron treinta mil hect¨¢reas de bosque. La respuesta a una calamidad as¨ª nos parece evidente, y ha sido la habitual durante mucho tiempo: limpiar el terreno quemado y reforestarlo cuanto antes, con tantos ¨¢rboles como sea posible. En estos montes de Valencia, cuenta Pau Alemany, se ha elegido la opci¨®n cautelosa de hacer mucho menos, y de hacer no haciendo, porque la experiencia dice que hacer demasiado puede contentar a los planificadores y a los pol¨ªticos, pero agrava los mismos problemas que se intentaban resolver. Una plantaci¨®n masiva impone la primac¨ªa de una sola especie y favorece a medio plazo que se produzcan m¨¢s incendios, porque no basta solo con plantar ¨¢rboles: hay que cuidar el bosque, desbrozarlo, retirar la materia vegetal seca que hace de yesca en el origen de un incendio. La ideolog¨ªa del hacer incondicional exige cadenas lineales de causas y efectos; pero puede haber efectos inesperados y desastrosos, y en el mundo natural, como en las vidas humanas, hay conexiones radiales en las que puede intervenir beneficiosamente el azar. En Cortes de Pall¨¢s, con el asesoramiento del WWF, no se intenta replantar un bosque que volver¨¢ a arder, sino restaurar un ecosistema completo, con una variedad de especies vegetales y animales que lo hagan m¨¢s resiliente, y en el que han de participar no solo ingenieros y brigadas forestales, sino habitantes del territorio con sus trabajos diversos, incluidos pastores con sus reba?os de cabras: las cabras mantienen a raya la proliferaci¨®n de la maleza, y adem¨¢s abonan el terreno con su esti¨¦rcol, y a trav¨¦s de ¨¦l propagan semillas, haciendo as¨ª su papel en la repoblaci¨®n.
Hay que dar tiempo al tiempo. La gente del campo conoc¨ªa por experiencia los beneficios del hacer no haciendo. Cada dos o tres a?os una parte de la tierra deb¨ªa no cultivarse y dejarse en barbecho, para que as¨ª pudiera recuperar los nutrientes. En el barbecho de una finca de cereal que pertenec¨ªa a otro due?o, mi padre, con su consentimiento, me hac¨ªa llevar a nuestros animales de carga, trab¨¢ndoles las patas delanteras para que no escaparan. La yegua y la burra parec¨ªan igual de bien avenidos que Rocinante y el rucio de Sancho. La ganancia era mutua, y se lograba sin esfuerzo. Nuestros animales pac¨ªan los tallos de las espigas segadas y la hierba que hab¨ªa ido creciendo desde el verano anterior, y a la vez estercolaban la tierra, y contribu¨ªan a su recuperaci¨®n. Sin duda los abonos qu¨ªmicos y los pesticidas aumentar¨ªan durante un tiempo la fertilidad de la tierra y su rendimiento econ¨®mico. Pero en un plazo no muy largo la tierra se agota, y desaparecen las especies silvestres de plantas e insectos que la enriquec¨ªan sin que se fijara nadie. En la pandemia aprendimos que la mejor pol¨ªtica de protecci¨®n de la naturaleza era dejarle el respiro del no hacer humano. En el silencio de las calles sin tr¨¢fico no hab¨ªa copa de ¨¢rbol que no se agitara con los trinos agudos de los p¨¢jaros, y en las grietas de las aceras y hasta del asfalto surg¨ªan briznas vigorosas de plantas.
En los oficios de las artes y de la imaginaci¨®n el no hacer tiene un valor que no se reconoce. A veces hay que escribir, y hay veces en las que es mejor no escribir. Tambi¨¦n es bueno el barbecho en la literatura. Lo que la disciplina y la premeditaci¨®n no consiguen, a pesar del m¨¢s arduo empe?o, nos lo provee gratuitamente el azar. El artista primerizo cree en la sobreabundancia: cuantas m¨¢s palabras, m¨¢s adjetivos, m¨¢s notas, m¨¢s pinceladas, m¨¢s gesticulaciones, m¨¢s rico y original ser¨¢ el resultado; cuanto m¨¢s completo sea el plan de una novela ¡ªaqu¨ª viene la horrenda palabra estructura¡ª m¨¢s s¨®lida ser¨¢ la forma final.
Cuesta aprender a no hacer ni decir demasiado, incluso a no saber demasiado del proyecto que se tiene entre manos. Un libro ya escrito no suele mejorarse a?adiendo, sino quitando. El dominio de una t¨¦cnica, como el de un idioma, solo es verdadero cuando se ha vuelto inconsciente. Entonces sucede lo que parece el puro abandono de la invenci¨®n, el fluir sin error y sin apariencia de esfuerzo que reconozco en ese dibujante que trabaja en su cuaderno a mi lado, la inmediatez entre la idea y el acto de un cal¨ªgrafo japon¨¦s o un maestro del jazz. Lo lineal se disuelve en una constelaci¨®n de conexiones inesperadas. Hacer es no hacer: parece que la m¨²sica corre como el agua de una fuente, que la novela o el poema se est¨¢n escribiendo solos.
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