Una cr¨ªtica feminista a Claudia Sheinbaum
Tener por vez primera en la historia una presidenta de M¨¦xico no abona necesariamente la emancipaci¨®n de todas las mujeres
M¨¦xico eligi¨® en junio a la primera presidenta de su historia. No es cualquier cosa; es hist¨®rico. Claudia Sheinbaum, una mujer de izquierdas, se ha ganado la silla presidencial como la candidata m¨¢s votada de la historia. Rompi¨® con siglos de dominio masculino en la pol¨ªtica mexicana. Y esto es un avance. Pero, como dicen en el barrio: al chile. ?Qu¨¦ tanto significa esto para los derechos de las mujeres?
Claudia Sheinbaum es una cient¨ªfica de origen jud¨ªo que se meti¨® a la pol¨ªtica desde muy joven. Como jefa de gobierno de Ciudad de M¨¦xico, Sheinbaum se ha destacado en varios aspectos. Por ejemplo, impulsando pol¨ªticas para proteger a las mujeres, promovi¨® la paridad de g¨¦nero en el Gobierno y ech¨® a andar programas de apoyo para mujeres en situaciones vulnerables, acceso al aborto y avances para la comunidad LGTBIQ+. Todo eso suena chido, pero tambi¨¦n ha tenido sus tropiezos.
Las protestas feministas en Ciudad de M¨¦xico han sido un temazo. Sheinbaum, en vez de apoyarlas al 100%, opt¨® por la represi¨®n. Las manifestaciones fueron reprimidas con un uso excesivo de la fuerza. Sheinbaum tambi¨¦n ha sido criticada por su cercan¨ªa con feministas transodiantes. Sheinbaum tiene ondas de ¡°tira¡±, pero adem¨¢s, si en una mesa hay tres personas, dos son transodiantes y la tercera una jefa de Estado que no se posiciona, entonces hay tres transodiantes y una de ellas con un poder pol¨ªtico enorme. Esto es peligroso, porque hace que el resto se sientan legitimadas.
Sheinbaum apoya la militarizaci¨®n como estrategia de seguridad. Est¨¢ comprobado que los militares en las calles pueden llevar a violaciones de derechos humanos, crisis de violencia. Tener a los militares en tareas de seguridad p¨²blica ha provocado la crisis de derechos humanos y construcci¨®n de la paz que se vive en M¨¦xico. Las Fuerzas Armadas est¨¢n preparadas para la guerra, no para tareas civiles. Los ej¨¦rcitos son una organizaci¨®n opaca sin mecanismos de vigilancia que garanticen su actuar conforme a los derechos humanos. ?Una militarista puede realmente significar un avance para los derechos de las mujeres?
Todo esto quiere decir que tener a una mujer en el poder no garantiza cambios significativos si no se abordan las desigualdades estructurales. Claudia Korol, educadora popular y feminista argentina, lo ha dicho claro: la representaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres no garantiza la transformaci¨®n de sus condiciones de vida. Hay que luchar contra el capitalismo, el patriarcado y el colonialismo para lograr cambios reales.
Ver¨®nica Gago critica la idea de que la representaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres sea suficiente. Dice que la pol¨ªtica de representaci¨®n debe ser parte de un proyecto feminista m¨¢s amplio que desaf¨ªe las estructuras econ¨®micas y sociales que perpet¨²an la opresi¨®n. Sin un enfoque interseccional y de justicia social, la presencia de mujeres en el poder puede ser solo un s¨ªmbolo vac¨ªo.
Ochy Curiel, feminista afrodominicana, tambi¨¦n le entra al quite. Ella dice que la representaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres no debe ser vista como un fin en s¨ª mismo. Hay que luchar por la justicia social y racial. Sin un enfoque interseccional, la presencia de mujeres en el poder puede replicar las mismas jerarqu¨ªas de opresi¨®n que dice combatir. Es decir, que las mujeres tambi¨¦n pueden oprimir, por ejemplo, cuando se convierten en comandantas del brazo armado del Estado.
La frase ¡°?qui¨¦n barre los cristales de los techos de cristal que se rompen?¡± es una met¨¢fora poderosa en el feminismo. Romper el techo de cristal es llegar a posiciones de poder, pero las esquirlas caen sobre otras mujeres, las que siguen abajo. Sheinbaum rompi¨® ese techo, pero las repercusiones de sus acciones las sienten otras mujeres. ?Qui¨¦n se encarga de barrer esos cristales? Las mujeres trans que han sido y ser¨¢n vulneradas por las feministas transodiantes que forman parte de los c¨ªrculos cercanos de colaboradoras, pero tambi¨¦n las mujeres que eventualmente ser¨¢n afectadas como v¨ªctimas directas o indirectas de la militarizaci¨®n, de la pol¨ªtica de drogas basada en la persecuci¨®n de los eslabones m¨¢s bajos de las organizaciones multicrimen y la pol¨ªtica de seguridad publica fallida contrar¨ªa a la construcci¨®n de la paz. ?Las herramientas del amo destruyen la casa del amo?, preguntaba Lorde. La respuesta es no. Y no se malinterprete, no considero que la pol¨ªtica tradicional sea una herramienta del amo. Pero, el feminismo antiderechos de las mujeres trans y la militarizaci¨®n s¨ª son herramientas del amo.
Se dice que Sheinbaum es un modelo de representaci¨®n, que ahora miles de ni?as sabr¨¢n que s¨ª pueden ser presidentas. Esto es una falacia. No todas las ni?as ver¨¢n a Sheinbaum y pensar¨¢n que ellas tambi¨¦n pueden ser presidentas. Las diferencias de clase y raza son importantes. El g¨¦nero nos une, pero las diferencias de clase y raza nos separan. Las ni?as m¨¢s privilegiadas tendr¨¢n m¨¢s chances, mientras que las de clase baja seguir¨¢n viendo esos sue?os como algo lejano, y muchas se ver¨¢n afectadas por las decisiones pol¨ªticas que tomen las mujeres en cargos p¨²blicos. Porque no todas las mujeres queremos ni necesitamos lo mismo; el autoritarismo tambi¨¦n tiene rostro de mujer.
La victoria de Sheinbaum es una victoria para la igualdad de g¨¦nero o desde la mirada del feminismo blanco hegem¨®nico que considera al patriarcado como el ¨²nico sistema de opresi¨®n y al sexo/g¨¦nero como el factor m¨¢s determinante en la vida de las mujeres. Pero tener a la primera presidenta mexicana de la historia no necesariamente abona la emancipaci¨®n de todas las mujeres. Porque no existe el patriarcado como sistema ¨²nico de opresi¨®n: existen m¨²ltiples sistemas de opresi¨®n que interact¨²an entre s¨ª. De nada sirve derrocar el machismo si el clasismo, el colonialismo, el transodio y el racismo siguen en pie. De nada sirve tener una presidenta mujer si a otras les tocar¨¢ barrer los cristales rotos.
La sororidad, ese pacto pol¨ªtico para que las mujeres avancen juntas, puede poner en puestos de poder a mujeres racistas, fascistas y antiderechos. Se dice y no pasa nada. Claudia Sheinbaum, con su postura de militarizaci¨®n y su cercan¨ªa a feministas transodiantes, puede ser un ejemplo de esto. La sororidad no deber¨ªa ser un cheque en blanco. Hay que cuestionar y exigir.
A pesar de todo, tener una presidenta de izquierdas es mejor que una de derechas. Como dicen en Brasil, nuestros sue?os no caben en las urnas, pero nuestras pesadillas s¨ª. Sheinbaum representa un avance en igualdad de g¨¦nero, pero tambi¨¦n nos recuerda que tener a una mujer en el poder no es garant¨ªa de justicia para todas las mujeres.
Las autoras feministas latinoamericanas coinciden en que la representaci¨®n pol¨ªtica de las mujeres no es suficiente. Critican la idea de que la presencia de mujeres en el poder garantiza autom¨¢ticamente un cambio en las condiciones materiales o en la distribuci¨®n del poder. Necesitamos un feminismo que no solo celebre el ¨¦xito individual, sino que tambi¨¦n aborde las estructuras de poder que perpet¨²an la desigualdad. La verdadera liberaci¨®n feminista requiere una transformaci¨®n radical de las estructuras de poder. La presencia de mujeres en posiciones de poder no debe ser vista como un fin en s¨ª mismo, sino como parte de una lucha m¨¢s amplia por la justicia social y econ¨®mica. Sheinbaum puede ser un s¨ªmbolo de avance, pero tambi¨¦n es un recordatorio de que la lucha por la igualdad de g¨¦nero es compleja y multifac¨¦tica.
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