Ili¨¢ Yashin: ¡°Una celda de castigo rusa es una m¨¢quina del tiempo hacia 1937¡±
El opositor ruso liberado en el canje del pasado jueves relata en este texto las condiciones en las que estuvo preso por cuestionar la informaci¨®n oficial
El opositor ruso Ili¨¢ Yashin fue condenado en 2022 a ocho a?os y medio de prisi¨®n por cuestionar en su canal de YouTube que la matanza de Bucha fuese un montaje de las fuerzas ucranias, la versi¨®n oficial del Estado ruso. Fue liberado el pasado jueves dentro del canje de presos entre Estados Unidos y Rusia. Esta es su declaraci¨®n ante un tribunal, el pasado 18 de julio, a prop¨®sito de sus condiciones de reclusi¨®n en una celda de castigo:
Respetable tribunal:
Como cualquier preso pol¨ªtico, voy a parar regularmente a una celda de castigo. Se trata de una forma extendida de presi¨®n psicol¨®gica sobre los reclusos que, incluso tras las rejas, no renuncian a sus ideas y convicciones. Las sucias celdas y de hecho esta forma de tortura se convierten en una manera de vengarse por su disidencia.
Es cierto que una persona es capaz de acostumbrarse a todo. Yo he estado semanas en una celda de castigo y poco a poco me he ido adaptado a ella. Pero sinceramente les digo, cuando entras por primera vez en una celda de castigo, la impresi¨®n que sientes es deprimente. Como si uno entrara en una m¨¢quina del tiempo que te traslada al a?o 1937.
?Qu¨¦ es una celda de castigo? Es un saco de cemento de un espacio de dos metros por tres. Con una peque?a ventana por la que a duras penas penetran los rayos de sol, por cuanto se lo impiden dos hileras de rejas y una capa de alambre de espinos. En un rinc¨®n se encuentra la taza del v¨¢ter, en el otro un lavabo del que sale una agua oxidada y fr¨ªa. Dado lo podrido de la canalizaci¨®n, d¨ªa y noche impera en el lugar un hedor a excrementos.
A las cinco de la ma?ana uno ha de ajustar la litera a la pared, y durante toda la jornada los presos tienen prohibido acostarse en ella. Uno solo se puede sentar en un banco diminuto o caminar de un lado a otro y sin parar por la estrecha celda: dos pasos para aqu¨ª y otros dos para all¨¢. De modo que no tienes m¨¢s remedio que sentirte f¨ªsicamente inc¨®modo.
No te entregan ni libros ni papel m¨¢s que durante una hora y media, y durante el resto del tiempo est¨¢ prohibido leer y escribir. No puedes hacer otra cosa que mirar a la pared. De modo que no tienes m¨¢s remedio que volverte loco de aburrimiento.
Te dan de comer un rancho que es una verdadera prueba para el est¨®mago. Un engrudo espeso, macarrones nadando en grasa o unas patatas sucias con pescado sin limpiar. Esta es la t¨ªpica raci¨®n en una celda de castigo. Y a diferencia de los dem¨¢s presos, no puedes comer otra cosa. Verduras, manzanas, incluso un caramelo para el t¨¦: todo est¨¢ prohibido. No tienes m¨¢s remedio que pasar hambre.
En abril apagan la calefacci¨®n, pero los espesos muros de cemento a¨²n siguen helados y durante largo tiempo reina en la celda un fr¨ªo aterrador. Pero en la celda de castigo no puedes ponerte ni la chaqueta que te entregan junto con el uniforme de la prisi¨®n. De modo que no tienes m¨¢s remedio que helarte de fr¨ªo.
Tus compa?eros de celda son regimientos de mosquitos y otros insectos alados que devoran a los presos durante la noche. Al igual que las ratas, que emergen literalmente de los orificios tras la taza del v¨¢ter en busca de comido
Antes de llegar a la colonia, sobre todo esto que les cuento hab¨ªa le¨ªdo, dir¨ªa que en los libros. Condiciones similares se creaban para los ¡°enemigos del pueblo¡± en los campos de Stalin. De un modo similar tambi¨¦n eran tratados los antifascistas en los s¨®tanos de la Gestapo. Y es una pr¨¢ctica que se ha conservado tambi¨¦n en la Rusia del siglo XXI. Tras la fachada de las boutiques y de los restaurantes elegantes de la capital, seguimos con las mismas celdas de cemento, la ignominia y la dignidad humana aplastada por las botas de los carceleros.
La raz¨®n de mi estancia en la celda de castigo no es un secreto. La administraci¨®n tampoco oculta especialmente la causa por la cual se me reprime por ¨®rdenes de los altos funcionarios de los despachos del Kremlin. De este modo el poder conf¨ªa romper mi voluntad y obligarme a callar. ?Pero cu¨¢l ha sido el motivo formal para que se crearan unas condiciones de vida tan duras?
Tienen ante ustedes, estimado tribunal, tres informes por los que se me ha mantenido encerrado en la celda de castigo casi durante un mes y medio. Se trata de ¡°terribles¡± delitos que dicen que he cometido. Me he quitado la chaqueta al sentarme a la mesa de comer; me he levantado de la litera cinco minutos m¨¢s tarde; me ha cambiado de camiseta despu¨¦s de la ducha en una hora no prevista por el reglamento...
A una persona en libertad, de fuera de la ¡°zona¡±, cuesta explicarle qu¨¦ hay de criminal en los actos recogidos y por qu¨¦ se ha de castigar a un preso por ellos, y adem¨¢s de manera tan rigurosa. Pero las reglas instauradas en las instituciones penitenciarias dan de facto a sus autoridades un margen ilimitado para sus actos arbitrarios. Por un bot¨®n sin abrochar, por una almohada arrugada pueden castigarte a 15 d¨ªas de celda de castigo. Aunque, la verdad, por cualquier cosa.
Pero ?saben lo que de verdad es asombroso? Incluso disponiendo de un instrumento legal tan irrebatible, la administraci¨®n de la colonia no ha podido actuar de todos modos de acuerdo con la ley, y los informes relacionados con mi persona est¨¢n burdamente falsificados. Lo confirma el hecho de que las grabaciones de v¨ªdeo reclamadas por el tribunal, extra¨ªdas de los canales oficiales que al parecer hab¨ªan grabado mis delitos, hab¨ªan sido eliminados. El lamentable balbuceo de la administraci¨®n en el sentido de que el reglamento interior de la instituci¨®n obliga a borrar sus grabaciones pasado un mes no se sostienen ante cr¨ªtica alguna. Seg¨²n la ley, el recluso tiene tres meses para recurrir cualquier informe dictado en su contra.
De modo que es evidente que deber¨ªan haberse conservado, tambi¨¦n durante tres meses, las pruebas por las que se me hab¨ªa acusado. Y el hecho de que la administraci¨®n hubiera eliminado a toda prisa todos los v¨ªdeos representa una prueba evidente de su intenci¨®n de borrar las huellas de su propio delito. En el juicio se propuso a los funcionarios que se aceptar¨ªan sus declaraciones orales, sin comprobaci¨®n material alguna. Una postura harto c¨®moda, que permite legalizar cualquier arbitrariedad.
Es claro que los organizadores reales de esta arbitrariedad se quedan en la sombra. Como ya he dicho, estas personas ocupan despachos en el Kremlin y no hacen otra cosa que dar las disposiciones que hacen uso de su ¡°derecho telef¨®nico¡±.
Pero se han recogido las voces de los ejecutores: bajo cada informe aparece una firma del funcionario de la colonia penal gracias a cuyas ¨®rdenes se me encerraba en una celda de castigo una y otra vez. Estos son los apellidos: el coronel Rost¨®vtsev, el capit¨¢n mayor Ivanov, el brigada Riz¨¢nov. Y, ?saben? Cada uno de ellos no es una mala persona y a ninguno de ellos lo podr¨ªa llamar un sinverg¨¹enza. En el trato personal resultan incluso simp¨¢ticos y a ninguno de ellos les deseo nada malo. Pero la cuesti¨®n es que solo en el cine los archimalvados realizan sus maldades. En la vida real, en la mayor¨ªa de los casos el mal surge de la cobard¨ªa, de la desidia, de unos ojos que no miran o de la incapacidad de decir ¡°no¡± a un jefe en respuesta a un orden injusta. El gran mal nace tan solo de cuatro palabras: ¡°Yo solo cumpl¨ªa ¨®rdenes¡±.
Al inicio de esta instrucci¨®n judicial, no ten¨ªa intenci¨®n alguna de quejarme ni de implorar piedad a los poderosos. Al fin y al cabo, he lanzado un reto consciente y claro a este poder, por lo que estoy dispuesto a asumir las consecuencias. Estaba dispuesto desde el primer d¨ªa de mi arresto, y gracias a la experiencia de otros presos pol¨ªticos, sab¨ªa que no podr¨ªa evitar ni las celdas de castigo, ni la presi¨®n psicol¨®gica. Sin embargo, con la ayuda de este tribunal, conf¨ªo en atraer la atenci¨®n de la sociedad sobre lo que ocurre tras estos altos muros coronados de alambres de espinos.
Porque no es normal torturar a las personas normales con celdas pestilentes. No es normal torturar a los presos con hambre y fr¨ªo, humillar su dignidad humana, privarlos de libros y prohibirles ver a sus familiares. En nuestro pa¨ªs no puede existir pr¨¢cticas como la de los s¨¢dicos del NKVD [la polic¨ªa pol¨ªtica de Stalin] o de la Gestapo. Conviene erradicar esta abominaci¨®n, incluso si el actual presidente la considera un instrumento efectivo de gesti¨®n pol¨ªtica.
Es importante recordar que si en el pa¨ªs reina la arbitrariedad, esta puede afectar a cualquiera. Tanto al preso pol¨ªtico como a quien se consideran ajeno a la pol¨ªtica e incluso a quien esta arbitrariedad ataca, crey¨¦ndose inmune a ella. Hay que romper por fin este c¨ªrculo vicioso. ?Por qu¨¦ no empezar hoy mismo reconociendo mi castigo al encierro en las celdas de castigo? H¨¢galo, Ilustr¨ªsima. Cr¨¦ame, la sociedad la aplaudir¨¢.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.